Tratar la depresión no es fácil. Existen tratamientos, sí, pero en muchas personas no generan resultados, mientras que otras se acaban volviendo resistentes con el tiempo. Esto es un problema, pues las consecuencias de esta enfermedad pueden ser gravísimas si no se le busca una solución. Al fin y al cabo, nuestro cerebro puede ser nuestro peor enemigo si no se encuentra de nuestra parte. Por eso, un equipo de científicos de la Universidad de California San Francisco (UCSF) ha diseñado un tratamiento muy novedoso, que en vez de fármacos utiliza un implante en el cerebro para paliar los síntomas.

No es la primera vez que se hace algo así. El uso de implantes ya se ha estudiado para tratar otras enfermedades asociadas al cerebro, como el párkinson o la epilepsia. Incluso ya se ha usado anteriormente en depresión. Sin embargo, los resultados de los ensayos clínicos no fueron muy alentadores.

Ahora, en cambio, han conseguido desarrollar un nuevo procedimiento mucho más eficaz, al tratar la depresión de una paciente de una forma totalmente personalizada. Y es que, del mismo modo que la terapia psicológica debe ir enfocada a cada caso en particular. Al colocar un implante en el cerebro también se debe prestar atención a las regiones afectadas en cada persona. Ahí estaba la clave.

La importancia de tratar la depresión

Según la OMS, la depresión es la principal causa de discapacidad a nivel mundial. Afecta a unos 350 millones de personas en el mundo y se calcula que entre el 8% y el 15% de los seres humanos la padecerán en algún momento de su vida.

Además, en base a cifras de EFE Salud, un 43% de los pacientes abandona el tratamiento o no lo cumple como le ha sido prescrito. Esto, a veces, ocurre simplemente por hastío. Porque ven que, en realidad, no se encuentran mejor con el tratamiento. O quizás al principio sí, pero con el paso del tiempo todo vuelve a la situación anterior.

Es el caso de Sarah, una mujer de 36 años que lleva padeciendo episodios de depresión severa desde que era una niña. Lamentablemente, su caso se ha vuelto resistente a los tratamientos convencionales. Necesitaba un cambio drástico, por lo que decidió participar en los ensayos clínicos que estaba iniciando la UCSF para pacientes con depresión. En ellos, pretendían probar un implante en el cerebro totalmente personalizado, que respondiera a las necesidades de cada persona. Sarah fue la primera en participar y, como bien cuentan en el estudio sobre su caso publicado en Nature Medicine, los resultados fueron un éxito.

Un implante en el cerebro para cada paciente

Antes de diseñar el implante cerebral, estos científicos colocaron en el cerebro de Sarah una serie de sensores y electrodos, dirigidos a analizar cómo afectaba a su estado de ánimo la estimulación de diferentes áreas. 

El dispositivo detecta cuándo se están generando los síntomas y estimula el cerebro para evitarlos

Así, comprobaron que el lugar en el que se generaban cambios más positivos en su ánimo estaba en un punto, conocido como ventral capsula/ventral striatum. Pero una estimulación continua en esta región no sería la solución, pues la actividad cerebral de los pacientes con depresión es muy cambiante. Por eso, buscaron también el área cerebral en la que se detectaba un mayor número de cambios asociados a los síntomas depresivos de Sarah. Esta resultó ser la amígdala.

Por lo tanto, estaban ante un biomarcador, que sería la amígdala, y un circuito cerebral relacionado con la depresión. Esto les daba la información que necesitaban, pues bastaría con colocar un implante en el cerebro con electrodos justo en esos dos puntos. Uno que detecte cambios concretos en la amígdala y otro que, cuando eso ocurra, dispare la estimulación en ventral capusla/ventral striatum.

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Procedieron así y, en pocas semanas, Sarah percibió cómo sus síntomas mejoraban bruscamente. Pensó que sería cuestión de poco tiempo, como con los tratamientos farmacológicos, pero los meses pasaban y seguía encontrándose bien. 

Por eso, estos científicos creen que han dado con la clave para diseñar implantes cerebrales más eficientes. Y también con menos efectos secundarios. No creen que los marcadores usados con Sarah sean universales, aunque tendrían que comprobarlo. De cualquier modo, si es necesario, el objetivo sería desarrollar implantes totalmente personalizados para cada caso. Ya están empezando a reclutar más pacientes, por lo que pronto comprobarán si es viable.

De conseguirlo, estaríamos ante una gran arma para la depresión. Un implante que se convertiría en aliado para que el cerebro de cada paciente vuelva a estar de su parte.