La serie Yellowjackets resulta siniestra por su cualidad inclasificable. El relato a dos líneas temporales de las sobrevivientes a un accidente aéreo puede parecer suspenso puro. Pero en realidad se trata de una historia retorcida que supera las expectativas. En especial, cuando utiliza los escenarios — los del pasado y el presente — para contar un secreto oscuro que nadie quiere recordar.
Pero lo que podría ser un drama, un thriller de suspense sobre lo inconfesable de la naturaleza humana o terror, no es sencillo de asimilar. Y ese es quizás el elemento que sostiene una historia tétrica que elabora una idea sobre la violencia y el terror por completo novedosa. Una que evade explicaciones sencillas y está más concentrada en las tinieblas interiores de sus personajes que en cualquier otra cosa. Yellowjackets es una mirada hacia lo que podemos hacer en situaciones extremas. Pero desde la óptica del sermón moral o el desenfreno de la supervivencia. La historia evita ser tan digerible y usa sus mejores puntos para volverse desagradable e incómoda.
Como premisa es también toda una rareza, aunque se le intente emparentar con evidentes referencias. El magnífico piloto remite de inmediato al ya histórico vuelo 815 de Oceanic que en el 2004 creó ese fenómeno atemporal como lo es Lost. Pero Yellowjackets no desea abrir con facilidad sus puertas cerradas. Sus primeros capítulos juegan con la atención y la capacidad deductiva del público para llevarlo por diferentes regiones. Desde el miedo hasta la insinuación de lo sobrenatural, la nostalgia y al final la supervivencia como arma. Yellowjackets es una colección de trozos de información que se ensamblan hasta lograr una narración punzante, dolorosa y venenosa.
Yellowjacket: la mirada al pasado que nadie quería dar
En 1996, el equipo de fútbol escolar Yellowjackets, campeón de Nueva Jersey y con un grupo de destacadas jugadoras, sufre un violento accidente aéreo. Al principio se consideran desaparecidas, hasta que 19 meses después se les encuentra. Hay pocas sobrevivientes y ninguna quiere detallar qué ha ocurrido en los casi dos años en que estuvieron perdidas, batallando por su vida. Por supuesto, que el misterio esté en ese espacio de tiempo del que se sabe nada es un recurso manido y más que utilizado en la televisión.
Pero Yellowjackets no está interesado en explorar secretos dolorosos, confesiones o desgarradoras angustias morales. Lo hace, pero su enfoque es tan distinto, primario y brutal que desconcierta desde los primeros testimonios. Cuando cuatro de las sobrevivientes se reúnen en el 2021, la gran pregunta es de una crueldad sutil. ¿Quiénes son ahora? En realidad, se trata de algo más temible que enlaza y sostiene algo más complicado. ¿Queda algo de las criaturas terribles que batallaron por vivir? La lucha por supervivencia no fue sencilla, tampoco fácil o limpia. Y es entonces cuando la serie encuentra su mejor momento.
Porque Yellowjackets no intenta narrar una épica, tampoco un thriller. Explora qué hacemos realmente para sobrevivir y de qué forma, esa noción se sujeta a algo más retorcido y violento. De las jugadoras agresivas, con rivalidades y un rencor a flor de piel, a las mujeres adultas llenas de una oscuridad palpable. Yellowjackets no es una historia que tenga interés en ir a un extremo, contar un punto claro o manejar ideas corrientes. De hecho, el gran logro de la serie es profundizar en los matices.
El mal, el bien, la nada, la venganza y el rencor: Yellowjackets y los secretos
Por supuesto, son sus versiones adultas las de mayor interés. En 2021, las adolescentes que se convirtieron en criaturas salvajes son mujeres llenas de heridas invisibles. Shauna (Melanie Lynskey) batalla en medio de una especie de nada intelectual y espiritual que poco a poco se romperá en pedazos. Natalie (Juliette Lewis) se esfuerza por mantenerse en pie en mitad de todo tipo de adicciones y el hecho de huir de las sombras en su mente. Misty (Christina Ricci) es de una crueldad elegante que desconcierta.
De hecho, es el personaje de Ricci el que mejor muestra las aristas de la serie. Por un lado, se esfuerza por mostrar un lado corriente, una vida típica. Pero lo que aprendió durante diecinueve meses no es fácil de olvidar. Y quizás Misty no quiere olvidarlo. En el mismo extremo se encuentra Taissa (Tawny Cypress), la candidata a senadora que juega sin querer — ¿o no? — con su pasado retorcido. Después de todo, basa su fuerza y su promesa electoral en haber podido sobrevivir en las profundidades del Ontario más salvaje. Y haberlo hecho con sus “propios medios”. Pero a medida que su lenguaje político se hace más incómodo — atención a sus menciones insistentes sobre la naturaleza salvaje — el personaje se hace más lóbrego.
Yellowjackets guarda sus misterios. Lo hace con un empeño enfurecido que emula la noción de lo que pasó bajo la versión oficial de las sobrevivientes. ¿Todo fue obra de un milagro y su fortaleza? A medida que los recuerdos recuperan para el presente escenas brutales, queda claro que lo que pasó, no es solo algo temible, un trauma desgarrador. Una nueva expresión de lo primitivo que nos habita, de la perversión del bien y algo más aterrador.