Este año las Navidades más seguras han sido las celebradas en la Estación Espacial Internacional. Pero la ausencia de riesgo de contagio de coronavirus no lo es todo. Los astronautas que pasan las fiestas en el espacio deben echar mucho de menos a sus familias. Y quizás sea esa nostalgia por la Tierra la que les lleva a mirar frecuentemente hacia abajo y fotografiarla. Es precisamente lo que hizo la pasada Nochebuena uno de los astronautas que se encontraban a bordo. La instantánea es realmente bonita, ya que se ve cómo la zona de Perú brilla con luz propia. Una luz proveniente de sus minas de oro, que resulta especialmente bonita en imágenes, pero que sirve de muestra de un gran problema al que se enfrenta actualmente el Amazonas.

La explotación de las minas de oro es uno de los grandes motores económicos de Perú. No en vano, este es el sexto productor mundial de metales preciosos. Sin embargo, también hay muchas personas que recogen este mineral ilegalmente, acarreando muchos perjuicios a la selva amazónica y a los seres vivos que la habitan.

La cara oscura del brillo de las minas de oro

La imagen de las minas de oro captada desde el espacio es realmente espectacular. Además, aunque se editó un poco para mejorar el contraste, lo cierto es que se obtuvo directamente con una cámara digital Nikon D5, disponible actualmente en el mercado.

Pero tras este espectáculo estético hay una triste historia, como bien recuerdan desde IFLScience. La explotación legal de estas minas puede suponer perjuicios para su entorno, pero siempre de forma controlada. Así, se evita que sean excesivos y lleguen a generar grandes problemas.

Sin embargo, cuando la fiebre del oro invade a los seres humanos, pueden llegar a provocar verdaderas barbaridades. Para empezar, en los últimos años este tipo de actividades han promovido una gran deforestación, que ronda ya los 1.000 metros cuadrados de bosques. Además, las aguas quedan contaminadas con mercurio.

Esto se debe a que este metal se utiliza para separar el oro de la roca. Tras el tratamiento, el oro y el mercurio forman una amalgama que se separa fácilmente de la piedra. Luego se calienta para evaporar el mercurio y ya solo quedaría el oro. El problema es que si esto no se hace con las medidas de seguridad adecuadas pueden quedar restos en el agua. Este elemento es muy neurotóxico y, además, al quedar en los ríos puede transformarse en metilmercurio, más peligroso todavía. Las consecuencias son nefastas para la flora y la fauna, pero también para las tribus amazónicas y el resto de personas que habiten poblaciones cercanas.

La violencia que no se capta desde el espacio

Siguiendo con las tribus amazónicas, se conocen muchos casos de asesinatos de estas personas por parte de mineros ilegales que necesitaban vía libre para sus fechorías. Destaca uno de principios de los 90, cuando varios de ellos masacraron a 16 yanomamis en Brasil.

En definitiva, el sembrado dorado que plasmó aquel astronauta desde la Estación Espacial Internacional en la víspera de Navidad es la cara más luminosa de las minas de oro de Perú. Pero en la otra cara se esconden las sombras. Unas sombras que destruyen todo lo que cubren con su manto. No se detectan a simple vista, ni siquiera desde el espacio, pero sus consecuencias son clara y tristemente visibles.