Hace una semana que Samuel fue asesinado en A Coruña. No sabemos que dirá la justicia; pero una de sus amigas presentes ha contado que el primer golpe lo recibió tras un "te voy a matar, maricón". Esta y otras agresiones en los últimos días y semanas parecen poner de manifiesto un aumento de la violencia en las calle, sobre todo relacionadas con delitos de odio. Pero el problema no está tan relacionado con la pandemia como podríamos pensar.

Antes de comenzar a hablar sobre la posible relación entre la pandemia y la agresividad que se están viendo las últimas semanas, hay que dejar claro que nada justifica la violencia. Pero hay que entender de dónde viene para poder buscar soluciones y que no sigan aumentando las agresiones. Da igual que esta sea violencia racista, machistas, contra el colectivo LGTB+ o contra una persona al azar.

La agresividad, un comportamiento muy complejo

Hablemos de las reacciones agresivas. Este es un comportamiento muy complejo que depende de muchos factores. Tanto internos como externos. Por eso, en Hipertextual hemos consultado con dos expertos: Fernando Chacón, psicólogo social y vicepresidente del Consejo General de la Psicología de España y Mariano Urraco, profesor de Sociología en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA).

El comportamiento agresivo depende de factores internos y externos

"La pandemia, a nivel social, no nos ha cambiado. No nos ha hecho más solidarios o humildes; pero tampoco nos ha hecho más violentos o intolerantes", afirma Urraco desde el otro lado del teléfono. Por su parte, Chacón está de acuerdo en que hay otros factores que pueden pesar más. "No quiere decir que a una persona determinada no le influya la pandemia. Puede influir porque la agresividad aumenta cuando nos encontramos mal; pero yo entiendo que nunca será la pandemia el factor principal", señala.

Factores personales y situacionales

"La respuesta agresiva viene determinada por una serie de factores personales y un conjunto de factores situacionales", indica Chacón desde el otro lado del teléfono. "Es verdad que hay personas que son más empáticas que otras, eso es una característica personal que hace que podamos ser menos agresivos; hay personas más impulsivas que otras y eso hace que sea más probable que agredan. Pero también median factores sociales, como que haya una provocación".

"Agredes más cuando te han provocado o cuando crees que te han provocado. Los procesos internos también influyen: hay personas que son más suspicaces, es decir, que en seguida creen que alguien les está mirando mal, por ejemplo. Esas personas también tienen a pensar más que les están provocando". Y, por tanto, a ser más agresivas.

"También influye la activación emocional, ya sea porque estás estresado laboralmente o porque acabas de hacer ejercicio. Esto se debe a que nuestros controles cognitivos disminuyen y ante una situación determinada es más fácil que agredamos. Muchas veces se ve en el fútbol, hemos oído eso de que cuando hay una agresión hay que tener en cuenta que el agresor estaba a 160 pulsaciones. Eso es porque cuando estamos activados controlan menos y es más fácil agredir".

Fernando Chacón, psicóloco social y vicepresidente del Consejo General de la Psicología

Drogas y alcohol: factores que también llevan a la violencia

Por desgracia, el alcohol y las drogas pueden volver a algunas personas más agresivas. No es justificable, pero tiene una explicación debido a la forma en la que actúan.

Normalmente tenemos controles cognitivos que nos ayudan a evitar ser agresivos; pero las drogas y el alcohol influyen en que seamos más agresivos al 'perder' ese control

"Las drogas y el alcohol también influyen en que seas más agresivo. Normalmente tenemos controles cognitivos que nos ayudan a evitar ser agresivos. Por ejemplo, cuando tienes un choque con el coche y ves que la otra persona responde de forma muy agresiva cuando se baja, puedes decidir no salir del coche para evitar que la situación empeore. Esa anticipación de lo que puede pasar es un control cognitivo", explica Chacón. ¿Y qué pasa con las drogas y el alcohol?

"El control cognitivo es una función cognitiva superior del lóbulo frontal. Las drogas y el alcohol lo que hacen es, de diferentes formas, que perdamos ese control. Por ejemplo, si son drogas estimulantes (anfetaminas o cocaína) se incrementa la activación que, como ya hemos comentado, puede llevar a la persona a agredir más fácilmente. Y si es alcohol, que es un depresor, disminuye el control cognitivo. Con lo cual, es más probable que respondas agresivamente a una provocación". 

