El recién terminado 2020 nos trajo multitud de noticias, la mayoría de ellas malas, aunque también algunas buenas. Otras, en cambio, dependen de la percepción de quién las evalúe. Es el caso de la aprobación de la ley de eutanasia en España. La noticia fue toda una alegría para aquellas personas que consideran que el derecho a la vida no debe minimizar nunca el derecho a la muerte. En el otro extremo, supuso un jarro de agua fría para quienes se niegan a que alguien pueda morir antes de que realmente le llegue su hora. Las opiniones son respetables, desde luego, pero cabe hacerse una pregunta en este aspecto. ¿Pensarían lo mismo estos últimos si no conviviéramos con el tabú de la muerte en nuestra sociedad?

Al contrario de lo que ocurre en otras culturas, en Occidente es un tema que se evita, del que no se suele hablar salvo que no quede más remedio. Y eso supone muchos problemas. No solo de cara a normalizar situaciones como la eutanasia. También porque a veces nos hace vivir en una situación de ansiedad permanente por lo que podría venir. Por eso es tan importante derribar esos tabúes. Asumir que morir es algo natural y que algún día a todos nos llegará la hora, aunque no nos guste, puede ayudarnos a disfrutar más de la vida. Y, sobre todo, a no sufrir porque los demás decidan que ha llegado el momento de terminar con el tormento en que se había convertido la suya.

¿Por qué es tan importante derribar el tabú de la muerte?

Noelia Fernández Urbano es médica de familia, experta en cuidados paliativos y urgencias y emergencias. Es una de las fundadoras de Cuipal, una empresa con sede en Almería dedicada a los cuidados paliativos a domicilio. Desde su trabajo ha visto cómo el miedo generado por el tabú de la muerte puede incluso llevar a algunas personas a recibir con más sufrimiento los últimos momentos de su vida.

“Muchas personas muestran resistencia a que las atendamos”, explica a Hipertextual en una entrevista telefónica. “No es miedo ni rechazo a nosotros, sino miedo a la muerte, porque si les atendemos significa que se acercan a ella”.

Este es un tema que debe trabajarse tanto con los familiares como con los pacientes. Por eso, en todos estos casos se recomienda la intervención de un psicólogo. “Ni la seguridad social ni el servicio público tienen psicooncólogos, pero sí los hay en ONGs, como la Asociación Española Contra el Cáncer o la Fundación La Caixa”, explica esta experta en cuidados paliativos. “Desde la empresa tampoco podemos trabajar directamente con ellos, pero los derivamos y nos parece una misión fundamental. La excelencia sería que el equipo lleve siempre un piscooncólogo, pues están preparados para acompañar a los pacientes”. Cabe destacar que el término psicooncólogo hace referencia a aquellos que acompañan a pacientes oncológicos en la última etapa de su vida.

No obstante, también hay otros psicólogos especializados en el acompañamiento de otros tipos de enfermos. “Habitualmente los de la AECC, al ser específica de atención al cáncer, atienden a estos pacientes, pero la Fundación La Caixa también atiende a pacientes no oncológicos”. Sin embargo, Noelia aclara que con estos últimos a veces es más complicado que accedan a estos servicios, ya que no está siempre tan claro cuándo deben entrar a cuidados paliativos.

niña triste

Hacer partícipes a los niños

Los psicólogos pueden ayudar a los pacientes que se acercan a la muerte a recorrer esos últimos pasos del camino. También pueden ayudar a las personas que pasan toda su vida temiendo la llegada del final, incluso sin estar enfermos. Pero, quizás, si hubiesen hablado más sobre el tema cuando eran pequeños todas estas personas, las unas y las otras, no requerirían ayuda psicológica.

Y es que el tabú de la muerte empieza precisamente en esa etapa. Por ejemplo, es muy tangible cuando muere un familiar y se oculta a los niños. “Yo siempre digo que esos comportamientos nacen desde el amor”, narra la médica consultada por este medio. “La familia no quiere hacerles daño, quiere protegerles, pensando que si se comunica la muerte los niños van a sufrir”. Y posiblemente sí que lo hagan; ya que, como continúa contando Noelia, la tristeza es un sentimiento inevitable. Hay que aprender a acompañar ese sentimiento, no intentar evitarlo a toda costa. “En nuestra sociedad nos molesta que la gente esté triste, porque no tenemos recursos”, señala. “No sabemos qué hacer si el niños se pone a llorar y por eso no se lo decimos. Es más bien una falta de recursos de los adultos para saber acompañar”.

Por eso es importante trabajar estos recursos con los adultos, pero también la normalización del concepto de la muerte con los niños.

Es por este motivo que la doctora Fernández considera que es un tema que incluso debería tratarse en los colegios. “Cuando estudian el ciclo de la vida se les debería contar que forma parte de él”. Además, existen cuentos y otros tipos de material específico para trabajar con ellos la muerte de un familiar. “Yo creo que los niños son más pragmáticos y sencillos a la hora de integrar las cosas naturales”, argumenta. “Nosotros damos más carga emocional, pero ellos son más del aquí y el ahora”.

hospital

Normalizar la muerte para conectar con la vida

Tanto Noelia como Almudena, su compañera en Cuipal, han aprendido a relativizar lo que ocurre en su trabajo. “Si nos cargáramos de pena no podríamos tener este trabajo”, explica. “A mí me sirve para conectar con el presente, porque no sé qué va a ocurrir mañana. La muerte es la única certeza de la vida, pues todos sabemos que nos vamos a morir, pero no sabemos cuándo”.

Por eso, si todos lográramos derriba ese tabú de la muerte, quizás lograríamos disfrutar más de la vida. “Sin ser muy dramático, tener presente esa única certeza nos ayuda a disfrutar más de los momentos”.

Aceptar eso no significa rendirse ante la muerte. Tampoco reconocer el derecho a morir de una persona es un desprecio hacia la vida. Las personas que han podido derribar este tabú de la muerte no lo han hecho porque deseen morirse. “Yo no quiero morirme, no me viene bien”, señala Noelia con un toque de humor.

Pero no querer morirse no tiene por qué entrar en conflicto con asumir que es un procedimiento inevitable. Y mucho menos con entender que es el único deseo de aquellas personas cuya vida se ha convertido ya en algo mucho más temido que la propia muerte.