La serie de Netflix Rumbo al infierno se enfoca en el primigenio miedo a la muerte. Pero lo hace desde un punto de vista distinto y fresco, que la hace especialmente terrorífica. ¿Alguna vez te has preguntado qué ocurriría si supieras cuándo y de qué manera vas a morir? La serie de Yeon Sang-ho (Tren a Busan) lo plantea no como una interrogante filosófica, sino como una terrorífica escena de terror. Y esa es su mayor fortaleza.
Pero lo hace, además, desde el hecho que esa certeza del cómo y cuándo perderán la vida sus personajes, se transforma en parte de un evento social a gran escala. Ya no se trata de una predicción individual, sino toda una ciudad bajo el asedio de un terror primitivo imposible de comprender de inmediato. La muerte convertida en criaturas sobrenaturales que atraviesan Seúl para asesinar ante los horrorizados ojos de los transeúntes.
La premisa del programa plantea el hecho del miedo mezclado con el instinto de supervivencia. Además, se apoya en la posibilidad de sostener lo inexplicable desde la percepción de lo violento. ¿Qué ocurre cuando todo el que amas, forma parte de tu vida y conoces morirá? Rumbo al infierno alcanza entonces una escala colosal, una tragedia con tintes sobrenaturales que abarca el mundo con una rapidez de pesadilla.
'Rumbo al infierno' y el terror invisible
En sus seis capítulos, Rumbo al infierno basa su efectividad en construir un escenario apocalíptico que sucede de manera progresiva. Mientras sucesos de naturaleza violenta, brutal e inexplicable atraviesan una desprevenida Seúl, los personajes hacen frente a su propia incredulidad y preguntas.
La combinación es inquietante y efectiva. La ciudad surcoreana, con su aire ultra moderno y radiante, es el escenario improbable de una circunstancia casi mitológica. Con cientos de miles de teléfonos móviles grabando los sucesos y las escenas sangrientas volviéndose virales, también se trata de un hecho cultural.
Rumbo al Infierno toma decisiones brillantes al momento de reflexionar sobre las reacciones a hechos inevitables y por necesidad, mortales. De la misma manera como si se tratara de un Tsunami o un terremoto violento, la aparición de entes asesinos despierta un terror esencial. Se propaga como infección, crea la sensación que el mundo entero sucumbirá a la violencia.
Yeon Sang-ho, que en Tren de Busan explotó el lado humano de un epidemia zombi, logra con Rumbo al Infierno algo semejante. Pero ya sea porque se trata de un formato episódico o porque la historia es más poderosa, el resultado es más efectivo. Rumbo al infierno resulta no solo aterrorizante, sino que juega con los códigos del cine de terror para crear una violenta percepción sobre lo humano.
El infierno espera y quizás es más humano de lo que parece
La muerte acecha, pero también las víctimas inmediatas y futuras. El escenario de una ciudad bajo el asedio del más antiguo enemigo del hombre se convierte en horror puro. El odio y el amor, los enfrentamientos callejeros consumen a los sobrevivientes. Y es entonces, cuando la serie logra sus mejores momentos, los más temibles y quizás, hitos en relatos semejantes.
Mientras la civilización cae y los horrores del infierno se desatan en una ciudad moderna, el foco principal de la serie sigue siendo uno. ¿Cómo enfrentar la propia mortalidad?¿Cómo asumir la fugacidad de la vida, la caída de cualquier esperanza, la concepción de la destrucción de todo lo conocido?
Rumbo al infierno no brinda respuestas sencillas. Tampoco lo intenta. Pero deja al espectador la principal connotación sobre lo terrorífico. La vida como la conoces puede derrumbarse de un instante a otro. Y esa certeza — que palpita bajo los códigos del cine de terror que Yeon Sang-ho utiliza con habilidad — es más violenta que cualquier otra.