La mortalidad por coronavirus es mayor en niños africanos que en los menores residentes en Estados Unidos o Europa. Esta es la conclusión de un estudio que acaba de publicarse en JAMA Pediatrics de la mano de un equipo internacional de científicos con un investigador de la Universidad de Pittsburgh a la cabeza.
El estudio en cuestión se llevó a cabo entre marzo y diciembre de 2020, por lo que no había aún niños vacunados, mucho menos en África.
Se observó que, al igual que en el resto del mundo, la mortalidad es mayor si los pequeños tienen enfermedades previas, y también en bebés. No obstante, esos factores de riesgo son mucho más intensos en estos países en los que la calidad de vida es mucho peor y el acceso a la sanidad especialmente complicado, tanto para adultos como para niños. Como resultado, se incide en la importancia de destinar vacunas del coronavirus a los niños africanos, empezando por aquellos que tengan comorbilidades. Ahora bien, ¿significa eso que deberíamos dejar sin vacunar a los niños a este lado del mundo y donar sus vacunas a los africanos? No exactamente. Y es que, como bien recuerda la OMS en la página de la iniciativa COVAX, “con una pandemia que se mueve rápidamente nadie está a salvo, a menos que todos estén a salvo”.
El peligro del coronavirus para los niños africanos
Este estudio se llevó a cabo con 469 niños africanos con edades comprendidas entre los 3 meses y los 19 años. Procedían de seis países distintos: República Democrática del Congo, Ghana, Kenia, Nigeria, Sudáfrica o Uganda.
Todos fueron diagnosticados con COVID-19 y hospitalizados por esta causa, aunque una cuarta parte de ellos tenían patologías previas que pudieron complicar la enfermedad.
En 18 de ellos se confirmó la existencia de síndrome inflamatorio multisistémico. Esta es una complicación grave del coronavirus que se da cuando la acción del sistema inmunitario genera múltiples y potentes respuestas inflamatorias por todo el cuerpo. Se sabe que es una de las complicaciones causantes de la mortalidad infantil, por lo que es importante detectarla.
Al analizar la situación de cada paciente, se vio que un 34,6% de los niños africanos hospitalizados ingresó en una unidad de cuidados intensivos (UCI) o requirió oxígeno suplementario. Además, el 21,2% necesitaron ventilación mecánica tras el ingreso en UCI. Lamentablemente, también hubo 39 niños que murieron y eso supone un 8%.
Es una cifra preocupante, mucho mayor que la de otras partes del mundo, incluso con proporciones comparables de niños con factores previos de riesgo.
Esto, según ha explicado en un comunicado el autor principal del estudio, Jean B. Nachega, puede deberse a que en esos países los médicos, instalaciones y equipos especializados para cuidados intensivos pediátricos son “limitados o inexistentes”. Como resultado, los pequeños enfrentan un riesgo de mortalidad más elevado. Una probabilidad que además es mayor en bebés. Y es que se ha visto que los niños africanos menores de un año resultaron tener un riesgo de morir cinco veces mayor que el de los adolescentes con edades entre los 15 y los 19 años.
Las ansiadas vacunas del coronavirus
Por supuesto, Nachega y el resto del equipo recuerdan que todo esto podría solventarse si los niños africanos tuvieran un mayor acceso a las vacunas del coronavirus.
Y para eso las dos soluciones son que la patente de las vacunas se haga pública o que los países con más acceso a ellas donen parte de las que reciben. De momento se ha optado por esto último, gestionado por la iniciativa COVAX.
Algunos países están cumpliendo con su parte del acuerdo. Otros no tanto. Y el resultado es que, de momento, solo el 5% del continente africano tienen ya la pauta de vacunación completa.
En España, por ejemplo, se habían donado a 5 de enero 17,7 millones de dosis, tanto al continente africano como a otras partes del mundo con menor acceso a las mismas. Hoy sabemos también que se han donado otros 2,2 millones a los refugiados afganos en Irán.
Mientras tanto, sigue la campaña de vacunación a la población. Tanto con la tercera dosis como con grupos no incluidos hasta hace poco, como los niños. Y no debemos olvidar que, aunque los nuestros tienen una mortalidad menor que la de los niños africanos, los riesgos no son inexistentes. De hecho, en territorio español han sido ya varias las comunidades autónomas que han alertado de un preocupante aumento de las hospitalizaciones infantiles a causa de la COVID-19.
Por lo tanto, los más pequeños de la casa también tienen un riesgo que puede disminuir con ayuda de la vacuna. No es tan grande como el de los adultos, pero existe. Aunque, por supuesto, los padres serán siempre los que tengan la decisión de autorizar que se les vacune o que no. El problema es que en África, por mucho que los padres quieran, no siempre tienen la libertad para tomar esa decisión. Desde el principio lo han dicho todos los expertos. Para salir de la pandemia la clave está en vacunar, vacunar y vacunar. Pero por desgracia la parte de hacerlo en todo el mundo no nos está saliendo nada bien.