Las nubes, desde las más finas y ligeras hasta las más grandes e imponentes, cubren el 70% del planeta en todo momento. Pero, ¿qué pasaría si dentro de un minuto desaparecieran todas las nubes? Los astronautas que están en la Estación Espacial Internacional se quedarían muy sorprendidos. Pero alguien que esté, por ejemplo, de excursión en pleno desierto no sabría que las cosas en la Tierra están a punto de ponerse muy feas.
Sin embargo, al cabo de unos días, aparecería la primera señal alarmante: la humedad. Será mucho peor si vives en la costa. Normalmente, el calor del sol evapora el agua, sobre todo del océano, y ese vapor de agua se condensa en las nubes. Pero si las nubes se quedan fuera del ciclo del agua de la tierra, ese agua se queda atrapada en el aire, creando una humedad cercana al 100%. Si cogieras un vuelo, podrías experimentar más turbulencias de lo habitual. Sin la cubierta protectora de las nubes para hacer rebotar la luz del sol en el espacio, el sol calienta más la Tierra, creando más aire caliente ascendente y desigual.
Pero un mal vuelo puede ser la menor de las preocupaciones, porque no habría ni lluvia ni nieve, ni siquiera una ligera niebla, y eso significa que no habrá forma de reponer las fuentes de agua que utilizamos para abastecernos, como los lagos, arroyos, ríos, manantiales y acuíferos. Y, una vez que se derrita la nieve del invierno anterior, se acabará el agua disponible. Y el tiempo corre. Si el mundo mantuviera su actual volumen de consumo de agua, se agotarían todos los lagos y ríos de agua dulce en unos 23 años.
Para asegurar el suministro de agua dulce, la humanidad tendrá que ser especialmente creativa. En la actualidad, un estadounidense medio utiliza entre 300 y 380 litros de agua al día. Pero, para salvar a la humanidad, va a hacer falta algo más que pasar de las duchas largas y dejar de hacer la colada. El agua que se utiliza en los hogares y en los lugares públicos solo representa el 21% del consumo mundial. Las 2 fuentes principales de demanda son la energía termoeléctrica para generar electricidad y el riego de las granjas. Las centrales eléctricas no solo utilizan toneladas de agua, sino que también en las que funcionan con combustible nuclear se podría desencadenar un desastre si sus torres de refrigeración de agua se secan. La catástrofe nuclear de Fukushima de 2011, por ejemplo, se originó cuando un terremoto dejó sin energía sus bombas de refrigeración de agua.
Y las granjas necesitarán aún más agua sin la ayuda de un buen diluvio. Esta sequía permanente mataría hectáreas enteras de vegetación y a animales salvajes a medida que la tierra se vaya secando. Dentro de unos años, la erosión del suelo podría levantar gigantescas tormentas de polvo como el fenómeno Dust Bowl de los años 30.
Mientras tanto, el clima de la Tierra se volverá completamente loco sin la existencia de las nubes. Es difícil concretar cuándo ocurrirá todo esto sin un modelo climático que cueste millones, pero el experto en nubes Chris Fairall revela un par de cálculos rápidos. Sin nubes, la temperatura media de la superficie aumentaría hasta 22 grados centígrados. Este aumento extremo de la temperatura no solo destruiría los hábitats de la mayor parte de la flora y de la fauna, acabando con lo que sobreviviera a la sequía, sino que también fundiría los casquetes polares y provocaría inundaciones masivas en las ciudades costeras. Podrías acabar formando parte del 40% del mundo que se vería obligado a adentrarse en el interior y tu nuevo hogar podría transformarse pronto en un desierto interminable a medida que el agua del mar empiece a filtrarse, adentrándose cada vez más en las aguas subterráneas.
Suena alarmante, pero un mundo sin nubes tiene algunas ventajas. Se acabarían los huracanes y los tornados devastadores, los retrasos en los vuelos por culpa de las tormentas y los cielos nublados que arruinan ver las estrellas. A medida que el suministro de agua va disminuyendo, habrá que tomar decisiones difíciles, pero, oye, los humanos son muy imaginativos. Podrían inventar formas de desalinizar el agua de los océanos o recoger el vapor de agua que está en el aire.
Y, cuanto antes se aplique todo esto, mejor, porque en realidad las nubes ya están desapareciendo. Los niveles sin precedentes de CO2 y el calentamiento de los océanos y de la atmósfera están provocando la disminución de las nubes. Habrá que tirar de la poca esperanza que hay para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y tratar de evitar por completo ese aterrador nuevo mundo.