Antes de comenzar a ver Dopesick: historia de una adicción, conviene ser consciente de lo siguiente: durante 2019 murieron 136 personas en Estados Unidos cada día debido a una sobredosis de opioides. En promedio, esa causa equivale al 70% de las muertes por sobredosis en ese país. Ese es parte del contexto en el que se adentra esta serie de Hulu y que Disney distribuirá en distintas regiones. La producción está en inspirada en el libro Dopesick: Dealers, Doctors and the Drug Company that Addicted America de Beth Macy (2018) de Beth Macy. Se trata de un relato doloroso, pero no explícito, que aborda la temática con mucha sutileza sin dejar de ser crítico.
Para acompañar un relato de semejantes dimensiones, Dopesick cuenta con un reparto de actores sólidos encabezado por Michael Keaton (Dr. Samuel Finnix), Michael Stuhlbarg (Richard Sackler) y Rosario Dawson (Bridget Meyer). A través de ellos, junto con Peter Sarsgaard (Rick Mountcastle), Will Poulter (Billy Cutler) y Kaitlyn Dever (Betsy Mallum), se canalizan las distintas etapas de la problemática. Esto involucra desde las grandes compañías farmacéuticas hasta el doctor de un pueblo olvidado por Dios, pasando por los visitadores médicos, abogados y cuerpos de seguridad que perciben algo extraño.
Si se tratara de elegir un personaje por sobre otro, se podría reflexionar largo y tendido. Cada uno sostiene una parte importante del relato. Uno y otro se hacen imprescindibles. Eso es un triunfo de la serie: ningún personaje tiene un rol menor dentro del gran relato; incluso quienes no tienen mayor espacio, al menos durante los tres primeros capítulos (de un total de 8) encuentran sentido durante algún momento. El mensaje de Dopesick es claro: la problemática resuena en todos de una u otra manera.
'Dopesick', las adicciones y las comunidades estigmatizadas
Hasta este punto, Dopesick podría entenderse como un relato monotemático sobre la adicción. De ser así, bastaría. El drama es tan complejo como pertinente. Sin embargo, el relato no se queda solo ahí. La serie, creada por Danny Strong, con la producción ejecutiva de Michael Keaton, toma distintas perspectivas para darle diversas dimensiones a la trama inicial. El acierto hace que la narrativa tenga múltiples ramificaciones, que en este caso conviene entender como consecuencias.
Dentro de ellas, al menos hasta el tercer capítulo, las más evidentes son las siguientes:
- El impacto de la medicina en pueblos remotos.
- El lado conservador de la sociedad estadounidense.
- Parte de la problemática que atraviesa la comunidad LGTBIQ+ (y su relación con el punto anterior).
- Los pulsos éticos presentes en profesiones como la de visitador médico.
Todas ellas se integran a través del principal argumento, las adicciones por opioides en Estados Unidos. El detalle es que la realidad de cada uno de los involucrados hace que ese eje narrativo tenga distintas consecuencias. Por tanto, se establece una suerte de álbum sobre las distintas víctimas, mientras los responsables de la producción de ese tipo de medicamentos se encuentran ajenos al drama.
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La crítica a las corporaciones farmacéuticas
Dopesick: historia de una adicción expone parte del universo que son las Big Phama. Aunque puede que el actor Michael Keaton se lleve las mejores críticas, con razón, no es el único que merece reconocimiento. Michael Stuhlbarg, interpretando a Richard Sackler, logra un personaje tan intimidante como preocupante. Él es el principal responsable del fármaco que está generando la adicción. En su afán por resolver pendientes personales, se entrega a la causa de posicionar la droga sin reparar en ningún aspecto. Esa dualidad, lo frágil de la persona y la ambición despiadada del empresario, componen un rol importante muy bien interpretado.
La crítica inicial, desarrollada a través de la exposición de los métodos de las compañías (campañas y manipulaciones a los visitadores médicos), tiene una resonancia local. Se trata de una historia ubicada en Estados Unidos. Sin embargo, profundiza un poco mediante el contraste con Alemania, donde hay una serie de políticas y normas que impiden que este tipo de prácticas se desarrollen como en Estados Unidos, según la serie. El cuestionamiento no se queda ahí. En un par de líneas, hablan de un problema cultural que, quizá, daría para otra serie. Todo esto se maneja con saltos temporadas efectivos y una fotografía notable. Cada detalle está bien cuidado dentro de esta producción.
Aunque en un principio el ritmo Dopesick es lento, denso y necesario para presentar los personajes y pintar el contexto, va creciendo hasta generar una suerte de vacío para el siguiente episodio: "quiero verlo". Sí, como si se tratara de una droga. Solo que es esta va directa hacia distintas reflexiones posibles sobre el que, quizá, sea uno de los problemas de salud pública más importantes en la actualidad.