Todos nos hemos visto alguna vez en la situación de partir las pastillas. En alguna ocasión porque nos lo ha indicado así el médico. En otras porque queríamos consumir una dosis menor. También es común que algunas personas, por miedo a atragantarse, las mastiquen o las trituren, en el caso de las pastillas, o viertan su contenido en un vaso con agua, en el de las cápsulas. ¿Pero es todo esto correcto?

Es cierto que algunos comprimidos tienen una ranura que hace más fácil partirlos. Esto, en principio, nos indica que podemos hacerlo. Pero otros no lo tienen. Por eso, es necesario tener en cuenta algunos datos sobre los fármacos que pueden manipularse y los que no.

A grandes rasgos, el consejo es no hacer nada que no nos haya aconsejado un especialista. Pero hay más detalles importantes para entender por qué con unos se puede y con otros no.

Cuándo no debemos partir las pastillas

Un medicamento está compuesto por un principio activo, que es el que aporta las cualidades terapéuticas, y varios excipientes, cuyo papel es dar textura, sabor o cualquier otra característica que facilite su administración. Todos estos ingredientes se organizan en lo que se conoce como forma galénica. Los hay orales líquidos o sólidos, rectales líquidos o sólidos, tópicos, inyectables y de muchos tipos más. Esa forma, en principio, debe ser invariable, aunque bajo determinadas condiciones se puede modificar. Pero hay algunas en las que no debería hacerse nunca.

Los fármacos de liberación modificada no deben partirse ni triturarse

Por ejemplo, Alfredo Montero, farmacéutico especialista en farmacia hospitalaria del Hospital Virgen de la Candelaria de Tenerife, nos ha explicado en conversación con Hipertextual que no se debe hacer con los de liberación modificada. En ese caso, “nunca deben partirse ni triturarse”.

Según la Real Farmacopea Española, estos son aquellos fármacos en los que la velocidad y el lugar de liberación de la sustancia o sustancias activas es diferente del de la forma farmacéutica de liberación convencional, administrada por la misma vía. Es decir, si por ejemplo los tomamos oralmente, no se empiezan a liberar desde el momento en el que los introducimos en la boca, sino después. Montero cita como ejemplo el Carduran, un medicamento vasodilatador que se debe ingerir siempre entero, puesto que el principio activo se encuentra en el interior de un comprimido no absorbible, especialmente diseñado para que tenga una liberación controlada. Una vez finalizado este proceso de liberación, el comprimido vacío se elimina del organismo por las heces. 

En estos casos no debemos partir las pastillas, pero no es el único ejemplo. También es el caso de los fármacos con cubierta entérica, cuyo papel es proteger el principio activo de los jugos gástricos, para que se liberen una vez que lleguen al intestino. Por otro lado, tampoco se deben partir las pastillas sublinguales, ya que podrían tragarse pequeños fragmentos, interrumpiéndose el proceso de liberación progresiva que ocurre debajo de la lengua. Y tampoco se deben partir ni triturar los comprimidos efervescentes. Los hay de diferentes dosis, en función de las necesidades del paciente, y se ingieren muy fácilmente al disolverse en el agua, por lo que ni siquiera debería surgir la necesidad de hacerlo. 

No es lo mismo en casa que en el hospital

Algunos pacientes con problemas de deglución no pueden tragarse un comprimido. Para ellos existen otras formas galénicas; pero, aun así, a veces es necesario modificarlas un poco.

Los profesionales sanitarios conocen muy bien las características de cada medicamento y saben cómo y en qué condiciones se pueden partir las pastillas o modificarlas de otro modo. Pero en casa no es lo mismo. Por eso, nosotros no deberíamos aventurarnos a hacerlo si no estamos seguros. En resumen, Montero aclara que “sin rayita y sin indicaciones concretas de un médico, enfermera o farmacéutico no se debe hacer”. También es importante leer el prospecto. Y es que, si es esencial que no se partan o trituren los fármacos, suele aclararlo ahí, donde dice cómo tomarlos.

De todos modos, ante la duda, lo mejor es consultar a un especialista. Si ellos nos dicen que podemos, adelante. Si no, mejor hacerlo solo si hay una ranurita que nos indique que es posible.