Aunque ya se anticipó la decisión la semana pasada, el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España y las comunidades autónomas han anunciado formalmente este lunes, 7 de febrero, la retirada de la obligación del uso de mascarilla en exteriores. Sí que seguirán siendo obligatorias en actos multitudinarios y una recomendación en aglomeraciones. Pero, a grandes rasgos, no habrá que llevar mascarilla al aire libre si no se desea. Esta decisión ha sido aplaudida por los expertos que la consideran una vuelta a la cordura. Porque no, en base a las evidencias científicas, no parece que el uso de mascarilla en exteriores marque la diferencia en los esfuerzos por evitar la transmisión de la COVID-19.
Ahora bien, ¿cuáles son esas evidencias científicas? ¿Son aplicables también ahora que la ómicron se ha convertido en la variante mayoritaria en muchos países? Y, sobre todo, ¿qué dice la ciencia sobre los casos en los que sí deberíamos llevar mascarilla en exteriores?
Es importante responder a estas preguntas, ya que la toma de decisiones efectivas, basadas en la ciencia y que no supongan un cese total de la socialización, es esencial para conseguir que la población siga siendo responsable, pero sin caer en la fatiga pandémica. Por eso, vamos a intentar buscar una respuesta a todas ellas, siempre con estudios científicos en la mano.
Breve historia de la transmisión del coronavirus
Cuando el coronavirus SARS-CoV-2 llegó a nuestras vidas nos pilló totalmente desarmados. Si bien la humanidad ya se había enfrentado a otras epidemias causadas por virus de la familia de los coronavirus, no parecía que hubiésemos aprendido demasiado al respecto. La mayoría de los estudios destinados a buscar soluciones para el MERS o el SARS-CoV se dejaron en stand by cuando estos virus lograron contenerse. Fue relativamente fácil, puesto que eran virus bastante graves y no demasiado contagiosos. La gravedad de un virus es algo muy negativo, pero supone una ventaja para contenerlo, puesto que las personas infectadas socializan menos.
Con la llegada de este nuevo candidato a traer de cabeza a la humanidad hubo que empezar de cero. Había que secuenciarlo, estudiar cómo se transmitía, buscar sus puntos débiles… Pero, mientras tanto, solo nos quedaba ceñirnos a lo poco que sabíamos de otros virus. Se supuso que podría darse una gran transmisión por contacto con superficies y comenzaron a publicarse multitud de campañas destinadas a enseñar a la población a lavarse bien las manos. También se desinfectaron concienzudamente las superficies de lugares públicos. Y, dado que había escasez de mascarillas, se recomendó dejarlas solo para profesionales muy expuestos y personas de riesgo. Pero con el tiempo aumentó el conocimiento del virus. Se supo que la transmisión por contacto con superficies es prácticamente despreciable, mientras que la transmisión por el aire, tanto por gotículas como por aerosoles, es mucho más importante.
Estos últimos son un esenciales, pues se comprobó que en lugares cerrados y sin ventilar podrían darse contagios a grandes distancias. Mucho más de dos metros. Pero ahí estaba la clave, en la ventilación. En el momento que se introduce un buen flujo de aire las partículas de virus se dispersan mucho más deprisa. Y si ya nos vamos al aire libre, la probabilidad de contagio se reduce todavía más. En este punto, sabemos que el uso de mascarilla en interiores es esencial. Sin embargo, también sabemos que la mascarilla en exteriores es prescindible, salvo que sea imposible mantener las distancias. De hecho, son muchos los estudios que ponen cifras a esto.
La mascarilla en exteriores no marca la diferencia
Existen multitud de estudios que analizan el porcentaje de contagios de una época determinada en un lugar concreto que ocurrieron en exteriores. Por ejemplo, en uno en el que se analizan los brotes ocurridos en 320 municipios prefecturales de China, se encontró que solo un 0,03 % de los contagios se dieron al aire libre. Otros encuentran porcentajes ligeramente más altos, pero siempre mínimos en comparación con los interiores mal ventilados.
De hecho, una revisión de la literatura científica publicada en febrero de 2021 apuntaba a que en todos los estudios analizados el porcentaje de contagios al aire libre fue siempre menor del 10 %. Además, la transmisión en interiores fue 18,7 veces mayor que en entornos abiertos.
Todo esto justifica que se elimine la obligatoriedad de usar mascarilla en exteriores. De hecho, según otro estudio, publicado en julio de 2021, a estas alturas de la pandemia, debemos buscar enfoques de reducción de daños, sin caer en la abstinencia social.
Esto implica incentivar actividades en las que se pueda socializar, minimizando el riesgo. Y eso, por supuesto, incluye aquellas que se realizan al aire libre. Si se trata de realizar deporte, como el senderismo, pueden suponer grandes beneficios a nivel físico y psicológico. Si no, los beneficios serían especialmente a nivel psicológico. Hablamos por ejemplo de un picnic en el parque. O, ¿por qué no?, tomar algo en una terraza. La importancia está en evitar las aglomeraciones. Por eso precisamente la nueva norma en España mantiene el uso de mascarilla en exteriores si se trata de actos multitudinarios y recomienda usarla en aglomeraciones. Y es que, si no se puede mantener la distancia de seguridad, sí que es más difícil que las partículas virales se disipen. Es cierto que seguirán disipándose mejor que en espacios cerrados, pero ahí sí sigue siendo mejor usar mascarilla.
¿Qué pasa con ómicron?
Todos los estudios mencionados se realizaron antes de que la variante ómicron llegara a nuestras vidas. Sabemos que es mucho más contagiosa. ¿Pero significa eso que podría contagiarse también al aire libre?
De momento no hay muchos datos publicados al respecto. No obstante, las observaciones de los profesionales apuntan en la misma dirección que con las variantes anteriores. Sí que es cierto que, al haber un número tan elevado de casos, por probabilidad se darán más al aire libre. Especialmente si no hay distanciamiento físico. Pero, en general, la situación sigue siendo la misma que antes.
Por ejemplo, en declaraciones a npr, la doctora Preeti Malani, profesora en el departamento de enfermedades infecciosas de la Universidad de Michigan, explicó que en los contactos casuales al aire libre ella sigue sintiéndose cómoda sin mascarilla. Incluso con ómicron.
En esa misma publicación otras voces expertas hablan en la misma línea. Puede darse el contagio al aire libre, pero si estamos cerca de la otra persona y en un tiempo mantenido. La probabilidad de contagiarse simplemente por caminar por la calle es mínima, por lo que no justifica el uso de mascarilla en exteriores si se pueden mantener las distancias.
Todos estos son detalles importantes en esta nueva etapa pandémica. Con algunos gobiernos hablando ya de eliminar todas las medidas de contención y otros haciendo referencia a la endemia o la gripalización, lo que sostienen la mayoría de expertos es que, si bien estamos mucho mejor que al principio, esto no ha terminado. Pero, precisamente porque no estamos como al principio, y sobre todo porque sabemos más que entonces, hay que evitar medidas innecesarias que generen esa fatiga que lleva a la población a pasar del resto de medidas. La virtud sigue estando en el término medio. Un término que, al menos en base a las evidencias científicas actuales, no incluye la mascarilla en exteriores.