Al principio del sexto capítulo de la segunda temporada de Euphoria, la serie de HBO Max, Rue se encuentra en plena vorágine de síntomas del síndrome de abstinencia. Es incapaz de sujetar y abrir un caramelo sin ayuda. Se encuentra confundida, apática, triste, con fuertes dolores que la llevan a retorcerse en la cama… Incluso su madre debe darle baños de agua fría para intentar bajarle la fiebre. ¿Qué es lo que le está pasando?
Lo que pasa es que la joven está experimentando los gritos de su cerebro pidiendo un poco más de dopamina. Durante una adicción, el órgano está acostumbrado a que se generen grandes cantidades de este neurotransmisor y, con ellas, una inmensa sensación de placer. Sin embargo, cuando deja de obtener esa recompensa, empuja a la aparición de una serie de síntomas muy desagradables, que solo se resuelven si se consume de nuevo la sustancia que promovía el chute de dopamina. De hecho, aunque no siempre, a menudo los síntomas son contrarios al efecto que suele producir la droga. Así, la persona afectada siente aún más necesidad de tomarla, para acabar con su padecimiento.
En el caso de Rue en Euphoria, su cuerpo está acostumbrado a un cóctel inmenso de drogas, por lo que tiene casi todo el catálogo posible de síntomas del síndrome de abstinencia. ¿Significa esto que tanto ella como toda las personas que sufren este problema deben volver a las drogas para sentirse mejor? Ni mucho menos. El problema es que se necesita una gran fuerza de voluntad.
El origen de las adicciones
El placer que sentimos los seres humanos ante diferentes estímulos lo procesa algo conocido como sistema de recompensa.
Evolutivamente sirve para recompensarnos por hacer algo que se supone que será bueno para nosotros. Por ejemplo, el sexo es placentero porque nos ayuda a perpetuarnos como especie. Y comer un chuletón o un helado de chocolate también, porque nos da un gran aporte calórico, que se traduce en energía para el cuerpo. Otra cosa es que podamos obtener energía de alimentos mucho más saludables. Pero esa es una cuestión que no procede en este caso.
El problema es que, al igual que el chocolate o la carne roja, hay sustancias aun más peligrosas que también activan nuestros sistemas de recompensa. Es el caso de drogas como la cocaína, el tabaco, el cannabis o el alcohol. Porque sí, digan lo que digan algunos políticos, el alcohol es una droga. Que sea legal no cambia lo que realmente es.
Cuando consumimos estas sustancias, se unen a receptores que empujan a la síntesis de dopamina en el mesencéfalo. Y estas son las que envían las señales necesarias para que se genere la sensación de placer. Generalmente no debe haber problemas. Sin embargo, cuando el estímulo se repite muchas veces puede darse cierta tolerancia.
Es decir, cada vez se necesita más y más y más dopamina para que pueda producirse esa respuesta placentera. Esto es algo que afecta de un modo muy diferente a cada persona. Hay individuos que pueden fumar muchas veces sin llegar a engancharse. Otros, en cambio, son mucho más propensos a las adicciones. Parece ser que aquí intervienen nuestros genes, aunque es algo que sigue en estudio, con el fin de comprobar qué otros factores intervienen.
Y llega el síndrome de abstinencia
No todas las sustancias o actividades que nos producen placer son dañinas. Leer puede ser muy placentero para muchas personas y, generalmente, cuanto más lo hagamos mejor. Siempre que no nos haga dejar otras actividades necesarias, claro. El sexo, por ejemplo, tampoco es para nada dañino. Todo lo contrario. Sin embargo, resulta tan placentero que puede llegar a generar adicciones que entorpezcan el desarrollo normal de la vida de una persona.
Y luego están sustancias como las drogas, que son dañinas desde el momento en que empiezan a consumirse. Aunque lógicamente será peor cuanto más se tomen. Una adicción a algo tan dañino es muy peligrosa. Por eso es importante intentar cortar con ellas cuanto antes.
El problema es que si se había llegado a desarrollar ya una adicción nuestro sistema de recompensa estaría habituado a grandes cantidades de dopamina. Al cortar de raíz el suministro, el cerebro, ya moldeado para recibirla, dispara una serie de señales para intentar obligar al individuo a que vuelva a consumir. Así es como nace el síndrome de abstinencia que vemos en la protagonista de Euphoria.
Los síntomas son muy variados. Por ejemplo, con el alcohol pueden sentirse escalofríos, temblores, debilidad, náuseas, cefaleas y deshidratación. Con la heroína, por ejemplo, es más común experimentar respiración agitada, bostezos, flujo nasal, sudoración, lagrimeo, sensación de alerta, hiperactividad, fiebre, aumento del ritmo cardíaco, pupilas dilatadas, dolor muscular, pérdida de apetito, dolor abdominal y diarrea.
De hecho, muchos de estos síntomas son los que se ve que tiene Rue en Euphoria. Es el caso del flujo nasal, el dolor abdominal, la fiebre o incluso la pérdida de apetito, por la que ni siquiera es capaz de beber agua.
El peligro del síndrome de abstinencia neonatal
Una de las caras más crudas del síndrome de abstinencia es que también pueden experimentarlo los recién nacidos.
Y es que no hay mayor unión que la que se produce entre una embarazada y el hijo que lleva dentro. Lo comparten todo, desde lo que comen hasta los anticuerpos por pasar algunas infecciones. Pero también comparten las drogas que ella consume.
Por eso, los bebés pueden nacer con algo conocido como síndrome de abstinencia neonatal. Aunque no haya sido su elección consumir drogas, su cerebro también necesita el chute de dopamina, por lo que vienen al mundo con una amplia variedad de síntomas.
Lo peor es que sus cerebros, así como otros muchos de sus órganos, apenas han empezado a desarrollarse. Por eso, las consecuencias pueden ser más graves. Pueden sufrir desde síntomas respiratorios hasta problemas motores, gastrointestinales o del sistema nervioso central. Por eso, es importante informar a las personas con consumo de drogas que quieran quedarse embarazadas. Quizás no puedan dejarlas por ellas, pero sí por sus futuros hijos.
¿Podrá recuperarse Rue tras lo que hemos visto en 'Euphoria'?
Aunque quienes lo sufren pueden tener la sensación de que nunca volverán a estar bien, el síndrome de abstinencia no es para siempre.
Con el paso del tiempo los síntomas se van amortiguando y al final el cerebro se vuelve a habituar a dosis normales de dopamina. Por eso, es importante que estas personas reciban terapia psicológica durante el tiempo que duran los síntomas, y también después, para evitar recaídas.
Esas recaídas pueden ser de la misma droga o de otras. De hecho, es habitual que los consumidores de cannabis se lancen a consumir tabaco o alcohol durante el periodo de abstinencia, porque eso se puede convertir en una nueva fuente de dopamina.
No obstante, también existen fármacos que se unen a los mismos receptores que las drogas que se pretenden evitar, modulando la síntesis de dopamina. Así, no se sufren los estragos de ese bajón absoluto del neurotransmisor, pero tampoco se experimentan los síntomas nocivos del consumo de drogas. Entre estos fármacos se encuentra la famosa metadona.
O, volviendo a series de televisión más allá de Euphoria, se trata del fármaco que quiere desarrollar una de las nuevas socias de Wendy y Marty en la última temporada de Ozark. Para saber cuál de las opciones posibles es la que elige Rue, solo nos queda seguir viendo la serie.