Entre 2007 y el 2010, El Internado se convirtió en un fenómeno de masas. Uno que además sentó el precedente para todo tipo de dramas similares en el futuro. El mítico internado Laguna Negra se convirtió en el placer culposo de buena parte de una generación, y encontró su lugar en el difícil espacio del género juvenil. Creada por Daniel Écija (Estoy vivo), Laura Belloso (Luna: El misterio de Calenda), Juan Carlos Cueto y Rocío Martínez Llano (Toy Boy), la serie contaba la historia de un grupo de alumnos de un instituto en apariencia normal. Pero en realidad, se trataba de una especie de ficción con aires de drama y misterio en la que podía ocurrir cualquier cosa.

La combinación entre suspense, drama, thriller y romance hizo las delicias de la audiencia. Como si no fuera suficiente, la serie fue la cantera para actores como Ana de Armas, Elena Furiase, Yon González o Blanca Suárez. Para su apoteósica temporada final, el programa era ya todo un símbolo de una nueva forma de televisión en España. En especial, por su cualidad para recombinar géneros de forma exitosa, además de reivindicar otros tantos. Algo que demostró hasta su último capítulo. Para entonces, El internado era un símbolo de una época de experimentación en la televisión en España.

Amazon llegó con su nueva propuesta bajo el brazo

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Por todo lo anterior, el anuncio de un reboot de la mano de Amazon Prime Video levantó todos todo tipo de expectativas. La premisa de El Internado: Las Cumbres prometía rescatar lo mejor de la serie original, y además llevar sus mejores puntos a una nueva dimensión. Pero el resultado, en lugar de ser una reinvención de la premisa, es un tránsito poco afortunado y menos inspirado a través de la popular historia. Una revisión de todos los giros de guion, estereotipos y personajes que hicieron famosa a la trama, pero sin su cualidad juguetona e intrigante.

En contraste, la versión internacional y modernizada de El Internado tiene mucho de un recorrido nostálgico. La producción añade al renovado argumento terror y suspenso, pero tiene escaso carisma para mantener el atractivo del centro de la historia.

La versión internacional del clásico es mucho más densa y sustancial que su predecesora. En esta oportunidad, la noción del internado no es solo englobar un drama adolescente, con la percepción del confinamiento como elemento añadido a la tensión. El guion toma lo mejor de ciertas nociones sobre el abuso de poder, la percepción sobre la violencia y el maltrato. Además, añade terror y una buena dosis de vitalidad adolescente. Si en la original la combinación permitía a la audiencia conectar con los personajes, en esta oportunidad se trata de una simple excusa para mostrar una serie de aventuras sin mayor fuelle o profundidad.

Poca referencia, pero sin olvidarse de su hermano mayor

La serie comienza sin contexto, sin relatar al menos las condiciones de sus alumnos o por qué deberían ser de interés su reclusión en un lugar de particular geografía. Si en la versión clásica el colegio era el centro de intrigas más o menos complejas, para la su versión más elaborada la misma existencia del lugar acarrea la percepción de un misterio sugerido. Hay algo casi dickensiano en la forma en que la producción recombina los elementos para elaborar la sensación de que en el nuevo Internado, nada es lo que parece. Y lo que podría ser un spin off de alta factura (en ocasiones no hay duda que lo es), en realidad es un trayecto extraño hacia una versión sobre la realidad y la condición del miedo no demasiado acertada. Este cambio de tono y ritmo desvirtúa su carácter de producción derivada y convierte a El Internado: las cumbres en un tipo por completo distinto.

Por supuesto, eso no sería un real inconveniente a no ser por la manera en que la serie intenta establecer paralelismos con el fenómeno del que procede. Pero no lo logra. En lugar de eso, la trama oscura y retorcida podría ser del todo independiente. De hecho, en algunos puntos los creadores parecen del todo decididos a separar en lo posible la historia original del nuevo argumento.

La decisión termina por transformar los primeros capítulos en una sucesión de situaciones disparatadas: encierros en lugares inexplicables, la disciplina casi medieval de un grupo de profesores malévolos, y por supuesto los sufrimientos de los alumnos. Pero nada de esa larga sucesión de situaciones tiene relación con el ambiente vital, singular y cómplice de su primera versión.

Sin intenciones demasiado claras

¿Esa era la intención de la nueva versión? No hay manera de decirlo: el programa avanza con una rapidez desconcertante, y deja en claro, en cada oportunidad posible, que de hecho sí está emparentada con la versión original. O al menos, cuenta la misma historia de alumnos de vidas complicadas confinados en un instinto con cierto aire maligno. Pero si en la versión de Antena 3 había una definitiva sensación de energía juvenil, búsqueda de identidad y la perspectiva amplia de algo más efervescente, la versión de Amazon Prime Video tomó la vía contraria.

En esta especie de cárcel para chicos problemáticos, el giro argumental de la complicidad entre personajes (y por ende, la audiencia) desaparece. La historia, parece ser una colección endeble de hilos narrativos entre situaciones truculentas, ninguna de las cuales llega a despertar mayor interés. Y mientras el Internado mismo, con su extraña ubicación, sus recovecos, misterios, anuncios de situaciones paranormales y como no, sexo y dilemas morales es una entidad propia, sus alumnos desaparecen en medio del intento de crear un trama a dos bandas.

El juego de las historias a medias

el internado las cumbres

Como es de suponer, el principal interés de la serie son los alumnos sometidos a un tipo de disciplina férrea, que parece sugerir que el confinamiento no es solo educativo. El nuevo Internado brinda hogar a un desfile de estereotipos de “chicos malos”, pero en realidad también es un campo minado de situaciones de extraña dureza. El guion juega con la insinuación que más que un espacio de élite, la institución es un castigo a toda regla. Y lo es desde los castigos desproporcionados, hasta la rígida noción del orden que se impone.

De modo que en esta ocasión no se trata de un juego sobre el tránsito de la adolescencia en condiciones exclusivas y privilegiadas, sino un verdadero juego del gato y el ratón. ¿Entre quiénes o qué? La serie se guarda sus secretos la mayor parte del tiempo, y quizás uno de sus mayores problemas es la sensación general que solo es una descripción rápida de un universo mayor.

¿Es la primera temporada de Internado: las cumbres una mera introducción? Visto desde ese punto de vista podría ser una curiosidad anecdótica o un mero juego de nostalgia. Pero también un recorrido renovado hacia algo más profundo. Por ahora, solo es un reflejo no demasiado denso sobre un éxito que le sobrepasa.

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