Las pecas son una de las consecuencias de tomar el sol. Muchas personas ven cómo su piel se cubre de ellas durante el periodo estival, para después, un par de meses más tarde, despedirse hasta el año siguiente. Otras, en cambio, viven toda su vida sin ellas y de repente, bien entradas ya en la edad adulta, los primeros puntitos marrones comienzan a salpicar su cara y su cuerpo, quedándose allí para siempre.

Aunque puedan parecer similares a los lunares, no se trata de lo mismo. No suelen ser peligrosas, aunque ante la duda siempre hay que consultar a un dermatólogo, pero sí que tienen relación con la exposición a las radiaciones ultravioleta.

En este artículo vamos a ver en qué consisten y a diferenciarlas de los lunares. Porque no, no son lo mismo.

Dos tipos de pecas

En realidad, las pecas pueden ser de dos tipos: ephelides y lentigines. Ambas están relacionadas con el sol, pero de formas diferentes.

Hay dos tipos de pecas, con predisposición genética y sin ella

Para empezar, las pecas ephelides dependen de la exposición al sol, pero también de la predisposición genética del individuo. Suelen aparecer en personas con piel y pelo claros, con poca tendencia al bronceado. También son muy frecuentes en pelirrojos. Empiezan en niños, de unos 4 años, y continúan apareciendo cada año, aunque a medida que se avanza en la madurez van desapareciendo. 

Salen sobre todo en la cara y la parte superior del cuerpo y se oscurecen en verano, para aclararse después cuando vuelve el frío. Su color va del rojo al marrón claro, son pequeñas, de 1 a 2 mm, y tiene los bordes irregulares, pero bien definidos. Esto último es importante; ya que, si bien no son peligrosas, se debe vigilar que no crezcan o cambien sus bordes. 

En cuanto a las lentigines, son el resultado de la acumulación de radiación solar en la piel durante años. Aparecen aproximadamente a partir de los 40 años y ya no desaparecen. No es necesario que haya predisposición genética como con las otras. Por eso las otras pecas aparecen incluso en personas que se protegen bien del sol; ya que, al más mínimo contacto, pueden ver como su piel se cubre de esos característicos puntitos. 

Siguiendo con las lentigines, son más grandes y su color puede ir del amarillo al marrón oscuro.

¿Cómo se diferencian de los lunares?

Los lunares comunes, no malignos, son conjuntos de melanocitos que crecen agrupados. Estos melanocitos son las células encargadas de producir melanina, un pigmento que nos ayuda a protegernos de las radiaciones solares. Suelen tener relieve, con forma de cúpula, y medir menos de 5 milímetros de diámetro. Como con las pecas, si crecen o sus bordes se vuelven más irregulares o difusos, o incluso si cambian de color, siempre se debe consultar a un médico. 

Una personas puede tener entre 10 y 40 lunares comunes en su cuerpo, según el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos. En cambio, las pecas son mucho más abundantes, pequeñas y sin relieve. Se forman por una sobreestimulación de la producción de melanina, pero no por esas agrupaciones de células de los lunares. Además, los lunares no siempre están asociados a la exposición solar. De hecho, muchas personas los tienen desde su nacimiento.

Por lo tanto, ni lunares ni pecas tienen por qué ser un peligro a priori. No obstante, es importante vigilarlos. Y, por supuesto, tomar el sol siempre con protección solar de un FPS lo más alto posible. Si tenemos la piel muy clara, preferiblemente del 50. No siempre se evitan las pecas, pero sí hacemos por evadir el cáncer de piel. Eso es lo que realmente debería importarnos. 

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