El último duelo de Ridley Scott se divide en tres partes. Las tres cuentan la misma historia. Pero entre sí, también narran las versiones de cada uno de los personajes de un hecho trágico y violento. El recurso, manido y quizás extravagante para narrar un argumento único, tiene la capacidad de crear un efecto singular. El último duelo es una visión caleidoscópica a una circunstancia subjetiva. Es también un nuevo extremo del narrador poco fiable y la connotación de la moral.
Ridley Scott, que trabajó en temas parecidos en la clásica Gladiator, encuentra en El último duelo un espacio semejante a la que enfrentó el general romano. Pero mientras Maximus Decimus Meridius luchaba por la identidad y la justicia, los personajes de El último duelo lo hacen por la verdad. Un cuestionamiento insidioso que se extiende a través de todo el argumento y arrasa a todos los personajes como una ola.
En Gladiator, Scott usó el contexto histórico para dialogar con temas como la lealtad, el poder y la integridad. En El último duelo, la percepción es sobre un espacio inquietante en que el todo depende de pequeños detalles cohesionados y distorsionados entre sí. Poco a poco, la película deja claro el motivo por el cual es necesario no hablar sobre la verdad, sino además hacerlo de forma subjetiva. En este gran duelo de percepciones en el que la vida y la muerte se fracturan y trastocan en ideas dolorosas, la versión del mal cambia. También la del bien, la culpabilidad, el tiempo y la búsqueda de significados a temas tradicionales de la época.
Pero El último duelo también es una historia acerca del poder. La forma en que puede reconstruir los espacios inconclusos y crear nuevos. Cada personaje es en sí mismo una concepción insular del argumento. La historia al completo no podría existir sin la divergencia y la fractura que Ridley Scott usa para hilvanar el guion. Y esa es quizás, una de las grandes decisiones de la película. En especial, la forma en la que elabora, construye y demarca los territorios de la verdad, la mentira y la lealtad.
La sangre, la violencia, el tiempo que transcurre
Basada en el libro The Last Duel: A True Story of Trial by Combat in Medieval France de Eric Jager, la película tiene un doble compromiso. El libro ha sido alabado por su pulcritud en detalles. Tanto como para el escritor tuviera acceso a los documentos originales del duelo que narra en el texto. De modo que Ridley Scott tuvo que comenzar por profundizar en la idea acerca de cuál seria la premisa de su historia. ¿Sería una reconstrucción histórica del verdadero último duelo en Francia? ¿Intentaría crear una versión sobre las condiciones de vida de caballeros, escuderos y mujeres en la época?
Ridley Scott quizás tomó la decisión más inteligente en medio de una historia de semejante envergadura. En primer lugar, el guion escrito a cuatro manos por Matt Damon y Ben Affleck es una ingeniosa mirada al tiempo, más que la historia. Ambos escritores, que también protagonizan el film, convierten a sus personajes en figuras multidimensionales de un estilo de vida. Tanto el Rey Charles VI de Pierre d'Alençon, como el caballero Jean de Carrouges de Matt Damon, son algo más que piezas del argumento. Tanto uno el otro simbolizan espacios de poder.
En especial, la Marguerite de Carrouges de Jodie Comer es un punto central consistente sobre cómo entender lo que ocurre. Por su parte, Jacques Le Gris (Adam Driver) es una personaje tenso y temible. La contraposición a la percepción de Affleck y Damon sobre la lealtad y la codicia. Resulta intrigante, la forma en cómo Scott entremezcla las tres visiones sobre un hecho violento y además logra que no sea el único punto en el debate. Sin restar importancia a lo que sufrirán los personajes, Scott tiene la habilidad para narrar con precisión lo que se esconde en las sombras.
¿Quién miente y quien dice la verdad en un paisaje contaminado por la ira, la avaricia y el miedo? ¿Hacia dónde se inclina la balanza del poder una vez que busca una forma de comprender su peso y su importancia? Nadie puede decirlo de inmediato y es entonces, que Ridley Scott construye de la épica una mirada poderosa sobre lo moral, lo turbio y la crueldad.
'El último duelo', un prisma empañado de cólera
El último duelo comienza con un prólogo en el que se establece el ritmo y el tono de la película. Pero no su dinámica interior ni las decisiones que Scott tomará para construir un lenguaje poderoso sobre algo más sórdido. La violación de una mujer se convierte en la concepción inmediata de una retribución sobre el honor. Pero también en una sacudida moral.
Cada fragmento es una mirada contenciosa y poderosa sobre el camino que conduce a un lugar distinto. Una conclusión efímera sobre la brutalidad y la connotación de la maldad. Y es entonces cuando Scott demuestra su capacidad para extender sus universos a lugares desconocidos. Poco a poco, los personajes elaboran sus condiciones y muestran sus verdaderas aristas. Jean de Carrouges resulta ser una criatura cruel y débil, tan endeble en convicciones como en capacidad para la lucha. Le Gris un hombre devoto y católico en busca de respuestas a una pasión “malsana”. Y por último, ambos deberán enfrentarse a Marguerite, convertida en propiedad y en un hecho público.
Al final, alguien morirá y alguien será reivindicado. Pero nada será tan sencillo ni tan contundente como lo que parece. El logro más relevante de Riddley Scott en una película que narra la violencia en estado puro. Pero también, la transforma en un motivo sórdido para comprender la oscuridad de los hombres.