En lo que a fenómenos climatológicos se refiere, estamos más o menos familiarizados con el concepto de El Niño. Regularmente escuchamos noticias sobre cómo ha influido sobre la meteorología reciente. Sin embargo, La Niña puede resultarnos menos familiar, a pesar de estar estrechamente relacionada con él. 

De hecho, ambos son los extremos, caliente y frío, de algo conocido como El Niño-Oscilación del Sur (ENSO, por sus siglas en inglés). No obstante, ahora es el nombre de La Niña el que resuena en los titulares, por cómo podría influir sobre la temporada de huracanes del Atlántico. Una temporada que, de hecho, está en un punto álgido, con el destructivo azote ejercido por el huracán Ida sobre Nueva Orleans.

¿Pero en qué consisten exactamente las rabietas de estos niños?

El Niño, La Niña y las temperaturas oceánicas

Se define como ENSO el patrón climático que se forma con las oscilaciones de determinados parámetros meteorológicos en el Pacífico ecuatorial. 

Justo en los extremos de estas oscilaciones se encuentran El Niño y La Niña. Es decir, el primero hace referencia a la fase cálida y, según cuentan desde la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos, se corresponde con un calentamiento anual de las temperaturas de la superficie del mar a lo largo de la costa oeste de América del Sur tropical. En cuanto a La Niña, es la fase fría. De hecho, originalmente se refería a un enfriamiento anual de las aguas oceánicas frente a la costa oeste de Perú y Ecuador.

Es importante destacar que estas fluctuaciones son algo normal, que no tiene nada que ver con el cambio climático. Sí que se espera que el calentamiento global influya sobre él, y ya comienza a verse, pero no está del todo claro cómo evolucionará esta relación. Las consecuencias podrían ser más drásticas, pero los modelos existentes no se ponen de acuerdo. 

¿Cómo afecta al clima?

Dejando a un lado la influencia del cambio climático y el calentamiento global, El Niño y la Niña, a diferentes niveles, influyen sobre el desarrollo de sequías, inundaciones y huracanes entre otros fenómenos. Por eso, es importante predecir cuándo se producirán estas fluctuaciones, ya que ayudan a los meteorólogos a anticiparse a lo que podría ocurrir.

Las inundaciones, las sequías y los huracanes son algunas de las consecuencias de los efectos de El Niño y La Niña

Ambos son el resultado de la interacción entre las temperaturas de la superficie del océano y las de la atmósfera sobre el Pacífico. Esto genera una especie de efecto dominó, en el que van cayendo unas piezas sobre otras, dando lugar a efectos muy variados. Para empezar, las variaciones en la temperatura de la superficie oceánica afectan los patrones de lluvia tropical y los vientos atmosféricos que se generan sobre el océano. Estos, a su vez, afectan tanto a las temperaturas como a las corrientes oceánicas. Todo esto ocurre sobre el océano Pacífico; pero, en realidad, se ha visto que puede afectar a patrones climáticos de todo el mundo.

De cualquier modo, es importante destacar que los fenómenos meteorológicos que derivan de El Niño y la Niña en realidad no son consecuencias únicas de los mismos. No podemos decir que en un lugar sufran una sequía o un huracán por la Niña, sino que La Niña ha afectado, por ejemplo, a la posición de las corrientes de aire y las zonas de alta y baja presión, dando como resultado esos efectos. 

Lo que puede llegar tras el Huracán Ida

Tanto El Niño como La Niña están relacionados con multitud de fenómenos meteorológicos. Por ejemplo, recientemente un equipo de científicos de la Universidad de Columbia ha publicado un estudio en el que se relaciona La Niña con el desarrollo de intensas megasequías en la última década en la zona de California y el centro de Chile.

La Niña podría alargar la temporada de huracanes hasta bien entrado el otoño

Pero, sin duda, uno de los efectos que más preocupan es el que tienen sobre los huracanes. Para entender cómo se da dicho efecto es importante saber qué es la cizalladura. Se conoce así a la diferencia entre la velocidad o la dirección del viento en dos puntos de la atmósfera terrestre. Para que se dé un huracán los vientos deben ser muy uniformes, con poca diferencia de velocidad a diferentes alturas, por lo que la cizalladura vertical debe ser baja. Y esto es algo que se ve muy influenciado por El Niño y La Niña, ya que suben y bajan la cizalladura en diferentes puntos. Por ejemplo, parece ser que El Niño contribuye a más huracanes en el Pacífico oriental y menos huracanes en el Atlántico. En cambio, La Niña promueve que se formen menos huracanes en el Pacífico oriental y más huracanes en el Atlántico.

Actualmente, la temporada de huracanes en el Atlántico está siendo especialmente potente. Por eso, todos los ojos están puestos en la posible puesta en escena de La Niña, que podría reducir  la cizalladura, posponiendo el fin de esta devastadora etapa hasta bien entrado el otoño. 

Según explicó recientemente en CNN Phil Klotzbach, investigador en el Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Colorado, podría darse una situación similar a la de 2020. Entonces, en el mes de agosto se predijo con un 60% de probabilidad que La Niña podría irrumpir temprano durante el otoño, alargando la temporada de huracanes. Solo un mes después, apareció para dar por buenos los peores pronósticos. Este año, de nuevo, el Centro de Predicción Climática de Estados Unidos hizo una predicción del 60% a mediados de mes. Agosto se está despidiendo con la rabia desmedida del huracán Ida y, si todo sigue igual, aún habría muchos daños que lamentar. Por eso es tan importante conocer a El Niño y La Niña. Porque ambos, cada uno a su manera, pueden poner el clima patas arriba en menos que canta un gallo. 

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