En 2018, Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, estuvo a punto de convertirse en la primera ciudad del mundo sin agua. Las autoridades locales dieron un ultimátum a su población, avisando que si en 3 meses no lograban reducir lo suficiente su consumo se cortarían los suministros, que irían solo a hospitales y otros servicios básicos. Los motivos fueron muchos, algunos tan obvios como una dura sequía que se alargó durante varios años. Pero también otros mucho más curiosos e inesperados, como la influencia de algunas especies invasoras de plantas.
Afortunadamente, la situación fue reversible, pero quedó como recuerdo de lo grave que puede ser no tomar medidas a tiempo. De momento ninguna ciudad ostenta el título a la primera en quedarse sin agua, pero más tarde o más temprano llegará. Por eso, aprender de lo ocurrido en Sudáfrica puede ser una idea más que buena. Desgraciadamente, algunas cosas son difíciles de solucionar ya, pero para otras estamos a tiempo, como demostraron los capenses.
Medidas drásticas para no quedarse sin agua
Para marzo de 2018, los embalses de Ciudad del Cabo se encontraban por debajo del 30% de su capacidad. Además, de esa agua que aún quedaba, menos del 20% se podía utilizar.
La situación era muy grave, ya que si se quería conservar el agua para abastecer servicios básicos y poder mantener la agricultura y la ganadería sería necesario privar a la población de ella.
Por eso, se optó por poner un límite a la cantidad de agua que podía consumir cada vecino. Hasta entonces, en esta ciudad de Sudáfrica se habían estado consumiendo unos 87 litros diarios por persona, lo cual supone un total de 600 millones de litros al día en todo su territorio. Inicialmente se decidió restringir el consumo por personas a 50 litros al día, pero más tarde se redujo aún más.
Cada habitante tendría que acudir a por su agua a puntos colectivos, en los que se vigilaría que nadie se llevara más de 25 litros al día. Poco más de lo que supone una ducha. Ese era el máximo; aunque, por supuesto, se invitaba a cada vecino a consumir aún menos. Por suerte, esta medida fue suficiente, los embalses se recuperaron y, ahora, tres años después, esta ha dejado de ser una preocupación tan grave. Ahora bien, ¿cómo pudo ser que llegaran a esa situación?
Sequía y especies invasoras
En los años anteriores a 2018, esta ciudad de Sudáfrica había visto aumentar su población bruscamente en un 50%. Esto, lógicamente, requería un consumo de agua mucho mayor que el que se había producido hasta el momento.
A eso se le sumó una intensa sequía, que se alargó durante tres años, arrojando los niveles de agua en las presas hacia mínimos históricos. El cambio climático estaba mostrando dolorosamente sus garras. Pero eso no es todo.
También algo tan aparentemente inocente como la presencia de especies invasoras de plantas estaba detrás de un consumo de agua desmesurado. Es, por ejemplo, el caso del pino y la acacia negra. Según explica en su libro Historia de las especies invasoras el biólogo Ángel León Panal, se calcula que estas plantas pueden consumir 100 millones de agua al día. Es una parte muy importante del consumo total de la ciudad; por lo que, si bien no se pueden señalar como únicos culpables, sí que son unas piezas importantes en el rompecabezas que explica por qué esta ciudad estuvo tan cerca de batir un triste récord.
¿Se puede hacer algo para evitar todo esto? Por supuesto, se deben mantener y aumentar las medidas implementadas para combatir el cambio climático. Pero sin olvidar el papel de las especies invasoras. Hay invasiones, tanto de animales como de plantas, que ocurrieron muchos años atrás y ya son muy difíciles de solventar. Pero, al menos, es importante prestar atención a sus poblaciones. Y es que detalles tan aparentemente insignificantes pueden estar detrás de hitos tan dramáticos como lo que casi ocurrió en esta ciudad de Sudáfrica.