Desde el primer momento que el coronavirus irrumpió en nuestras vidas, las dudas sobre posibles factores de riesgo empezaron a surgir a montones. Entre los más preocupados se encontraban los alérgicos. ¿Podrían ser ellos más propensos a enfermar gravemente de COVID-19? Con el tiempo vimos que, por lo general, las personas con alergias leves no tenían problemas añadidos a los del resto de la población. Quedaban dudas sobre los que también padecen asma. No obstante, contra todo pronóstico, se ha llegado incluso a comprobar que esta dolencia, en algunos casos, puede tener un efecto protector. Los alérgicos se quedaban tranquilos, dentro de la preocupación general de la pandemia. No obstante, ahora sabemos que, en realidad, es el polen el que puede directamente aumentar la probabilidad de infectarse. Pero no solo para los alérgicos. Para toda la población.

Son las conclusiones de un estudio recién publicado en PNAS por un equipo internacional de científicos. En él, analizan cómo han variado este año las tasas de COVID-19 en 31 países, en relación a los niveles de polen. 

Cuando el polen se opone al sistema inmunitario

En realidad, el papel del polen como potenciador de la expansión de otros virus es algo que ya se estudió hace dos años. Fue a través de un estudio en el que participaron algunos de los científicos de esta última investigación.

El polen bloquea el efecto de ciertas proteínas que ayudan a poner en marcha al sistema inmunitario

Por aquel entonces el SARS-CoV-2 aún no estaba en nuestras vidas, por lo que realizaron su trabajo con el rhinovirus, responsable de resfriados comunes. Observaron que en las épocas en las que los niveles de polen están más elevados aumentan las infecciones por este virus. Concretamente, comprobaron que se debía a que estos gránulos interaccionaban con los interferones, un conjunto de proteínas que secretan las células como respuesta al contacto con patógenos, con el fin de estimular la acción del sistema inmunitario. Si el polen no las deja actuar, la respuesta defensiva será menor y aumentarán las infecciones.

Estos científicos querían saber si ocurría lo mismo con el coronavirus. Por eso, tomaron datos del último año de 130 estaciones, ubicadas en 31 países, con España entre ellos.

Vieron que, efectivamente, cuatro días después de un pico en los niveles de polen la tasa de infección aumentó en un promedio de un 4% por cada 100 granos de polen en un metro cúbico de aire. Sin embargo, este efecto disminuía notablemente si se daba durante un confinamiento estricto, como el que tuvimos en España entre marzo y mayo de 2020. 

Otro dato importante que se extrae del estudio es que alrededor del 44% de la variabilidad en las tasas de infección tenía relación con el polen. Está claro que influye, ¿pero cómo podemos evitarlo?

Consejos para reducir el riesgo

En un artículo publicado en The Conversation, uno de los autores del estudio, Lewis Ziska, da algunos consejos para reducir este riesgo.

Ahora que en el hemisferio norte llega la primavera, las tasas de polen aumentarán. Además, con el cambio climático lo hacen cada vez durante más tiempo, por lo que es importante estar preparados. 

La principal recomendación de este científico es salir lo mínimo posible. Es un buen consejo en la época que estamos atravesando. Pero no siempre es factible. 

Por eso, también recomienda la utilización de mascarillas. En países como España, en los que su uso generalizado es obligatorio, México, dónde lo era hasta hace poco, o Argentina, donde lo es en muchos casos, puede parecer una obviedad. No obstante, aún hay países en los que la mascarilla solo es una recomendación. Por eso, es importante recordar a la población que, en época de polen, su uso es doblemente útil, ya que protege del virus a dos niveles.

Las mascarillas también bloquean este efecto perjudicial del polen

Según Ziska, vale casi cualquier tipo de mascarilla, ya que el tamaño de los granos de polen es mucho mayor que el de las partículas virales. Por eso, si tenemos una mascarilla homologada para protegernos del coronavirus también nos servirá para estos casos. 

En definitiva, lo mejor que podemos hacer mientras esperamos pacientemente nuestro turno de vacunación, además de disminuir contactos y tener una buena higiene de manos, es usar mascarilla. Sobran los motivos para hacerlo.