Un equipo de científicos de la Universidad de California-San Diego está actualmente desarrollando nuevas vacunas del coronavirus muy interesantes. Lo son por varias razones, pero sobre todo porque se pueden conservar sin nevera. Eso las hace especialmente útiles para su uso en países en vías de desarrollo, en los que el transporte y la conservación a veces son un obstáculo casi imposible de superar.
Están aún muy lejos de poder usarse. De hecho, por ahora solo se han probado en ratones. Sin embargo, los resultados han sido suficientemente prometedores para seguir dando pasos hacia los ansiados ensayos clínicos con humanos.
Sería estupendo, pues la facilidad de conservación no es la única ventaja de estas vacunas, que curiosamente se obtienen de cultivos de plantas y bacterias.
Vacunas del coronavirus sin nevera
Estas curiosas vacunas del coronavirus se obtienen a partir de dos virus concretos. El primero es un virus de plantas, conocido como virus del mosaico del caupí. El segundo, llamado Q beta, es un bacteriófago. Es decir, un virus que infecta a bacterias.
Por eso, el primer paso para el desarrollo de las vacunas es utilizar plantas de caupí y cultivos de la bacteria E.coli, para cultivar millones de copias de los virus que las infectan.
Estos se encapsularon en nanopartículas esféricas, a cuya superficie se unió después un fragmento de la proteína espiga del SARS-CoV-2. Esta es la proteína que se ha usado en la mayoría de vacunas del coronavirus para engañar al sistema inmunitario, provocando que reaccione como si se hubiese generado una infección real del virus causante de la COVID-19. Pero, aunque el organismo interprete que ha habido una infección, no pasará nada, ya que los virus empleados no afectan a humanos, ni a ningún otro animal.
Estas nanopartículas tienen varias ventajas. La primera es que se pueden conservar sin nevera. Es cierto que no todas las vacunas del coronavirus existentes son como la de Pfizer, que requiere -80ºC para su conservación, o la de Moderna, que necesita -20ºC.
Sin embargo, la mayoría necesitan al menos refrigeración para poder conservarse y transportarse. En cambio, estos virus encapsulados se mantienen térmicamente estables. Y esto también facilita que se puedan manipular en procedimientos que requieren temperaturas muy elevadas. Por ejemplo, se pueden mezclar con polímeros y fundirse en un horno a 100ºC para dar lugar a implantes y parches de microagujas. Esto supone nuevas vías de administración, que se encuentran dentro del resto de ventajas de estas vacunas del coronavirus.
Otras ventajas
Los implantes facilitan que las vacunas del coronavirus se vayan liberando progresivamente, sin necesidad de varias dosis. Esto es muy útil, tanto para agilizar los procedimientos como para evitar riesgos en pacientes muy vulnerables, para los que salir de casa e ir al hospital puede ser una exposición peligrosa. Lo mismo ocurre con los parches de microagujas.
Además, al conservarse sin nevera, también podrían enviarse por correo a los pacientes, que solo tendrían que colocarse el parche ellos mismos.
Por otro lado, es un procedimiento indoloro, que eliminaría las reticencias de las personas con miedo a las agujas.
Y eso no es todo. Otra gran ventaja de estas vacunas del coronavirus es su versatilidad. Esto se consigue gracias a un fragmentito de la proteína S muy conservado en los coronavirus. No es la parte directa que se une a las células que infecta el virus, como una llave a una cerradura. En esa parte, es donde se generan la mayoría de mutaciones. Por eso, este fragmento sí que está presente sin apenas cambios en todas las variantes de preocupación que han ido surgiendo. Incluso se conserva en otros coronavirus, como el SARS-CoV, causante de la epidemia de 2002.
Pero incluso podría usarse para otras epidemias que nada tengan que ver con coronavirus, ya que la base es la misma. Solo habría que cambiar lo que se une a la superficie de las nanopartículas, tomando un fragmento del patógeno en cuestión.
Ahora bien, ¿cómo de eficaces son? Aún queda mucho para saberlo; pero, de momento, la vacunación con ambas opciones ha generado anticuerpos neutralizantes del SARS-CoV-2 en ratones. De ahí a los humanos hay un largo camino, pero los primeros pasos han sido bastante positivos. Podríamos preguntarnos para qué queremos seguir generando vacunas del coronavirus a las que aún les queda tanto para estar disponibles si lo peor de la pandemia ya parece haber pasado. Pero lo cierto es que no sabemos si tendremos que seguir vacunándonos y, si es así, cuántas más opciones mejor. Además, concretamente estas vacunas parecen prometedoras incluso para otras pandemias que estén por llegar. Suena pesimista, pero igual que no contábamos con esta, podría llegar otra. Será mejor estar preparados por lo que pueda pasar