Sin embargo, a pesar de que esto puede pasar, hay muchas personas que cuando beben no se vuelven agresivas. Y si una persona siente que pierde el control y se vuelve violenta, lo mejor es que no beba o tome drogas. Por su bien y por el de la gente que le rodea.

Evitar las agresiones

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Foto por Arisa Chattasa en Unsplash

"Todo esto hace que sea más fácil agredir, pero no se justifica", indica en varias ocasiones Chacón. Nada de esto justifica la violencia; pero es una explicación de cómo funciona nuestra mente ante determinadas circunstancias. Y saber todo esto puede ayudarnos a evitar la agresividad: "Una manera de prevenir este tipo de situaciones es que la gente sepa que si bebe alcohol, si está activado… es más fácil responder agresivamente. Por eso es importante una educación emocional", señala.

El contexto social importa

No todos los factores son debido a la situación que se produce en el momento de la agresión. La violencia puede estar presente desde antes de que se dé el primer puñetazo. Y es que se está produciendo una polarización a todos los niveles y esto también se puede observar en el aumento de las agresiones. "Vivimos en una sociedad que es muy gregaria y la identidad de los jóvenes depende mucho de lo que digan los demás y de la relación que establecen con sus iguales. Este comportamiento de tener que identificarse siempre implica un "ellos”. La mejor manera de crear un “nosotros” es inventar o construir un “ellos” y oponerse, llegando a ser incluso enemigos en casos muy extremos", comenta Urraco.

"El momento en el cual, debido a la pandemia, habíamos perdido el espacio público; hay una sensación de necesidad por recuperarlo y eso pasa muchas veces por el conflicto con el “ellos”. Ese es el problema de esta sociedad, siempre ha habido esa rivalidad; ese “nosotros” y “ellos”. Y puede ser que estemos ahora moviéndonos en una polarización a todos los niveles, no solo de calle. Lo estamos viendo a nivel político y geopolítico, de cómo funciona el mundo. Y eso hace que la idea arraigue más de los "míos" y los "otros". Cuando eso se conjuga con una situación en la que los individuos tienen una cierta pérdida de referentes, es posible que proliferen discursos a esa pertenencia que se oponen hacia las personas que no son uno de los nuestros". 

Mariano Urraco, profesor de Sociología en UDIMA

Sensación de impunidad

Por otra parte, hay una gran sensación de impunidad en la sociedad. Esto puede deberse, según explica Urraco, a que se muestran los crímenes, pero no las consecuencias de estos. "La imagen que se está implantando en el imaginario colectivo es una sensación de impunidad", señala el sociólogo. "Lo hemos visto con otros fenómenos, lo que hemos visto es el acto, pero no se ven las consecuencias que eso puede tener después para la persona que lo comete. Si tú ves que una agresión en la calle, lo que se enfatiza es la agresión y para los suyos eso es un éxito; es algo a aplaudir. Y la sociedad se queda con la idea de que eso queda ahí y se genera miedo".

Y parte de la culpa es de los medios de comunicación que hablan de estas agresiones; pero después las consecuencias no se difunden tanto. "No vamos más allá, no vemos cómo es el proceso judicial. Y quizás sería peor, porque a lo mejor descubrimos que las penas que se imponen son mínimas", comenta.

Aunque no solo son los medios de comunicación, matiza Urraco. Y es que ahora tenemos un altavoz todavía más potente: las redes sociales. "Estamos viviendo muchas conductas absolutamente irresponsables y contrarias a la colectividad; pero que las tienen únicamente porque se pueden subir a las redes. Por ejemplo, cuando una persona va a 300 kilómetros por hora y se graba. Si no hubiera la posibilidad de subirlo a las redes, no se haría. Si la sociedad habla de ello, lo critica e incluso lo comparte, está dándole un altavoz a ese tipo de comportamientos. Es una reflexión que debemos hacer a nivel de sociedad. No es que todos seamos cómplices, pero tenemos que empezar a entender que nuestra conducta es importante e influye en la conducta de los demás", comenta.

