Siempre existe la tentación de zamparse por orden cronológico todas las entregas de una saga como el Universo Cinematográfico de Marvel, es decir, de ver sus películas y series según ocurren los hechos que cuentan. Los relatos lineales son tan antiguos como las capacidades expresivas y la imaginación para inventar historias de los seres humanos. Se trata de los más sencillos y comprensibles, pero también de aquellos con menos alicientes si exceptuamos el uso del paralelismo en el montaje.
Las narraciones contemporáneas siguen con esta estructura en su mayoría, pero llevamos muchísimo tiempo experimentando mediante analepsis y prolepsis o de flashbacks y flashforwards, además de los flash sideways y sus sucesos alternativos como en la sexta temporada de esa extraordinaria ficción televisiva que es Lost (J. J. Abrams, Damon Lindelof y Jeffrey Lieber, 2004-2010).
Las aventuras sobre los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic suponen un impagable compendio de estos jueguecillos de anacronía; y se desarrollan en cada una de las obras concretas de las que hablemos. Pero saltos temporales así también se pueden analizar en la macroestructura de una franquicia cualquiera; por ejemplo, en el orden de las películas y las series de Marvel.
Los planes del Universo Cinematográfico de Marvel
De todas maneras, por esta misma planificación del productor ejecutivo Kevin Feige, el gran titiritero superheroico, y sus guionistas y directores particulares, no debería adentrarse uno en los capítulos de la saga alterando el establecido orden de estreno; en cines y en la plataforma de streaming de Disney Plus. Y la razón es muy simple pero muy categórica. Cada uno de los filmes y de las entregas televisivas se escriben pensando, sin duda, en lo que ya se ha hecho antes.
No solo hay referencias a elementos específicos del Universo Cinematográfico de Marvel imposibles de entender sin haber visto lo que se ha lanzado con anterioridad. Los espectadores no pueden reaccionar incluso ante los que no necesitan explicaciones preparatorias; no como si ya los conocieran por haberse tragado las películas y las series anteriores en las que aparecen.
Lo que no se comprende con el orden cronológico
Si uno no se traga Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) inmediatamente después de Capitán América: El primer Vengador (Joe Johnston, 2011) en lugar de ver los cinco filmes que corresponden según la cronología, la escena poscréditos de la segunda se queda descolgada. Y, si se pone Capitana Marvel (Anna Boden y Ryan Fleck, 2019), segunda en el orden cronológico, y no sabe el final de Avengers: Infinity War (Joe y Anthony Russo, 2018), no puede comprender la suya.
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Por otra parte, la escena poscréditos de Ant-Man y la Avispa (Peyton Reed, 2018), cuya trama principal transcurre antes que Thor: Ragnarok (Taika Waititi, 2017) inclusive, tampoco puede asimilarse en absoluto sin estar al tanto de lo que pasa en Infinity War. Y, ya que nos referimos a este asunto, debemos señalar que la de Viuda Negra (Cate Shortland, 2021), filme que no se sitúa en la cronología entre Capitán América: Civil War (Hermanos Russo, 2016) e Infinity War sino durante la guerra civil superheroica, resulta ininteligible sin tener en mente lo sucedido en Avengers: Endgame (Hermanos Russo, 2019) y, por añadidura, en los episodios de Falcon y el Soldado de Invierno (Malcolm Spellman, 2021).
El bagaje emocional
Pero, además, por si lo antedicho fuera poca cosa, con el orden cronológico nos privamos del bagaje emocional sobre determinados personajes, y no respondemos a sus intervenciones como los cineastas lo han planeado.
La construcción del drama fílmico considera todas estas cuestiones; y si se impide que historias efectistas como las del Universo Cinematográfico de Marvel lleguen según el diseño previsto, destruye en cierta medida su eficacia. Sobre todo, si se trata de la primera ocasión en que se ven una detrás de otra; pero lo mismo ocurre si el objetivo es recordarlas después de un buen número de años desde su estreno.