La miniserie El desorden que dejas (2020) es la adaptación de la novela de 2016 realizada para Netflix por el gallego Carlos Montero (El tiempo entre costuras), su propio autor. Ya lleva unas cuantas semanas entre lo más visto de la plataforma, sin bajar en ningún momento del top diez en España. Y, según nos ha contado su creador en una entrevista, se sentía bastante nervioso por cómo sería acogido el resultado, siendo él su máximo responsable a varios niveles: “Siempre bromeo porque, en los títulos de los primeros capítulos, mi nombre aparece hasta cinco veces. Así que solo hay un culpable si esto es un fracaso y solo van a señalar a una persona, que soy yo”, nos explica.
Y nos relata la forma en que su libro pudo convertirse en miniserie: “Cuando escribí la novela, se la pasé al productor Paco Ramos, con el que ya había trabajado, y pensamos en hacer la peli. Pero, justo en ese momento, llegó a nuestras vidas Netflix como un huracán y nos descolocó para bien: Paco acabó trabajando allí, en México, y decidimos que, en vez de una película, ¿por qué no hacer una serie?”. Y Carlos Montero pensó en que otro la adaptase con su propio punto de vista. Pero se había quedado con ganas de contar cosas, después de Élite (desde 2018) buscaba un proyecto nuevo y Netflix quería trabajar con él en otra propuesta. “Se juntó todo eso y fuimos adelante”.
Tuvo que enmendar un poco el material primigenio: “En la novela, el thriller entra muy tarde y se precipita, una cosa también chula que hace que vuelen las páginas. Pero sí es verdad que se condensa demasiada información, demasiadas peripecias. Y, al final, en la serie he podido equilibrarlo”, reconoce, y prosigue con estas palabras: “Estoy más contento con la serie que con la novela. La novela me gusta y me ha dado muchas alegrías, evidentemente, y creo que es una semilla estupenda para la serie”. Y ha quitado poco del texto original de El desorden que dejas. Si acaso, el mundo interior “machacón y obsesivo” del personaje de Raquel Valero (Inma Cuesta).
“En la serie no está porque no hay una voz en off; no quería yo ese recurso. Pero no he sentido que haya sacrificado más cosas”, declara Carlos Montero con satisfacción. “Si fuera una película, sí, porque tienes que condensarlo todo, cuatrocientas páginas, en hora y media. Pero he dispuesto de ocho horas para hacerlo, y no hay ningún capítulo que eche de menos”. Y de la ventaja excepcional de adaptarse a sí mismo: “Porque, cuando adaptas a otros, siempre acabas peleándote. Es inevitable. Yo entiendo perfectamente al escritor que quiere defender su obra, pero siempre me he peleado porque también quiero defender la peli o la serie que estoy haciendo”.
Sabe que existe la obligación de “ser fiel al espíritu de la obra” y, además, ofrecernos una versión adaptada con su propia entidad. Y, a veces, el diálogo con el escritor deriva en un choque desagradable. Así que, consigo mismo, ese incidente no se produjo. Además, El desorden que dejas constituye su estreno en la dirección, al frente de los episodios “En la boca del lobo” (1x01) y “Lo saben” (1x02). “Sé cómo soy como guionista, con mis carencias y mis virtudes”, dice Carlos Montero, que ya ha escrito para once series. “Pero, como director, era una incógnita. Y me han venido muy bien todos estos años con Élite porque he pasado muchas horas en montaje, y se aprende muchísimo”.
En esta otra serie televisiva que creó con el murciano Darío Madrona, se ha dedicado a analizar las grabaciones del día previo, la manera en que el realizador de turno “ha dividido los planos”, por poner un ejemplo específico. Así que Carlos Montero se plantó en el rodaje de El desorden que dejas “sin saber cómo iba a ser como director pero sí conociendo bastante bien el medio”. Porque no se trata de “un escritor que nunca ha hecho tele y que llega de repente y es director”. Y “en el rodaje se lo decían mucho: «Joder, es que no parece tu primera serie». Pero no era por el talento sino por la seguridad que tenía. Una seguridad que le dio Élite y también el equipo”.
“Porque tenía muy claro que, si contaba con un buen equipo, me podía apoyar en él”, asegura Carlos Montero. “Les decía lo que quería, y muchas veces no sabía cómo llegar a ello, pero tenía un director de fotografía estupendo [Isaac Vila], o un ayudante de dirección [Iñaki Beraza]... Un equipo magnífico. Emma [Lustres], la productora ejecutiva, me arropaba... Me dejé arropar”. Y nunca fue de entendido, de saber exactamente cómo debían hacerse las cosas. Él manifestaba lo que quería grabar y entre todos lo disponían. “Y, a la hora de dirigir a los actores, un poco lo mismo: yo les decía lo que quería y veíamos cómo se llegaba a eso o si ellos me proponían algo que fuera más interesante”.
Por otro lado, la inquietante historia de El desorden que dejas “se podía haber contado en otro sitio”, pero Carlos Montero cree que, en un lugar pequeñito de Galicia, “que sea tan rural condiciona completamente a los personajes” protagonistas por la “necesidad de guardar secretos para preservar su intimidad”. Al contrario que en una ciudad extensa, donde, “como eres anónimo, nadie sabe nada de tu vida”. Pero, en un pueblo como Novariz, similar a la Celanova en la que nació el cineasta, “necesitas esa parcelita para protegerte y que no te molesten. Y, a veces, esa parcelita se hace muy grande y los secretos ocupan más casi que tu personalidad”.
Y, en cuanto al título de la novela y de la ficción de Netflix, no viene mal una justificación por parte de Carlos Montero. “La idea de la muerte, o la idea de la ausencia en este acaso, yo las equiparo: la ausencia del ser amado con la muerte de un ser querido”, comenta. “Creo que es un dolor muy parecido, un dolor devastador. Como el título de la novela y de la serie indican, te deja completamente desordenado y cuesta mucho rehacerse de eso. Creo que rehacerse de una ausencia es el trabajo más titánico que tenemos por delante cuando ocurre una desgracia así y pierdes a alguien”. Porque “te destruye”, y en esos momentos piensas “que no te vas a poder levantar”.
“Pero, poco a poco, te vas levantando”, continúa. “Y, al final, de lo que hablo es de la resiliencia que tenemos todos y del componente heroico de poder con cualquier cosa, incluso con la muerte, que es lo más absurdo que existe”. Nadie escapa de esta condena “y, aun así, sigue siendo un abismo intolerable”. Y, desde el punto de vista narrativo y dramático, “le parece siempre muy rico hablar de esto”. Sobre todo, “al no tener respuestas”. Un planteamiento cinematográfico que le apetece mucho que nos guste: El desorden que dejas “es muy yo; todas mis obsesiones están condensadas aquí”. Y quiere “indagar en nosotros a ver si nos ha gustado o no. Porque “hay algo muy chulo en eso”.