La serie de Netflix Perdidos en el espacio luchó durante dos temporadas con sus fallas más evidentes. Desde sus reales problemas de guion, una historia cliché sin mayor interés y personajes planos. El remake del conocido programa televisivo era una colección de problemas que se extendieron para hacerse más complicados. En especial, cuando no encontró la manera de ser algo más que un show genérico que usaba los códigos de ciencia ficción sin habilidad. 

La tercera temporada tenía la misión de dotar a la historia de identidad. O incluso de brindar cierto interés a una narración superficial y monótona con más momentos bajos que altos. Pero no lo logra y además termina por derrumbarse en una serie llena de desaciertos argumentales y visuales. La temporada final de Perdidos en el espacio es un trayecto por lugares comunes. Lo que es aún peor: reafirma la condición del programa de producto derivado sin mayor intención que hacer uso de la nostalgia. 

La mezcla de giros predecibles, una narración trivial y personajes que se desdibujan a medida que avanza la trama conducen a un final decepcionante. Uno que además deja claro que la ficción jamás logró distanciarse de la producción de origen o encontrar su propia voz. A pesar de sus intentos y una segunda temporada que remontó con esfuerzo la primera, la última temporada de Perdidos en el espacio se desploma por completo de nuevo. Para su capítulo cierre es evidente que fue una oportunidad fallida que tuvo pocas oportunidades de remontar la cuesta. 

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'Perdidos en el espacio' y las malas decisiones de un guion blando

Para su última temporada, finalmente el gran destino de llegar a Alpha Centauri de la expedición encabezada por los Robinson se cristaliza. Pero lo hace en las peores condiciones posibles. En los últimos episodios de la anterior temporada, la familia tomó destinos separados. Y de hecho, esa separación forzosa y artificial es uno de los tantos puntos bajos del final de la aventura. 

Will y Judy Robinson terminan por convertirse en líderes casi por accidente. Con la evidente intención de emular otras tantas ficciones de niños que lideran situaciones de desastre, Perdidos en el espacio les encumbra como cabezas visibles. Pero el intento sabe a poco y debe lidiar con el hecho que la línea argumental no se sostiene bajo ningún aspecto. Lo mismo sucede con las dificultades que atraviesan y el hecho mismo del centro argumental de la temporada.

No hay mayor interés en mostrar su preocupación, miedo o urgencia

La reparación del Júpiter 2 se convierte en una misión a escala suicida. Y si bien, el argumento encuentra la manera de resolver el problema de plantear una misión complicada en las peores condiciones, la premisa se derrumba. Lo hace por la torpeza del guion al plantear el miedo, la desesperanza y al final, el reto de una circunstancia semejante. De nuevo, Perdidos en el espacio está más interesada en mostrar tropos desgastados de ciencia ficción que contar alguna cosa.

Lo mismo ocurre con sus padres Maureen y John. Ambos recorren el universo en un intento de reparar Júpiter 1 y rescatar a sus hijos. Pero no hay mayor interés en mostrar su preocupación, miedo o urgencia. El argumento tiene verdaderas dificultades en establecer la noción sobre el dolor, la ausencia o la pérdida. Más interesada en mundos renderizados en brillantes tonos pastel, Perdidos en el espacio se torna monótona apenas debe concentrarse en algo más que el apartado visual. 

Ambas historias están destinadas a converger y lo hacen. Pero el apresurado desarrollo del guion, provoca que no lo hagan de la manera más inteligente o efectiva. Para su cierre — edulcorado, lineal y tedioso — la serie completa un camino complicado que le llevó esfuerzos finalizar. Un esfuerzo desordenado que convierte a Perdidos en el espacio en una oportunidad perdida para una correcta Space Opera televisiva. 

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