Es probable que dentro de unos años se estudie cómo el streaming ha influido en la experiencia cinematográfica. Se describe el contexto previo, el actual y el que se esté desarrollando en el momento de la investigación. Más que un ejercicio nostálgico, será algo necesario para intentar comprender cuánto de la mirada del espectador se ha modificado, para bien o para mal. En esa búsqueda, parece descabellado pensar que Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino, no formará parte de la muestra. 

Fue la mano de Dios, así como El Irlandés, es de las producciones que elevan el perfil de la plataforma de Netflix. No solo por el nombre del director, una de las voces cinematográficas más destacadas en la actualidad. Sino también por todo cuanto involucra su realización. Es ahí donde entra la curiosidad en relación con la experiencia cinematográfica porque Fue la mano de Dios es, sobre todo, una película para enamorarse del cine y la atmósfera que se puede construir dentro de esa caja negra que es la sala.

Paolo Sorrentino, en un trabajo más referencial, cuenta cómo Fabietto Schisa decide que quiere ser cineasta. En el medio de una decisión que puede pasar como algo menor, en especial si se ignora el tono autobiográfico que busca el director, Fue la mano de Dios se convierte en un tratado sobre Nápoles. Sorrentino, usando una historia personal, logró contar la forma de vida de una comunidad. La película es un documento para quienes no conocen esas costas y sienten curiosidad por la forma de ser del sur. Aunque eso podría bastar, la buena noticia es que no es todo. 

Fue la mano de Dios y los matices de la obra de Paolo Sorrentino

Como ocurrió con El Irlandés, no se descarta que Fue la mano de Dios sea vista como una película lenta o que no cuenta algo rimbombante, en apariencia. Son tiempos, estos del streaming, de relatos mucho más directos, de tener todo al alcance de un click o al deslizar un dedo. Una época en la que el entretenimiento invade casi cualquier espacio, si es acompañado con explosiones y risas desde el primer momento. 

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El relato de Sorrentino es lo opuesto a eso. Su activación en otro registro no lo aleja del entretenimiento, incluso de la risa a mandíbula suelta. Solo que el abordaje de esas posibilidades es mucho más sutil. No son un recurso fácil para seducir al espectador sino que forman parte de un entramado de referencias, mensajes y hechos que contribuyen a la construcción de la obra. En el medio se retrata a la familia napolitana, se exploran los primeros deseos de la adolescencia, los ídolos de una época y el lado áspero de la vida. 

La gran belleza (2013), Youth (2015) y Fue la mano de Dios cuentan con personajes tan entrañables como jodidos. Como si se tratara de un ensayo sobre la condición humana, Paolo Sorrentino los aprovecha para mostrar los matices de la vida. Sin artilugios porque su cine es literatura de alto vuelo. 

Cuando las pantallas de la casa se quedan pequeñas

Por lo anterior, la manera de verla resulta extraña. Por los planos, el manejo del color, el valor de los detalles gestuales, el sonido, y un puñado de razones más, Fue la mano de Dios es una película hecha para cine. ¿Acaso todas las películas no lo son? No. Misión Rescate, otra notable película que se puede ver en Netflix, se disfruta a la perfección en el ordenador o conectada a una TV. No es menos por eso. Pero narraciones como la de Sorrentino reclaman otro espacio para el disfrute total de la experiencia que propone el director.

Fue la mano de Dios - Paolo Sorrentino - Crítica

La otra cara de lo anterior, del debate sobre los hábitos de consumo, la experiencia cinematográfica y el espectador, es que quizá la película no llegaría a tantos lugares de no estar en Netflix. Entonces, dentro de lo posible, y si cabe una recomendación acá, lo ideal sería verla en el cine y luego volver a verla una y otra vez en la plataforma. En Fue la mano de Dios hay un poco de cada quien, porque por muy miserable que haya sido una vida también hay algún destello de belleza y por muy fascinante que haya sido otra también tiene algún momento miserable. 

Esas dualidades las ofrecen, de manera notable y conmovedora, Teresa Saponangelo y Toni Servillo, los protagonistas junto con Filippo Scotti. A través de ellos se exploran los distintos temas y nudos del relato, con Diego Maradona atravesando casi todos ellos por el impacto que tuvo en la vida de Paolo Sorrentino y en la de una región de Italia. A su manera, quizá sin quererlo, Sorrentino se ha convertido en un documentalista formidable del jugador. Fue la mano de Dios es un guiño al personaje y también un acierto cuando se trata de explicar algunas cosas de la vida: suceden por razones insospechables. Entre tanta incertidumbre, películas como la de Sorrentino son un refugio.