El pasado 29 de agosto, el huracán Ida golpeó sin compasión Nueva Orleans, dejando 4 muertos y múltiples heridos y daños materiales. Lo hizo como tormenta de categoría 4. Esta denominación hace referencia a huracanes extremos, muy destructivos. Sin embargo, apenas unas horas antes, Ida era un huracán de lo más débil. ¿Qué pudo pasar entonces?

La respuesta la ha dado en un artículo para The Conversation un profesor de Oceanografía de la Universidad de Miami, llamado Nick Shay. Él y otros compañeros habían estado siguiendo este fenómeno meteorológico durante los últimos días, hasta detectar en el océano una fuente de combustible que pasaría a Ida de inocente a monstruosa.

Las predicciones de estos científicos sirvieron para preparar a la población para lo que estaba por venir. Lamentablemente, no se pudieron salvar esas 4 personas ni evitar todos los daños materiales y personales, pero sin poner sobre aviso a la población todo podría haber sido incluso más grave. De hecho, el fenómeno que contribuyó a aumentar tanto la intensidad de este huracán era algo desconocido hace apenas unos años, por lo que cuando las tormentas descargaban su ira era una sorpresa para todos. Con las graves consecuencias que eso conlleva.

Cuestión de remolinos

Los grandes responsables del aumento de la ferocidad del huracán Ida fueron un giro oceánico y una especie de piscina de calor. ¿Pero qué es esto exactamente?

La diferencia de salinidad dificulta que las aguas subtropicales se mezclen con las del Golfo y se enfríen

Un giro oceánico es un gran sistema de corrientes oceánicas circulares que se forman por la influencia de patrones de viento y la influencia de la rotación terrestre. Existen cinco diferentes, según en el lugar en el que se forman: el Atlántico Norte, el Atlántico Sur, el Índico, el Pacífico Norte y el Pacífico Sur. 

En este caso, el que estuvo detrás del cambio de planes del huracán Ida fue en el Atlántico Norte. Allí, se originan por la acción del flujo de agua caliente desde los trópicos y el Mar Caribe hacia el Golfo de México y el Estrecho de la Florida, entre Florida y Cuba. Allí, además, forma el núcleo de la Corriente del Golfo, que fluye hacia el norte a lo largo de la costa este.

En el norte, llega a un punto en el que esta corriente puede comenzar a arrojar remolinos cálidos. Y es aquí donde empieza el problema. Resulta que la temperatura y la salinidad de las aguas subtropicales es muy diferente a las del Golfo. La diferencia de salinidad dificulta que el agua pueda mezclarse y enfriarse, de modo que se alcanzan temperaturas de 26ºC o más, a profundidades de entre 120 y 150 metros. Esas son las piscinas de agua caliente que dan el chispazo final para enfurecer hasta al más débil de los huracanes.

Combustible para el huracán Ida

Este calor contenido en el océano favorece una disminución de la presión atmosférica, que seguirá bajando a medida que continúe la liberación de calor. A su vez, estos cambios de presión afectan a los vientos que se forman sobre la superficie, contribuyendo a acelerarlos. 

Si un huracán pasa sobre estas piscinas calientes, servirán como combustible para aumentar su intensidad

Por eso, si un huracán débil pasa sobre una de estas piscinas calientes, automáticamente cobrará una gran intensidad que, si ocurre cerca de la costa, puede ser desastrosa. Y es que, si toca suelo antes de perder ese nuevo combustible, descargará sobre él toda su fuerza. 

Esto no es fácil de ver a simple vista. Por eso, los científicos utilizan aviones con los que sobrevuelan los remolinos y dejan caer aparatos capaces de medir la salinidad y la temperatura del agua. 

Eso fue lo que hicieron la semana pasada, tras la formación del huracán Ida. Antes de su paso, descubrieron que se había formado una gran masa de agua caliente que podría servirle como combustible. Y así fue. Según cuenta Shay en su artículo, cuando se fue a dormir la medianoche del día anterior a su llegada, Ida iba acompañada de vientos de unos 169 kilómetros por hora. Sin embargo, a la mañana siguiente, tras su repostaje, habían aumentado hasta los 233 kilómetros por hora. Los huracanes de Categoría 4 son aquellos en los que se alcanzan vientos de entre 210 y 250 kilómetros por hora. Por encima de esa cifra, se pasa a las categoría 5, la más destructiva de todas. El huracán Ida no llegó a ese punto, pero se quedó muy cerca cuando se descargó sobre las costas de Louisiana. 

¿Tiene algo que ver el cambio climático?

Según explica Shay, la formación de estos remolinos es algo normal y, de momento, no está claro cómo puede verse influenciada por el cambio climático.

En el pasado solo se medía la temperatura de la superficie, por lo que no se podían predecir estos cambios en los huracanes

De hecho, este tipo de huracanes que cambian su intensidad a última hora son algo de lo más habitual. La única diferencia es que antes solo se medía la temperatura de la superficie del agua, por lo que no se conocía la influencia de estas piscinas de calor, en las que las altas temperaturas se mantienen a gran profundidad.

Por eso, en 1995, el huracán Opal, de características similares a las del huracán Ida, sorprendió por la dureza con la que azotó el Golfo de México y la Península de Yucatán, dejando más de 500 víctimas a su paso. En tierra esperaban una débil tormenta, pero no sabían que había tomado combustible justo antes de llegar. 

En eso, la ciencia ha mejorado mucho. Es un pulso difícil de ganar; pero al menos, gracias a los avances de la meteorología, David puede estar preparado ante la llegada de Goliat. 

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