"La sociedad debe responder como un todo ante estas conductas violentas"

De hecho, todo esto no es nada nuevo. "Esto es lo que decía el sociólogo Max Weber cuando habla de la acción social. En las sociedades modernas, la conducta de los individuos está condicionada por lo que los demás van a pensar de ellos. Y esto es crucial en el momento actual. Ya que la persona se define a través de sus actos y lo que importa es hacia quién se definen. Deberían hacerlo hacia el conjunto de la sociedad y no a su audiencia más directa, que es lo que está pasando. La sociedad debe responder como un todo ante estas conductas violentas, irresponsables, etc", afirma Urraco. 

La anomia de Durkheim

La anomia es un momento, según explicó otro sociólogo, Émile Durkheim, en el que la sociedad moderna (o posmoderna, según otros sociólogos) "ha perdido el sentido de la vida", señala desde el otro lado de la línea Urraco. "Es cuando la sociedad, en su conjunto, no puede aportar una explicación de por qué estamos aquí y hacia dónde vamos. Creo que en esta sociedad se pierden los referentes a una velocidad acelerada y eso hace que los individuos se sientan perdidos. Cuando las personas se sienten perdidas, buscan la conexión con otros seres humanos. Sentirse parte de un colectivo es una manera de evitar caer en tentaciones violentas o agresivas. Si la sociedad pierde ese hilo común es mucho más fácil que volvamos a la tribu". Y, por tanto, a esa separación entre "ellos" y "nosotros".

"Vivimos cada vez más en una sociedad en la que nos relacionamos a partir de indicadores o etiquetas; tenemos muy interiorizado quiénes somos nosotros, cómo nos podemos distinguir de los demás y cómo son los demás. Identificamos a los demás no como personas sino como etiquetas. Y al final si este es esto y yo soy esto otro, somos enemigos. Y al ser enemigos la actitud violenta hacia ellos es más legítima.

En otros momentos, cuando era más difícil identificarse como enemigos de otros había menos posibilidades de que se desarrollara este tipo de relación violenta; pero es que a día de hoy estamos más polarizados y, eso, evidentemente, tiene un problema de desintegración de la sociedad. Esto es un problema difícil de salvar excepto que se usen mecanismos de generación de identidad colectiva y común. Que sintamos que el que va por la calle, aunque tenga otros atuendos, sigue siendo uno de los míos, de los nuestros... o que somos todos parte de lo mismo"

La eficacia de la violencia

"Tenemos muy arraigada la idea de que agrediendo a otra persona se resuelven ciertas situaciones"

Por otra parte, señala Urraco, no podemos olvidarnos de señalar la eficacia de la violencia. "Hay que entender que la violencia es una forma eficaz para relacionarse y conseguir determinados objetivos. Y por eso se producen, también, este tipo de conductas. En nuestra sociedad, por desgracia, se muestra la violencia como una forma eficaz de conseguir lo que uno quiere. Mientras no deje de ser eficaz, la violencia va a seguir existiendo y eso hay que tenerlo en cuenta", señala.

"El problema es que siempre ha sido eficaz y la manera en la que hemos aprendido a solucionar determinados problemas. El clásico “si te pegan en el colegio, pégales tú” es un ejemplo de esto", comenta el sociólogo. "Tenemos muy arraigada la idea de que agrediendo a otra persona se resuelven ciertas situaciones. Y la gente sigue siendo violenta a lo largo de su vida porque siempre ha sido así y le ha funcionado. Y la violencia seguirá ahí mientras la sociedad siga considerándola como algo aceptable, legítimo o, de alguna manera, comprensible", añade.

Los políticos deberían dar ejemplo

Sobre el posible aumento de las agresiones, Urraco señala que "todo lo que hay ahora son tendencias que ya estábamos viendo antes". Y esto se debe, en parte, al clima político. De hecho, el sociólogo señala que la educación por sí misma no sirve para atajar la violencia en la calle.

