El actual revival del musical parece alcanzar su punto más alto con la adaptación de West Side Story de Steven Spielberg. La adaptación de la mítica película de Robert Wise y Jerome Robbins de 1961 es un despliegue a gran escala de técnica y sensibilidad cinematográfica. La historia de los amantes desventurados rodeados de espléndidas coreografías y una banda sonora icónica se reinventa para una nueva generación desde la emoción.
Spielberg ha sabido combinar una puesta en escena de formidable y una historia conmovedora para crear la que es quizás una de las películas del año. Además, subsana con cuidado los conocidos problemas de guion y de ritmo de la original. Su versión de West Side Story es una cuidadosa mirada al legendario musical, pero llevado un terreno novedoso. Ya no se trata del enfrentamiento entre la identidad regional o étnica. En realidad, la película está más interesada en el sentido de la pertenencia.
Lo muestra con un despliegue de recursos inteligentes para narrar una historia, que a la distancia puede ser inocente. ¿Cómo adaptar esta lucha por el amor y un profundo sentido del arraigo para una nueva generación? Spielberg toma la decisión de construir una cápsula del tiempo en la que la ambientación es un hilo conductor amable. También de analizar las motivaciones de sus personajes desde lo conmovedor.
Por supuesto, la música y el baile son protagonistas en una experiencia inmersiva y sensorial. Desde las complicadas coreografías hasta la sensación de obra teatral a gran escala. El film del director juega con la iluminación, la escenografía y la mirada de la cámara para crear una consistente visión atemporal. West Side Story es tan pertinente como poderosa en lo visual y argumental.
El alumno supera a todos los maestros con 'West Side Story'
Este año, En el barrio de Jon M. Chu levantó controversia por su elección de casting y el tema de la raza en Norteamérica. Steven Steven acierta en West Side Story. Su elección de un amplio elenco con preeminencia latina hace que la película de inmediato adquiera otro sentido sobre la identidad. Desde la debutante Rachel Zeigler como María hasta la aparición especial de Rita Moreno. La percepción sobre lo racial toma otro peso, pero además se desmarca de cualquier polémica añadida.
La West Side Story de Steven Spielberg dedica un considerable cantidad de esfuerzo visual a relatar quiénes son sus personajes. Si la versión del ’61 dialogaba como podía con temas espinosos como la raza, la nacionalidad y el prejuicio, Spielberg optó por un discurso mucho más interesado en profundizar en los mundos interiores de sus personales. El resultado es una película ágil, profunda y bien construida que supera con creces a la versión original.
Ya no se trata solo de talentosos bailarines y cantantes que llenan con su talento las calles de una Nueva York idílica con pesares inocentes. El musical de Spielberg es un recorrido brillante por el hecho de lo espiritual, el amor, el orgullo y la vida. Y aunque la película, un homenaje cuadro a cuadro a su icónica predecesora, no es un producto genérico o una copia afortunada de uno mayor. El foco narrativo ya no está concentrado (o al menos, no tanto), en lo que separa a María (Rachel Zeigler) y Tony (Ansel Elgort). Spielberg mira a sus personajes con una amabilidad sensible, pero también con una intuitiva inteligencia.
El argumento mil veces narrados sobre un amor imposible, tiene sus propias pautas y dinámicas. West Side Story es un estudio sobre Nueva York en plena transición de lo antiguo a lo nuevo. En una época en que los musicales son una mezcla de la mirada exultante sobre la ingenuidad, West Side Story brilla y conmueve. El film recuerda que el cine de alto calibre regresó de pleno a las salas. También es una mirada al Spielberg maduro que deja claro su amor por el séptimo arte. Sin duda, uno de los méritos invisibles, pero más emocionantes, de esta gran oda al lenguaje cinematográfico.