La contaminación lumínica afecta principalmente al estado de nuestros cielos, dificultando las observaciones astronómicas. Sin embargo, también puede afectar a otros muchos niveles, ocasionando daños a la flora, la fauna y los propios seres humanos. Ahora, a la amplia lista de perjuicios que ya se han estudiado, se acaba de añadir uno nuevo: una mayor proliferación del virus del Nilo Occidental.

Este virus se encuentra distribuido prácticamente por todo el globo, especialmente en zonas de humedales. Pero parece haber cada vez más, pues se están comenzando a detectar casos en lugares en los que no era habitual. Buen ejemplo de ello es el del brote que se dio este verano en algunas zonas de Andalucía. Es cierto que en los humedales del sur de la Península Ibérica ya se habían dado algunos contagios previos, sobre todo en caballos, pero también en algún humano. No obstante, habían sido mucho más aislados.

Son muchos los motivos por los que este tipo de enfermedades están cada vez más distribuidas, desde la globalización hasta el cambio climático. Hasta hace poco no se había relacionado con la contaminación lumínica, pero ya hay algunos estudios que conectan ambos fenómenos. El último de ellos acaba de publicarse en Proceedings of the Royal Society B, de la mano de científicos de la Universidad del Sur de Florida.

Contaminación lumínica y virus del Nilo

El reservorio en el que se encuentra naturalmente el virus del Nilo Occidental son las aves. Sus desplazamientos migratorios ayudan a este patógeno, que inicialmente se descubrió en Uganda, a viajar por todo el mundo. Sin embargo, estos animales no son eficientes para trasladar la infección a los principales hospedadores del patógeno: caballos y humanos. 

Para eso, entra en juego su vector. Se trata de mosquitos culícidos, cuyas picaduras llevan al virus hasta su destino definitivo.

Teniendo esto claro, es evidente que, a más aves, más virus, y a más mosquitos, más transporte para promover infecciones. Y es aquí donde entra en juego la contaminación lumínica.

Los autores de este último estudio se interesaron por lo que podría ocurrir este verano tras experimentar en Florida un invierno bastante suave. Esto favorecerá la proliferación del mosquito del Nilo y convertirá la zona en un buen destino de veraneo para las aves migratorias. En principio, ambos factores de la ecuación podrían mantenerse a raya.

El reservorio natural del virus del Nilo Occidental son las aves

El problema viene con la iluminación. La urbanización de zonas anteriormente despobladas ha aumentado notablemente la contaminación lumínica en esta región. Numerosos estudios demuestran que este fenómeno puede afectar al sistema inmunitario de muchos animales, incluyendo a las aves, que quedarán más desprotegidas frente al virus del Nilo Occidental. Además, los mosquitos se ven atraídos por la luz, por lo que podrán darse un festín en ese reservorio natural tan debilitado. De ahí a caballos y humanos solo quedan unos pocos picotazos.

Luz moderada

Este estudio señala dos factores importantes en la transmisión de la fiebre del Nilo a causa de la contaminación lumínica.

Por un lado, el incremento de la urbanización ha llevado también a la construcción de sistemas de drenaje, en los que los mosquitos lo tienen todo para proliferar.

Por otro, la luz de la zona es suficientemente elevada para atraer y debilitar a las aves y atraer a los insectos, pero no tanto como para acabar con la vida de estos últimos.

La construcción de sistemas de drenaje favorece la acumulación de mosquitos

Tanto las aves migratorias como los mosquitos a menudo utilizan la luz de la Luna para desplazarse. El exceso de luminarias puede confundirlos, atrayéndolos primero y alterando muchas de sus funciones vitales después. Muchos insectos se acercan tanto que acaban achicharrados. Otros simplemente inician una danza desquiciada que les lleva a caer exhaustos. No es el caso en Florida. La luz de las nuevas urbanizaciones atrae a los mosquitos y las aves, pero no los mata. Simplemente pone el virus del Nilo en bandeja de plata a esos vectores que acabarán llevándolo hasta sus hospedadores finales.

Llegaron a esta conclusión después de analizar 6.468 muestras de anticuerpos de pollos centinela. Estos son una herramienta muy útil para monitorizar la expansión de este tipo de enfermedades, ya que no suelen enfermar por el virus del Nilo, ni tampoco contagiarlo a mosquitos y otras aves. Simplemente sirven para saber cómo de presente está el patógeno en una zona. Y, en este caso, era mucho más abundante en zonas en las que se encontraban expuestos a una luz moderada.

Es un efecto menos conocido de la contaminación lumínica; que, en realidad, ya había estudiado en 2019 otro equipo de científicos de la Universidad de San Francisco. Esta es otra razón para controlar la instalación de luminarias. Necesitamos la luz, por supuesto, pero un exceso de ella puede ser el inicio de algo muy oscuro, en el sentido menos literal de la palabra. 

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