Por desgracia, el consumo de drogas ha hecho a muchas personas perder la cabeza. Metafóricamente hablando. Otros, en cambio, pueden llegar incluso a perder el pene. Literalmente hablando. Es el caso de dos drogadictos cuya historia se ha reportado recientemente en American Journal of Case Reports y Journal of Medical Case Reports. El primero no llegó a perderlo del todo, aunque la cocaína lo tuvo al borde de la amputación. El segundo, en cambio, sí que llegó a perder su miembro por el consumo de cannabis. De hecho, se lo cortó él mismo.
Son historias reales de lo lejos que puede llegar un adicto por encontrar esa satisfacción momentánea de las drogas. El primero tenía ya las venas en las que normalmente se inyectaba tan dañadas que no se le ocurrió otra cosa que pincharse en la vena dorsal del pene. El segundo sufrió un brote psicótico que le hizo creer que su pene estaba creciendo y deformándose sin parar. Asustado, no se le ocurrió otra cosa que cortar por lo sano.
Aunque son casos muy lejanos, uno en Estados Unidos y otro en Tailandia, ambos comparten factores en común. No solo la parte del cuerpo afectada. También la desesperación por el consumo de drogas y la negación a someterse a un seguimiento. En definitiva, son casos extremos y tristes de lo lejos que pueden llevar las drogas a quiénes las consumen.
Cocaína en el pene
El primer caso es el de un hombre de 35 años que acudió a urgencias aquejado de intenso dolor en el pene, el escroto, la ingle y el pie derecho. Cuando fue atendido explicó que hacía ya tres días que padecía ese malestar insoportable.
Inmediatamente los médicos vieron que su pene estaba inflamado y necrosado o, lo que es lo mismo, con parte del tejido muerto. Además, tenía varias úlceras y secreciones malolientes.
Se le hicieron las pruebas pertinentes para comprobar si padecía alguna infección de transmisión sexual, pero todas dieron negativo. También se descartó la gangrena. Los sanitarios no tenían ni idea de qué podía ocurrir, pero optaron, para empezar, por tratarle con antibióticos. No conocían el origen, pero estaba claro que había que evitar la infección. Fue cuando consultaron su historial y descubrieron sus antecedentes de consumo de cocaína cuando empezaron a atar cabos.
También tenía tejido necrosado en los brazos, las piernas y, en general, las zonas en las que normalmente se inyectan la droga estos consumidores. Por eso, finalmente reconoció que, al no poder seguir pinchándose como solía hacerlo, optó por el pene, que también cuenta con una vena bien marcada. De hecho, no es el primer caso que se reporta en el que ocurre algo así. Y no suelen acabar bien. En su caso, se decidió que la mejor opción sería cortar el tejido dañado, pero el paciente se negó en rotundo. No quedó otra que seguir con el antibiótico y las curas en las heridas que, por suerte, mejoraron notablemente tras 15 días en el hospital.
El paciente fue advertido de los peligros de volver a inyectarse en el pene. Y también se le recomendó la rehabilitación. Sin embargo, no solo rechazó esto último, sino que no volvió a dar señales de vida una vez dado de alta. Se le perdió la pista y no ha podido tener un seguimiento adecuado de sus lesiones.
Los problemas de ‘cortar’ la droga
Muchas veces, los traficantes de drogas optan por mezclar su producto con sustancias supuestamente inocuas, de manera que tengan una mayor cantidad para vender, pero con menos pureza. Esto es lo que se conoce como cortar la droga.
Otras veces, en cambio, no se trata de compuestos totalmente inocuos. Se les añaden otras sustancias baratas, pero con alguna propiedad que aumente el subidón de la droga.
En el caso de la cocaína, a veces esa sustancia es el levamisol. De hecho, en Estados Unidos se calcula que un 80% de la cocaína que se vende está mezclada de esta forma.
Se trata de un medicamento que se usa para tratar infecciones con gusanos parásitos. A dosis controladas, claro. Si no se controla puede generar una inflamación de los vasos sanguíneos, conocida como vasculitis necrosante. Y eso precisamente es lo que parece que le ocurrió en el pene a este paciente. El problema es que cuando ingresó ya habían pasado más de 48 horas desde que se inyectó la cocaína en el pene, por lo que las pruebas de orina que se le realizaron no sirvieron para comprobar si había restos de levamisol.
Paranoia por cannabis y soluciones drásticas
El segundo caso reportado recientemente es el de un hombre tailandés de 23 años. También acudió a urgencias, pero esta vez con el pene ya cortado. Reconoció que se lo había cortado él mismo y que, dos horas después, no conseguía que se le cortara la sangre.
Como es lógico, tras controlar la hemorragia, los médicos quisieron saber qué había llevado al joven a hacer algo así. Refirió estar fumando cannabis en una pipa de agua cuando sufrió una intensa y dolorosa erección, sin ningún tipo de estímulo. No había manera de hacer que el pene dejase de estar erecto. Pero, además, según su percepción, el glande comenzó a crecer y distorsionarse. Asustado, decidió coger unas tijeras y cortar la zona distorsionada. Al terminar notó que no era suficiente y siguió cortando cada vez más hasta acabar con todo el pene.
Solo quedó un muñón de unos dos centímetros sin nada de piel. Los médicos no lograron reconstruirlo, por lo que se limitaron a cortar la hemorragia y limpiar la herida, que se encontraba contaminada con hormigas.
Finalizadas las curas, los profesionales que le atendieron le derivaron a psiquiatría, donde se le realizaron una serie de pruebas. Allí el hombre reconoció que había fumado cannabis con mucha regularidad durante dos años. Después estuvo tres meses limpio y luego volvió consumir, esta vez a través de la pipa de agua que le provocó aquel brote que terminó con la amputación de su pene. Las pruebas evidenciaron que tenía alucinaciones visuales y auditivas, como ver sombras en movimiento y escuchar el canto de los pájaros o el zumbido de los insectos. Además, se mostraba deprimido y con la capacidad de afecto restringida. No obstante, no parecía tener ideación suicida. Este tipo de brotes psicóticos no son habituales con el consumo de cannabis, aunque pueden ocurrir y el suyo es un claro ejemplo de lo graves que pueden ser las consecuencias.
Afortunadamente, cuatro semanas después de dejar de consumir los síntomas psicóticos desaparecieron. Llegados a este punto se le ofreció una cirugía de alargamiento de pene, pero cambió de dirección y no dejó datos para poder hacerle un seguimiento, así que no se sabe nada de él.
La cocaína se considera una droga mucho más dura que el cannabis. Y, sin embargo, estos casos demuestran que las consecuencias, aunque por caminos diferentes, pueden llegar a ser prácticamente las mismas. Y es que, si tenemos que elegir cuál es la mejor droga para consumir, la respuesta está muy clara: ninguna.