Un amante de las armas de Florida ha estado a punto de destruir un fragmento de roca de Luna que llevaba muchos años desaparecida. Este podría parecer el inicio de una película de las que ponen los fines de semana a la hora de la siesta. Pero no, es un hecho real, que acaban de dar a conocer desde CollectSpace.
Afortunadamente, la historia ha tenido un final feliz, pues el coleccionista en cuestión se dio cuenta a tiempo de lo que estaba pasando. Por desgracia, la pérdida de otras muestras de roca de Luna que volvieron a la Tierra no ha tenido un final tan feliz.
De hecho, muchas siguen aún en paradero desconocido, tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Pero vayamos al principio. ¿Por qué hay tantas rocas lunares distribuidas por el mundo? Y, más importante aún, ¿qué sabemos del destino que tomaron?
Rocas de Luna para celebrar una victoria de la humanidad
Con el Apolo 11, el ser humano pisó por primera vez territorio selenita. Fue la NASA la que lo logró, pero quisieron hacer partícipe de ello a todo el mundo, por lo que se decidió repartir algunas muestras de roca de Luna, tanto por todos los estados de su nación como por varios países del resto del planeta. La entrega se hizo junto a unas placas conmemorativas en las que también había una pequeña bandera del lugar en cuestión, que previamente había viajado al espacio junto a los astronautas.
Este reparto de obsequios se hizo principalmente tras el éxito de las misiones del Apolo 11 y el Apolo 17, por lo que muchos de estos lugares deben contar con dos placas. Pero, por desgracia, en algunos solo queda una, en otros ninguna y en otros posiblemente sigan dentro de sus fronteras, pero nadie sabe dónde.
En el caso de España, por ejemplo, se sabe que la primera fue a la casa del entonces dictador, Francisco Franco. La segunda no se la quedó, al fin y al cabo ya tenía una. Por lo tanto, decidió dársela a su lugarteniente, el almirante Luis Carrero Blanco. Poco después tuvo lugar la sonada muerte de este último, por lo que su familia decidió donar el regalo del gobierno estadounidense al Museo Naval de Madrid. Por lo tanto, hay una que sí sabemos dónde está. Pero no pasa lo mismo con la otra. A día de hoy está en paradero desconocido. Solo se sabe que alguien intentó venderla en un museo británico y que, al parecer, la persona en cuestión era un marqués. Podríamos intuir de quién se trata, teniendo en cuenta que partió de los dominios de la familia Franco. Pero ese no es el objetivo de este artículo.
También han desaparecido las placas de otros países, como Rumanía y Malta. Y de varios estados de Estados Unidos, como Delaware, Michigan, Nueva Jersey u Ohio. Y también estaba desaparecida la de Luisiana, pero al menos esa ha podido recuperarse justo a tiempo, cuando podría haber sido destruida en manos de un coleccionista de armas.
Una placa inesperada
El protagonista de esta historia ha contado lo ocurrido a CollectSpace, pero no ha querido dar su nombre.
Sí que sabemos que es un amante de las armas y que acostumbra a comprar placas conmemorativas en subastas y anticuarios precisamente para satisfacer su afición. El contenido de las placas no importa. Lo que para él resulta valioso es la madera con la que normalmente están construidas, pues con ella su armero puede hacer bonitas empuñaduras para sus revólveres y pistolas.
No recuerda muy bien dónde compró esta placa, aunque cree que pudo ser en una venta de garaje. Estos eventos, que tanto hemos visto en series y películas, son habituales en Estados Unidos. En ellos, los propietarios de una o varias viviendas ponen en venta productos que ya no usan, normalmente en su garaje o su jardín, y sin ningún tipo de licencia. Los amantes de las antigüedades pueden encontrar verdaderas gangas en estos lugares. Y también nuestro coleccionista de armas, pues es bastante habitual que se pongan en venta viejas placas conmemorativas cuyos propietarios ya no valoran.
El coleccionista las guarda en cajas y, cuando necesita nueva madera, las saca para enviarlas al armero. Pero antes las lee. Y eso fue lo que salvó esta roca de Luna de desaparecer entre un montón de astillas. Al leerla, vio que se trataba de la placa que Luisiana había recibido tras la vuelta a Tierra del Apolo 17, en 1972. Y que en ella, además de la madera que él tanto ansiaba, había unos pequeñísimos fragmentos de roca dentro de una esfera de un material similar al metacrilato.
Al informarse, supo que, si bien la del Apolo 11 había aparecido en 2018 en un Museo de Ciencia y Arte de la ciudad de Baton, la del Apolo 17 seguía desaparecida. Pero la tenía él en sus manos, pues alguien se la había vendido, a pesar de que su venta estaba prohibida.
Inmediatamente se puso en contacto con la Oficina del Gobernador de Luisiana, que le remitió a su Museo Estatal. Desde allí le pidieron que la mandara por correo, pero él solo se quedaría tranquilo si llevaba algo tan valioso en mano. Fue lo que hizo y ahora, gracias a su generosidad, vuelve a estar donde debió estar desde un principio. En un lugar en el que cualquier habitante de Luisiana que lo desee pueda ir a visitarla. Perdió algo de materia prima para sus armas, pero ganó una curiosísima historia que contar. Teniendo en cuenta que dispone de cajas llenas de madera, se puede decir que el cambio ha valido la pena.