La adolescencia como recurso narrativo tiene una extensa historia de producciones estadounidenses. Esa etapa de la vida, a ratos ridiculizada y en otras explotada de forma efectiva (como en la serie de Netflix Sex Education) sirve de vehículo para que los directores y guionistas se animen a contar casi cualquier historia. El entorno en el que suelen desarrollarse permite alguna otra libertad, con instituciones académicas en las que conviven distintos tópicos. En ese marco, el director Simon Barrett desarrolló Séance (2021), parte de la cartelera que se puede disfrutar en el Festival de Cine de Sitges

Séance es la primera película que Simon Barrett dirige, después de participar en varios proyectos como guionista. Algunos de ellos, como V/H/S (Adam Wingard, 2012), han trascendido. Dentro de sus trabajos previos también se pueden encontrar títulos como Temple (2017), Blair Witch (2016) y The Guest (2014), en los que fue parte del equipo de guionistas. En el caso de Séance, Simon Barrett no sólo la dirige sino que también la guioniza. Teniendo en cuenta eso, se trata del proyecto personal más ambicioso del realizador.

Séance cuenta la historia de un grupo de chicas que realiza un ritual para evocar el espíritu de una estudiante que murió. Ese evento desencadena una serie de hechos, incluyendo la llegada de Camille Meadows (Suki Waterhouse) a la Academia Edelvine, una prestigiosa institución. Camille se relaciona de forma tosca con las chicas que realizaron el ritual y entonces la película comienza a ofrecer distintas especulaciones en relación con otras muertes que se producen. Sin embargo, deja más sensaciones encontradas que aspectos a destacar. 

Los problemas de 'Seance'

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La mayoría de los inconvenientes de Séance parten de un guion que resulta predecible en casi todas sus fases y, cuando no, las resoluciones de los nudos no son efectivas. Por el contrario, la manera de atenderlos trastoca su fin, ser un film de terror. El misterio y la curiosidad durante la adolescencia son potenciales valiosas dentro de las narrativas estadounidenses. Pero su uso también entraña un riesgo: repetirse o no ofrecer nada distinto. 

Puede que Simon Barrett intentase resolver lo anterior atribuyendo a su protagonista, Camille, un rol que con el pasar de la producción parece ser el de una antihéroe sacada de las historietas de DC. Pero entre su llegada al instituto y el desarrollo de su personaje hay una serie de hilos que no fueron tomados. Por tanto, la principal historia que ofrece el relato no es efectiva. Las otras, vinculadas de forma estrecha con ésta, tampoco alcanzan su mayor potencial. 

Por el contrario, son penalizadas por los giros de tuerca que debilitan toda la producción con resoluciones obvias y, en algunos casos, inverosímiles. Es válido sospechar que el pacto ficcional se puede expandir más allá de lo normal en el caso de las películas de terror. Sí. Pero ese requerimiento debe estar justificado para que seduzca al espectador, no para que le imponga cuestiones que no tienen mayor relación o sentido dentro de la historia de Séance

Eso empaña el trabajo detrás de cámara de Simon Barrett en Séance, correcto y acertado en algunos juegos, pero condicionado por una historia que de forma progresiva va perdiendo los valores con los que se presenta o alterando el peso de algunos temas tocados, como el bullying, haciendo que pasen por debajo de la mesa o queden ridiculizados.

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