Como es lógico, la ciencia ficción se suele relacionar con historias futuristas y en las que hechos tecnológicos o sobre la naturaleza del universo nos provocan un asombro monumental. En el cine, las propuestas casi siempre se encuadran en la narrativa del arte y el entretenimiento, no de la divulgación. Pero la de la miniserie Otras galaxias (2020) es harina de otro costal: cuatro episodios documentales, dirigidos por Daniel M. Smith (Misión al Sol), Suzy Boyles (Sound Waves), Nigel Paterson, Ben Wilson (The Beginning and End of the Universe) y Tim Lambert (Armas, gérmenes y acero), en los que nos muestran cómo podría haberse desenvuelto la vida en otros mundos.

Esta premisa exobiológica no es original porque se le adelantó otra miniserie, Extraterrestrial, y el largo televisivo Planeta alienígena (Nick Stringer, Pierre de Lespinois, 2005). Por no decir que tales a obras y a Otras galaxias se las puede emparentar con la serie Futuro salvaje (John Adams, 2002). Pero lo cierto es que nunca se la ha visto tan deslumbrante. Y, además de la propia realización de sus cinco directores, algo habrá contribuido a ello tener a la actriz londinense Sophie Okonedo (Ratched) de narradora. Y una inspirada partitura de Laurentia Editha (Secretos de la arquitectura antigua) y Sylvia Navarro (1969).

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Una fulgurante ciencia ficción divulgativa

Otras galaxias es esplendorosa, con la delantera de todos los avances visuales en detallismo y nitidez de la tecnología cinematográfica en los últimos quince años. Pero también por una planificación muy oportuna, de cineastas que conocen bien la gramática fílmica, y recursos como una cámara lenta sugerente y enfática. Y por la imaginación realista, con base en el conocimiento de la ciencia, por cierto horror de monster movie hasta lo lovecraftiano. Y el gozoso colorido de la naturaleza ficticia que nos ofrecen y con la que no podemos sino maravillarnos.

Coincide en algunas criaturas alienígenas con otras de Extraterrestrial, pero porque su sustento conceptual es el mismo: la exobiología científica, que estudia las posibilidades de la existencia de seres vivos en otros mundos del cosmos. Y, aun así, Otras galaxias se esfuera más por establecer vínculos entre los animales y plantas asombrosos que vemos y su hábitat y la información que hemos recopilado sobre la fauna y la flora terrestres, su desarrollo y su comportamiento. Lo cual le proporciona un grado superior de verosimilitud y, por si esto fuera poco, además uno aprende sobre nuestro alrededor cercano.

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Los enigmas de otro mundo

No obstante, la narrativa misteriosa de Planeta alienígena, según el guion escrito por Peter Crabbe y Steve Eder, mantiene mejor el interés porque logra intrigarnos en todo momento. Y, si uno compara a los bichos de los tres documentales, los más extraños, los más monstruosos incluso hasta traernos a la mente una película tan grotesca como La cosa (John Carpenter, 1982) —remake de El enigma de otro mundo (Christian Nyby y Howard Hawks, 1951) y con una precuela homónima (Matthijs van Heijningen Jr., 2011)— en algunos casos, son los de Otras galaxias sin duda alguna.

Solo puede uno lamentar que, en los subtítulos españoles del segundo episodio, a la astrobióloga estadounidense Kennda Lynch la llamen nada menos que “astróloga”. Como si fuese una charlatana que perpetra cartas astrales y no una científica que estudia la evolución de la vida existente y posible en el universo. Al margen de este patinazo, Otras galaxias nos entrega su joya de la corona en el último capítulo, de lejos el más apasionante, no solo de esta miniserie, sino incluso de cuanto ha dado de sí la especulación de la exobiología en el género documental. Hay que dejarlo claro.

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