Mark Zuckerberg ha dicho este jueves que el cambio de nombre de Facebook a Meta se debe en parte a su devoción por la lectura de los clásicos grecolatinos. Algo habitual en hombres poderosos de espíritu ambicioso. Alejandro Magno dormía siempre con su copia de la ‘Iliada’ de Homero. Napoleón, por su parte, aprendió leyendo sobre historia, en especial las crónicas bélicas escritas por Julio César, que él mismo podría ser capaz de alcanzar las mismas cotas que los hombres a los que situamos en las cumbres de nuestros anales. A las ‘Meditaciones’ del emperador Marco Aurelio también han recurrido numerosos políticos.

Zuckerberg no es un emperador romano, ni un monarca. No es ni tan siquiera un político; pero ostenta más poder que la mayoría de ellos. Las grandes tecnológicas son los grandes imperios de Internet, y el suyo está a la defensiva contra varios frentes. Sabe que el declive de Roma comenzó cuando las fronteras se reforzaron en lugar de expandirse. Y su imperio ya ha llegado a todo el mundo. Poco más se puede conquistar. Facebook, a través de todas sus aplicaciones, llega a más de 3.000 millones de personas. Y, por si fuera poco, los jóvenes ven a Facebook como una aplicación de padres y madres. Ellos prefieren TikTok.

Si a este cóctel le sumamos lo manchada que está la marca Facebook desde el escándalo de Cambridge Analytica hasta la publicación de los ‘Facebook Paper’ pasando por el asalto al Capitolio, podremos entender mejor por qué es tan importante el ‘metaverso’ para Zuckerberg y el cambio de nombre de la compañía a Meta.

El ‘metaverso’ es algo más que un mundo virtual

El ‘metaverso’ no es una aplicación o plataforma más. Es un ambicioso, arduo y largo camino por el que el fundador quiere transformar toda la compañía para que sus ambiciones no se vean lastradas por terceros. Pretende adoptar nuevas vías de ingreso más allá de aumentar la eficiencia del algoritmo para exprimir económicamente a sus usuarios y anunciantes con las que aumentar el esplendor de su imperio.

Será, por así decirlo, un Internet dentro de Internet. Y en ese Internet, al que se accede a través de gafas de realidad virtual o realidad aumentada, los límites ya no los establecerán compañías rivales como Apple y Google con sus teléfonos. Es una forma de meterte dentro de Internet en lugar de limitarte a observarlo.

«La cualidad que define al metaverso será la sensación de presencia, como si estuvieras allí mismo con otra persona o en otro lugar. Sentirse realmente presente con otra persona es el último sueño de la tecnología social. Por eso nos centramos en construirlo», dice Meta en su comunicado.

El ‘metaverso’, además fundamentarse sobre el valor presencial, está concebido para extenderse sobre tres pilares fundamentales: entretenimiento, socialización y trabajo. Allí, dice Zuckerberg, los creadores disfrutarán de nuevas oportunidades vendiendo ropa virtual, obras de arte o incluso cambios estéticos en los avatares —representaciones en 3D de los usuarios dentro del mundo virtual.

Esta es la clave. Concibe un imperio virtual donde toda transacción económica e interacción social ocurre a través de su plataforma. Y por cada una de ellas esperará, obviamente, obtener un beneficio. Ya no se limitará a «cobrar impuestos» mediante anuncios en su aplicación; podrá hacerlo a través de toda venta, anuncio y actividad desarrollada en su ‘metaverso’.

Por eso es comprensible su ambicioso, atrevido y arriesgado empeño. No sólo supondría salvaguardar el futuro de la compañía, sino que lograría, de nuevo, como hizo con su red social Facebook, amoldarlo su antojo. Un futuro que no se le escape de las manos.

Las excentricidades del líder

Pero de momento al consumidor y a la prensa esto del ‘metaverso’ todavía suena a chino. Parecen las excentricidades de alguien que anuncia aplicaciones, usos y potenciales mercados a diez años vista. El poco ‘software’ de realidad virtual que ofrece en la actualidad está reservado a un demográfico muy concreto para el cual es raramente útil. Son todo demostraciones con muchas cosas por pulir por un futuro que, en realidad, tal vez sólo las propias compañías deseen. ¿A quién le gusta tener reuniones de trabajo como para encima tener que ver a tu jefe gesticular con un muñeco 3D?

Epic Games o Roblox ya han coqueteado con la idea de que lo real y lo virtual confluya en un universo paralelo. Y con bastante éxito. Pero fuera de los videojuegos será más difícil vender al consumidor las ventajas de estar siempre conectado, viendo alertas de mensajes y recibiendo notificaciones de anunciantes constantemente dentro de su campo de visión.

Los empleados de Facebook señalan que el liderazgo de la compañía cada vez está más alejado de sus empleados, y que Zuckerberg se rodea de ejecutivos que aplauden sus decisiones, en lugar de contradecirlas cuando hace falta.

Zuckerberg está apostando el futuro de la compañía a una idea, una promesa, que no sabemos cuándo se convertirá en un producto real. Para muchos un delirio, una excentricidad. Un intento de volver a marcar el rumbo de Internet. Según su visión, será el culmen de su misión de «conectar el mundo». Pero, si encerrada en una aplicación dentro de una plataforma de terceros, el impacto negativo de Facebook ha sido tan grande en cuanto a polarización política y proliferación de discursos antivacunas. ¿Qué pasará dentro de su ‘metaverso’? Porque ahora leemos desinformación y discursos de odio en el móvil, pero allí nos podrán señalar y gritar. ¿Habrá ‘metapolicia’ también o sólo ‘metanuncios’ y ‘metaropa’?

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