Suele decirse que la mayoría de artistas, sea cual sea su disciplina, nacieron con un don. Sin embargo, hay habilidades con las que no se nace, sino que se hacen. En el caso de la música, ese superpoder con el que se nace suele ser algo conocido como oído absoluto. Las personas que lo tienen son capaces de reconocer o entonar cualquier nota, sin ninguna otra referencia. Es algo que puede entrenarse, pero que por lo general suele venir innato a las personas que realmente destacan en este aspecto. Ahora bien, ¿puede distinguirse dicha capacidad en el cerebro de los músicos? Y, por otro lado, ¿es muy diferente este al de las personas sin conocimientos sobre música?

Ambas preguntas tienen una respuesta clara en un estudio recién publicado en Journal of Neuroscience por científicos de la Universidad de Stanford.

¿Qué hace diferente el cerebro de los músicos?

Los voluntarios que participaron en este estudio se dividieron en tres grupos. En el primero había músicos caracterizados por un oído absoluto. Los del segundo también eran músicos, pero no tenían tan agudizada esta habilidad. Finalmente, los miembros del tercer grupo no practicaban ninguna disciplina musical.

Al analizar la actividad y las conexiones neuronales de sus cerebros, se llegó a varias conclusiones. Para empezar, comprobaron que el cerebro de los músicos poseía conexiones más fuertes, independientemente de la presencia o ausencia de oído absoluto. Estas facilitaban una actuación sincronizada de las regiones auditivas de ambos hemisferios. Pero eso no era todo. También contaban con conexiones de materia blanca más fuertes entre las regiones auditivas y los lóbulos involucrados en varios tipos de procesamiento de alto nivel.

Todo esto se observó en la práctica totalidad de los participantes. No obstante, las conexiones eran mucho más fuertes en aquellos que habían empezado su entrenamiento musical muy temprano en la infancia.

Pero no parecía haber diferencias con quienes captan todos los tonos que se les presentan. En cualquier caso, los autores del estudio no descartan que esto también influya en su plasticidad cerebral, aunque de una forma “más sutil”.

Parece ser que, efectivamente, el músico nace, pero también se hace. Querer optar a ser Freddie Mercury o Beethoven quizás sea un poco osado, pero con persistencia y estudio se puede llegar a tener un buen cerebro de músico. Lo ideal es empezar cuanto antes, pero en realidad nunca es tarde, aunque no se logre optimizar los resultados.