¿Cómo podemos terminar con la idea de que las otras etiquetas son enemigos? Pues en buena medida, yo creo que es necesario que los políticos den ejemplo", afirma. "Al final todo el imaginario colectivo se acaba construyendo a partir de cómo vemos que funciona el país a nivel de legislación y de acuerdos, de cómo se tratan unos y otros. Es bastante evidente para los que están atentos, que lo que sucede en el parlamento es espectáculo dirigido a su audiencia y a movilizar a los suyos; no se generan ni se buscan los consensos. Les gusta, más bien, escenificar la oposición y el rechazo". "Luego es muy evidente que son colegas, no se pegan. Se habla de alerta antifascista, pero eso no implica que haya barricadas en el Congreso. El problema es que los votantes más movilizados, los más ideologizados lo ven y se lo creen”.

“Este tipo de mensajes que se utilizan para movilizar al electorado se están manejando con una ligereza terrible, porque acaban naturalizando un discurso guerracivilista, de oposición y de enfrentamiento, de enemigos que al final genera esa sensación de enemigos.

¿Hasta qué punto esto tiene que ver con que unos jóvenes se peguen en la calle? Quizás no tanto, pero se genera un clima en el cual los bandos, los frentes parece que están muy a la orden del día. Con lo cual los jóvenes entienden que, de alguna manera, su vida también se rige por los mismos patrones". 

¿Qué habría que intentar hacer? "Movilizar banderas o causas que fueran comunes y que no se apropiaran de ellas ningún partido en particular. Esto es difícil porque debajo de las banderas están los votos. Lo vemos con el feminismo y con toda la causa LGTB+, que al final se vincula esa causa a un partido concreto y eso es lo peor que puede pasarle a una causa", concluye Urraco. 

Las verdaderas consecuencias a nivel psicológico de la pandemia

"El mundo está temporalmente cerrado", dice un cartel de un local cerrado por la pandemia de coronavirus
Foto por Edwin Hooper en Unsplash

En el V Congreso Nacional de Psicología, que se celebra entre el 9 y el 11 de julio, se ha debatido acerca de las consecuencias de la pandemia en la salud mental de la población española. De hecho, en Hipertextual ya hemos hablado en otras ocasiones de lo que a supuesto a nivel psicológico el confinamiento y las restricciones. Pero lo más importante es que las consultas psicológicas han recibido un aumento considerable de visitas. Tanto de personas que acuden por primera vez como de recaídas, según ha señalado Chacón.

Las principales causas de estas consultas son "ansiedad, depresión, conductas alimentarias y adicciones", señala el psicólogo. "También han aumentado los intentos de suicido en toda la población. Pero el incremento es especialmente llamativo entre población adolescente y juvenil. No parece que se haya traducido en un mayor número de suicidios, pero es un dato alarmante porque el principal predictor del suicidio consumado son los intentos", explica.

La pandemia nos ha afectado a todos

Pero ¿por qué la pandemia nos ha afectado tanto a nivel emocional? "La pandemia ha incrementado los factores de estrés en muchos ámbitos y para muchas personas. Y ha aumentado lo que llamamos eventos vitales estresantes en toda la población. Hay sectores a los que les ha afectado más, como por ejemplo a los profesionales que estuvieron en primera línea durante la pandemia; ya que han mostrado un aumento del trastorno de estrés postraumático". Por otra parte, el aislamiento en personas mayores que tenían principio de demencia "ha acelerado el deterioro cognitivo".

La incertidumbre, el miedo, el aislamiento, la COVID persistente o la imposibilidad de enterrar a los fallecidos durante el confinamiento ha sido un cóctel emocional que ha ido explotando dependiendo de la situación de cada persona. "A todo esto súmale factores económicos, personas perdiendo su trabajo o en ERTES con menos ingresos, personas con miedo a perder el trabajo… La pandemia nos ha afectado a todos en muchos aspectos de nuestra vida", afirma Chacón.  También la sensación de indefensión: "Por ejemplo, hicimos el año pasado un esfuerzo enorme y cuando salimos a la calle, otro rebrote; pasan unos meses y otro rebrote o ahora otra vez, otro rebrote. Eso genera una sensación de indefensión que te hace sentir que da igual lo que hagas, que no va a servir de nada", concluye.

La pandemia ha trastocado nuestras vidas. Algunas personas seguirán luchando contra las consecuencias de la pandemia incluso cuando todo esto haya pasado. Pero la violencia y la agresividad que estamos viendo en las calle... No, eso viene de antes de la pandemia.