En 1968, durante una excavación en un yacimiento ubicado en la localidad finlandesa de Suontaka Vesitorninmäki, hallaron una curiosa tumba. Primero se toparon con una imponente espada de mango de bronce, que les llevó hasta un cuerpo que había sido enterrado allí casi 1.000 años antes. Llevaba ropas femeninas, a pesar de la espada, por lo que se pensó que podría tratarse de una mujer guerrera. También se teorizó con la posibilidad de que en la tumba en algún momento hubiese dos personas: el propietario de la espada y una mujer. Sin embargo, más de 50 años después, se ha descubierto que en realidad podría tratarse de un individuo no binario.

Ha sido difícil llegar a esta conclusión, puesto que el ADN que pudo aislarse de los huesos estaba muy dañado. No obstante, parece ser que podría tener una dotación cromosómica XXY.

Lo que está claro por el modo en que se enterró es que era una persona muy respetada en la comunidad. ¿Quién sabe? Quizás en la Edad Media las personas eran más respetuosas con aquellos vecinos que no se ajustaban a las divisiones mayoritarias de género. 

Una mujer guerrera misteriosa

La supuesta mujer guerrera estaba tumbada sobre una manta de plumas y pieles y rodeada de objetos de gran valor. Claramente, era alguien poderoso y apreciado, cuyo enterramiento tuvo lugar entre el 1040 y el 1174 después de Cristo.

Posiblemente la segunda espada se introdujo después del enterramiento

¿Pero hubo alguien más en la tumba con ella? Ese fue uno de los primeros factores que analizaron los autores de un estudio que se acaba de publicar en European Journal of Archaeology. Comprobaron que no. En esa tumba nunca hubo más de una persona. Curiosamente, encontraron otra espada más, además de la de la empuñadura de bronce. Pero comprobaron que no había estado todo el tiempo allí, por lo que posiblemente alguien la enterró después, quizás para esconderla.

Ya estaba claro que solo era una persona. ¿Una mujer guerrera? Para saber eso, era necesario analizar el ADN. Este mostró que posiblemente tenía una aneuplodía; es decir, un número anormal de cromosomas. Por lo general, los seres humanos tenemos 23 pares de cromosomas, lo cual hace un total de 46. Algunas personas pueden tener más o menos. Es conocido, por ejemplo, el caso de las personas con síndrome de Down; que, en vez de dos, tienen tres cromosomas 21, haciendo un total de 47. La mujer guerrera misteriosa tenía esa pequeña diferencia en sus cromosomas sexuales y esto era lo que la convertía probablemente en un individuo no binario. Eso sí, como bien ha explicado en un comunicado una de las autoras del estudio, Ulla Moilanen, “la biología no dicta directamente la identidad propia de una persona”. 

Crédito: Veronika Paschenko

¿Por qué no binario?

En humanos existen dos tipos de cromosomas sexuales: X e Y. El sexo femenino suele ir asociado a la presencia de dos cromosomas X y el masculino a un X y un Y. Sin embargo, hay excepciones, como el síndrome de Klinefelter, consistente en la presencia de 3 cromosomas: XXY.

Las personas con síndrome de Klinefelter tiene dos cromosomas X y un Y

Por lo general, estas personas tienen tanto caracteres masculinos como femeninos. Mayoritariamente son masculinos, pero también pueden tener pechos, masa muscular reducida o infertilidad. Es imposible saber si era el caso de esta persona. Aunque entonces el concepto de individuo no binario no existiera como tal, posiblemente quienes le rodeaban fuesen conscientes de esta ambigüedad. Pero ese no fue un problema para que se le enterrara de una forma tan ceremoniosa y lujosa.

En realidad, la arqueología nos enseña mucho sobre cómo ha cambiado la percepción del ser humano hacia los roles de género con el paso de los años. Se han encontrado numerosas tumbas de mujeres guerreras, aunque prejuiciosamente en el pasado se catalogaran sus huesos como masculinos por el simple hecho de ir acompañados de armas, sin realizar más pruebas. También se han encontrado mujeres pertenecientes a profesiones que supuestamente eran propias de hombres.

Ahora, sabemos que alguien no binario llegó a convertirse en una persona poderosa, que quizás recibió menos miradas por encima del hombro de las que habría sufrido hoy en día. Es algo en lo que deberíamos pararnos a pensar. 

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