En 1920, una línea de tren cuyo recorrido pasaba por las montañas de Japón reportó algunas incidencias vinculadas a la invasión de las vías por parte de una plaga de milpiés. Los sucesos continuaron durante unos días, pero finalmente cesaron. Podría haberse pensado que era algo estacional y que ocurriría de nuevo un año después. Pero no fue así. Posiblemente pensaron que había sido un caso aislado y que no volvería a ocurrir. No obstante, ocho años más tarde estaban ahí de nuevo. Y ocho años después, y pasados dieciséis años también. Comprobaron que era un fenómeno periódico, que se daba exactamente cada ocho años. ¿Pero por qué?

Para dar respuesta a esta pregunta han sido necesarias cinco décadas de investigación, tras las que por fin se ha publicado una conclusión en Royal Society Open Science: la clave estaba en el ciclo de vida de esta especie de milpiés, Parafontaria laminata armígera.

El origen de una plaga de milpiés periódica

La autora principal del estudio sobre la plaga de milpiés, Keiko Niijima comenzó sus observaciones en 1972 y continuó recogiendo datos hasta 2016.

Seleccionó dos lugares de las montañas japonesas cercanas a la vía de tren en la que se había documentado este fenómeno. En ambos, tomó muestras de la tierra entre una y cinco veces al año, durante casi todos los años de ese periodo. Estas se extrajeron también a diferentes profundidades: entre 0 y 5 centímetros, entre 5 y 10, de 10 a 15 y de 15 a 20.

Al analizar todos los milpiés recolectados comprobaron que tienen siete estadios o etapas de crecimiento. En todas ellas permanecen en el suelo e hibernan en invierno, para luego mudar en verano. Esto ocurre año tras año, hasta llegar al octavo, en el que por fin se convierten en adultos. Entonces, suben a la superficie durante los meses de septiembre y octubre, se dan unos paseos, interrumpiendo el tráfico de trenes si es necesario, y finalmente copulan antes de volver a hibernar. Después, en primavera, copulan de nuevo, por segunda y última vez en su vida. En agosto las hembras ya han terminado de poner entre 400 y 1.000 huevos, mientras que los machos fallecen, dando por completo el ciclo.

Cada uno por su lado

Otro de los datos resultantes del estudio de Niijima es que, en realidad, no todas las poblaciones de este animal mantienen ciclos de vida paralelos. Los inician por separado, pero no se mueven a distancias de más de 50 metros. Esto conlleva que pueda emerger una plaga de milpiés, o incluso varias, en años diferentes, en sitios distintos. Concretamente se detectaron ocho grupos independientes.

Pero, claro, en estas vías de tren solo hay una de estas “familias”, de ahí que únicamente se dejaran ver cada ocho años.

Cabe destacar que los resultados son sorprendentes, pero no únicos en la naturaleza. De hecho, las cigarras tienen ciclos de vida todavía más largos, pues emergen en intervalos de 13 y 17 años. Eso sí, no les da por realizar excursiones ferroviarias. Quizás si hicieran eso habrían llamado un poco más la atención.