Wordle es el juego de moda en internet. Para muchas personas se ha convertido en todo un ritual buscar la palabra del día cada mañana, antes ni siquiera de quitarse las legañas. Ha sido un éxito progresivo, pues a principios de noviembre apenas jugaban unas 100 personas diarias. Ahora, sin embargo, son al menos dos millones las que se han subido al carro de buscar la palabra oculta en solo seis intentos. ¿Pero a qué se debe ese incremento en su popularidad? ¿Qué tiene Wordle que a todos nos encanta?

Estas preguntas, como tantas otras en la vida, pueden contestarse gracias a la psicología. Por eso, en Hipertextual nos hemos puesto en contacto con Aarón Del Olmo, neuropsicólogo en el Hospital San Juan de Dios de Sevilla y profesor en la Universidad Internacional de La Rioja.

Gracias a él hemos podido revisar las claves por las que estamos todos tan enganchados a un juego que empezó siendo un misterio, cuando se trataba solo de enigmáticos cuadraditos de colores en nuestro timeline de Twitter. De hecho, ese misterio es precisamente una de las claves. Pero veamos todo el conjunto.

El misterio tras las claves del éxito de Wordle

El creador de Wordle, Josh Wardle, creó el juego inicialmente como un regalo para que su pareja se distrajera durante el confinamiento a principios de la pandemia de coronavirus. Pronto pasó a algunos amigos y familiares, pero no dio el salto al resto del mundo hasta octubre de 2021.

Fue entonces cuando se creó la página web de Wordle y el  juego pasó a disposición de cualquiera que tuviese conexión a Internet una vez al día. Pero tardó un poco en ganar la fama que tiene hoy. 

El creador del juego lo hizo como un regalo para su pareja durante los confinamientos por coronavirus

Por eso, cuando empezó a aparecer en redes sociales, era un misterio para la mayoría de usuarios. Cuadritos verdes, amarillos y negros, algunos números y una palabra sin ningún enlace: wordle. Eso era lo único que veíamos, sin tener ni idea de qué era eso. Al principio eran unas pocas personas. Después algunas más. Hablaban entre ellas y quienes seguían sin saber de qué se trataba se sentían aislados del grupo. Al final la solución era preguntar o escribir esa única palabra en Google, en busca de una respuesta. 

No nos engañemos. Ese misterio fue el que nos empujó a muchos a jugar. Y es una de las claves de su éxito, desde el punto de vista de la neuropsicología. “Somos seres curiosos, sin duda, y nos llaman la atención las cosas que se salen de lo habitual o de lo esperado”, explica Del Olmo.  “Pero creo que uno de los componentes más llamativos es precisamente el aspecto visual, pienso que atrae bastante el tratar de descubrir qué significa ese código y de dónde viene. Empiezas a verlo, te genera la curiosidad de qué se tratará y terminas por entrar en la página para comprobarlo. Si la gente lo comparte, no debe ser malo…”.

Yo también quiero

De hecho, esa última frase es otra de las claves: “Si la gente lo comparte, no debe ser malo”. Si todo el mundo lo hace, ¿por qué no voy a hacerlo yo?

Wordle juega también con esa necesidad que tenemos de ser uno más en el grupo. De hecho, para el neuropsicólogo entrevistado por este medio es la clave más importante del éxito del juego. “Creo que el hecho de competir, tanto con otras personas en redes como con nosotros mismos, es uno de los aspectos principales de su éxito”, señala. “Llama la atención y resulta bastante reforzante como juego porque genera interacciones y permite comparaciones”. Esto es algo que necesitamos como animales sociales. Y  si además es sencillo, mejor que mejor. 

“Uno de sus éxitos también es la facilidad del juego. Hace tiempo tuvimos una aplicación llamada Flappy Bird bastante simple, sin mucho juego, pero que se hizo viral por su simpleza. El formato del juego es corto, rápido, casi no consume tiempo. Se impone mucho ahora ese formato de juegos e interacciones, como puede verse con TikTok o Twitter. Fogonazos de información que son rápidos para luego cambiar a otro estímulo diferente”.

Aarón Del Olmo, neuropsicólogo

Pero nada de esto funcionaría si no se mantuviera el interés. Y esto no sería posible si se nos diera la opción de empacharnos con el juego. “El hecho de que tenga un tiempo limitado lo convierte casi en un hábito, un refuerzo que está disponible a X hora”, relata del Olmo.  “Eso evita la saciación que tendría usarlo de manera continuada. Lo vemos en muchos juegos y app, en las que para lograr ciertas metas o recompensas tienes un tiempo limitado que impone una espera, y termina por mantener el interés por el juego, ya que se renueva en cada interacción demorada por el tiempo”. 

Poder comparar y competir con otros usuarios es muy reforzante

Josh Wardle no es psicólogo, sino ingeniero de software. ¿Tendría todo esto en mente cuando creó Wordle? Resulta difícil imaginarlo. Sobre todo teniendo en cuenta que el juego inicialmente no era más que un entretenimiento para su pareja. Pero el caso es que, consciente o inconscientemente, creó un juego perfecto para atraer a muchas personas. Quizás no fuese su intención, pero otros desarrolladores de juegos sí que tienen muy en cuenta la psicología a la hora de crear.  

“No sé si el autor del juego buscaba este efecto, pero desde las leyes del aprendizaje que conocemos en psicología se pueden explicar muchas de nuestras conductas con respecto a los juegos y las adicciones, y también podemos aprovecharnos de cómo funciona nuestro cerebro para instaurar hábitos o hacerlos más interesantes”.

Aarón Del Olmo, neuropsicólogo

En definitiva, ya que nuestro cerebro es el amo de nuestras decisiones, si buscamos el éxito con un juego, ¿qué menos que conocerlo? Wardle captó la atención de su pareja, pero también la de millones de personas en todo el mundo. Jugada perfecta. 1/6. 

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