Si hay algo que decir en favor de Materia Oscura, la gran apuesta fantástica de HBO, es que se esfuerza especialmente en mostrar una nueva dimensión de la ya famosa y querida obra de Philip Pullman del mismo nombre.

Ya en la primera temporada, un elenco de lujo encabezado por James McAvory y una batería de efectos especiales trató de tomar lo esencial de una obra compleja para crear un espectáculo televisivo que pudiera consolar a los televidentes en busca de material de género de buena calidad, después del insatisfactorio final de Juego de Tronos. Pero la serie no solo no lo logró, sino que se convirtió en una mezcolanza poco atractiva de todo tipo de referencias a franquicias mucho más exitosas y efectivas.

Para su capítulo final, el argumento remontó a duras penas su cualidad de producto híbrido y lograr una sintonía lo suficientemente sólida para asegurarle la renovación, lo que ocurrió unas cuentas semanas después. La gran pregunta de los fans fue si con una nueva oportunidad, la serie podría lograr plasmar el mundo mágico, lleno de matices y metáforas de Pullman, además de llevar a la pantalla un entretenimiento fantástico digno de las producciones de HBO.

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No obstante, la segunda temporada parece sufrir de los mismos problemas que la anterior, en especial por la evidente intención de la producción de convertir la compleja, por momentos espiritual y casi siempre misteriosa obra de Pullman, en un producto digerible y en la medida de lo posible un éxito familiar de gran alcance. Los mundos alternativos imaginados por el escritor están de nuevo en los lugares correctos, con el aspecto correcto y bajo el peso narrativo correcto, pero todo el entramado sigue pareciendo en exceso simple y sin verdadero sentido de la belleza y el poder de su versión literaria. Y aunque por supuesto, nadie espera que la serie pueda captar o ser una gemela televisiva de una saga mucho más amplia y compleja, al menos si necesitaba la certeza que Materia Oscura tenía la intención de arriesgarse un poco más. Al menos lo suficiente para crear un universo independiente de la obra amada por millones de lectores alrededor del mundo.

No lo logra o al menos no de un modo claro: después de un rápido resumen de los acontecimientos de la temporada anterior — en los que Lord Asriel (James McAvoy) abrió puente hacia otros mundos con una serie de complicadas consecuencias que incluyó enviar a Lyra a destino desconocido —, la serie intenta hacer lo que mejor saber hacer, o lo que los productores asumen es necesario. El despliegue de puesta en escena es impactante y las primera mirada de Lyra (Dafne Keen) del nuevo a mundo al descubrir es una alegoría cuidadosa al espíritu profundo y denso del libro. Pero la similitud termina allí y muy pronto están ocurriendo tantas situaciones a la vez que el capítulo tiene un ritmo frenético que por momentos lo hace incomprensible. Materia Oscura es pura ambición, es una mirada a la fantasía más depurada y emparentada con la crucial cuestión sobre los límites de la realidad, pero el guion parece ignorarlo y enlazar la idea de cada suceso con la posibilidad que sea agradable y vistoso en pantalla.

La ciudad de Cittagàzze es todo lo singular que podría esperarse, y por supuesto el recorrido en este mundo vacío deja un sabor amargo y desagradable. No obstante, la percepción sobre su cualidad de lugar al extrarradio es mucho más aparente que argumental: la cámara se mueve de un lugar a otro para mostrar el vacío, pero la superposición de escenas carece de la solidez suficiente para entender el sentido del poder — de la belleza y lo insólito — que el guion intenta mostrar. De nuevo, Materia Oscura parece no tener el suficiente pulso para brindar una explicación peligrosa y audaz — o al menos, una trampa narrativa — sobre este enclave insular en lo que todo parece ser normal, a no ser la ausencia de alguien. La serie no se hace preguntas, sino que muestra lo que deja al argumento en medio de un debate doloroso acerca de la posibilidad y la sospecha al acecho.

Lo más emocionante del capítulo es sin duda el reencuentro entre Lyra y Will (Amir Wilson), que aunque no es todo lo amigable o cariñoso que podría esperarse, establece el tono del vinculo entre ambos con una amabilidad y buen hacer que se echa de menos en el resto del capítulo. Ambos son la encarnación del bien — o al menos, del equilibrio — y también, el eje central del primer episodio. Lo que le brinda una extraña cualidad encantadora a una complicidad que poco a poco se hace más fuerte y significativa. El argumento deja la suficiente evidencia para dejar claro que el resto de los capítulos revelarán todos los matices de ambos personajes y en especial, los secretos que uno y otro guardan.

Al otro lado de la puerta entre dimensiones, la Señora Coulter (Ruth Wilson) hace gala de toda su maledicencia y una renovada veta cruel al mostrar que está dispuesta a torturar y destruir con una sempiterna sonrisa en el rostro. Algo que ya era evidente en la primera temporada, pero que este primer capítulo de la segunda hace hincapié, quizás porque las atrocidades del personaje serán de considerable interés.

Cualquiera sea el caso, Coulter cumple con su habitual pulcritud su encarnación sobre la ambición y el mal, lo cual sigue siendo uno de los puntos más altos de la serie. Tanto como si tortura a una víctima en cámara y con los ojos bien abiertos, como para analizar con cuidado lo que está ocurriendo más allá de lo que puede ver, la encarnación de Wilson sobre la oscuridad interior es cada vez más apropiada e inteligente.

Para alivio de los fans, a pesar de sus errores de guion y de ritmo, Materia Oscura demuestra en su primer capítulo de la segunda temporada la firme intención del programa de conservar la esencia de la saga, algo que fue una de los problemas a lo que se enfrentó la serie en sus anteriores capítulos, que recibieron tibias críticas y una audiencia más o menos estable.

Pero ahora, el guion es mucho más consciente de sus pequeños espacios de relato épico, así como su conexión con un universo mayor, que apenas se muestra pero que está ahí, tan cercano como para resultar una intriga invisible. Llena de una vitalidad renovada, la serie construye un juego de pequeñas trampas que conducen hacia el interior de un mundo nuevo — en más de un sentido — y en específico, en la mitología de la saga, que tanto se echó de menos en los episodios previos.

A pesar que capítulo entero es una gran introducción y de hecho, juega con la idea de la intriga argumental, es también toda una declaración de intenciones: Materia Oscura regresa para convertirse en algo por completo distinto a lo que fue hasta ahora, lo que es quizás una buena noticia.