Para la película Demonic de Neill Blomkamp, el sueño es un paisaje en disputa. O lo que es lo mismo, el terror contenido en un estado entre la vida y de la muerte al que puede dársele cualquier significado. La premisa, analizada con éxito en films como The Cell (2000) de Tarsem Singh y Tim Iacofano, resulta Demonic un despropósito.

Lo es porque parece incapaz de subvertir el problema básico de premisas semejantes. En lugar de racionalizar y conferir significados a espacios abstractos en los que puede ocurrir cualquier cosa crea una versión de la realidad distorsionada. Una además en el que el peligro es evidente, se maneja con torpeza y en la que los tropos del terror se muestran de forma débil. 

El director, cuyo último film Chappie recibió todo tipo de críticas, regresa con una propuesta débil que carece de personalidad. Peor aún, es una combinación de tópicos que se entremezclan entre sí sin mayor acierto y sustancia. El problema más grave de una película que intenta narrar cinco o seis historias a la vez es que no se decide por ninguna. Y al no hacerlo crea un plano amplio en el que es incapaz de mostrar la premisa al completo. 

Demonic tiene una considerable ambición. Blomkamp decide profundizar en la posibilidad de usar la tecnología para enfrentarse a lo abstracto y a sobrenatural. De hecho, toda la película basa su posible efectividad en el hecho de asumir que lo inexplicable es otro espectro de la ciencia. Solo que en este caso no ha sido descubierto, analizado, profundizado o incluso comprendido en toda su amplitud. Pero si la combinación entre ciencia y fe podría tener un buen resultado al mezclarse desde sus extremos, Blomkamp hace exactamente lo contrario.

La nebulosa premisa termina por ser una confusa línea que no se define con claridad. Y aunque eso podría apuntalar la trama sobre lo ambiguo y el doble discurso acerca de la realidad, Blomkamp no tiene la suficiente habilidad para hacerlo. Incluso cuando el film intenta remontar sus puntos más bajos y narrar lo extravagante de la posibilidad una realidad alternativa, termina por desplomarse en incongruencias. Sin sentido, sin forma ni tampoco coherencia, Demonic es una cápsula desordenada de premisas que chocan entre sí. 

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El mal y el bien en medio de la tecnología

Cuando Carly (Carly Pope) tiene una pesadilla con su madre Angela (Nathalie Boltt), la película establece el tono de su premisa. Se trata de una buena decisión que permite al argumento tantear en apariencia varios puntos a la vez. Por un lado, está la mirada inquieta y desconcertada de Carly sobre Angela y los secretos que oculta. Por otro lado, la forma en la que el film jugará con las fronteras entre el género de ciencia ficción y el de terror. 

Después de todo, se trata de una mirada a lo que ocurre dentro de los espacios de la mente. Una premisa que podría extenderse en todas direcciones. A diferencia de los espacios oníricos, los que tendrá que recorrer Carly después de un singular descubrimiento tecnológico, no son del todo fiables. Angela yace en coma y su inconsciencia es una incógnita. De modo que la película se plantea preguntas inquietantes que bien construidas podrían ser más que señuelos de lo terrorífico. De hecho, la narración trata de basar su efectividad en el terreno oscuro en que la madre e hija se encontrarán a no tardar. 

¿Qué esconde la mente de Ángela? ¿Qué se oculta en medio de lo que parece ser un espacio sin nombre? Blomkamp podría hacer mucho más que insinuar el origen de lo terrorífico, pero se limita a detallar lo tecnológico. Y es entonces cuando la película pierde fuelle e impulso. De ser un posible recorrido por el dolor, los lugares psíquicos y lo inexplicable, la película decae hasta convertirse en un recorrido frenético visualmente confuso. 

Blomkamp parece tener verdaderos problemas para ensamblar la forma en que Ángela y Carly se comprenden una a la otra o al menos, contra lo que tendrán que enfrentarse. La combinación entre reflexiones filosóficas (las hay en gran cantidad y en momentos inusuales) y el horror, termina por ser incomprensible. Para cuando comienza su segundo tramo, es evidente que la película no tiene demasiado que mostrar más allá de un salto vertiginoso ideas sin conexión. 

La mente y otras sombras temibles

Por años, los jugadores de video han recorrido paisajes sustancialmente parecidos a los que muestra Blomkamp. De hecho Demonic tiene un parecido más que casual con Assassin’s Creed y su naturaleza híbrida entre recuerdo y experiencia. Pero al contrario de argumentos mucho más elaborados relacionados con la consciencia, la razón y la identidad, el film carece de profundidad.

De hecho, pasa buena parte de su último tramo, esforzándose por tratar de sostener una historia que se hunde en su incapacidad para unir trozos de información. Lo más preocupante es que para su última escena, Blomkamp parece tan poco inspirado como para brindar un final ambiguo, en una película que atraviesa territorio de nadie. Con varias puertas abiertas a terrenos más interesantes Demonic termina por solo avanzar de forma tediosa hacia lo genérico y lo rutinario.

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