Las compañías farmacéuticas implicadas en el desarrollo de las diferentes candidatas a vacunas frente a la COVID-19 se encuentran sumidas en una vertiginosa carrera por el “y yo más”, en la que los porcentajes son protagonistas. Por ahora, el podio se mueve entre el 90% y el 95%. Y lo de movimiento es literal, pues son varias las que han cambiado su cifra en menos de una semana. La última ha sido la rusa Sputnik V, que ha pasado de un 92% hace poco más de una semana a un 95% hoy mismo. Pero las diferencias entre vacunas son mucho más que una competición de porcentajes de eficacia.
Cada una de las que se encuentran en fases de desarrollo más avanzadas tiene sus debilidades y sus fortalezas. No habrá una ganadora, sino que posiblemente acaben coexistiendo, distribuyéndose en base a su disponibilidad y sus características. ¿Pero cuáles son esas características que distinguen a las candidatas de Moderna, Pfizer, AstraZeneca y Gamaleya?
Tipo de vacuna
Para empezar, no todas las candidatas se han desarrollado con la misma tecnología. Moderna y Pfizer son vacunas de ARN mensajero. Eso significa que no introducen en el organismo el patógeno atenuado para generar respuesta inmunitaria sin causar daños. Ni siquiera hacen lo propio con alguna proteína concreta del virus.
Lo que hacen directamente es introducir un ARN mensajero muy concreto. Estas son moléculas que llevan la información necesaria para que se fabriquen las proteínas de un organismo. En este caso, se introduce el ARNm correspondiente a la síntesis de la espícula, una proteína utilizada por el SARS-CoV-2 para introducirse en las células que infecta. Así, no hay que introducir nada, pues la proteína en cuestión se fabricará directamente utilizando la maquinaria celular del paciente.
En cuanto a AstraZeneca y Sputnik V, ambas estimulan el sistema inmunitario a través de virus atenuados, concretamente de la familia de los adenovirus. Estos están modificados, de manera que se les eliminan los genes responsables de su patogenicidad, a la vez que se introduce otro encargado de codificar la espícula. Es un mecanismo que ya se ha usado con anterioridad en otras vacunas, al contrario que la tecnología del ARN mensajero, mucho más novedosa.
Diferencias entre vacunas según el precio
Los desarrolladores de la rusa Sputnik V no solo han anunciado hoy el incremento de su porcentaje de eficacia. También han dado a conocer su precio, que será bastante reducido en comparación con otras. Pero no el más bajo.
Concretamente, según un comunicado emitido por el Centro Gamaleya y el Fondo de Inversiones Directas de Rusia y transmitido por la Agencia EFE, no superará los 10 dólares por dosis.
Las diferencias entre vacunas son muy extremas en este sentido, ya que por encima se encuentran Moderna, con 37 dólares por dosis, y Pfizer, con 20. Sin embargo, la de la Universidad de Oxford y AstraZeneca es mucho más barata, con un coste por dosis de unos 3 dólares. Este es uno de los motivos por los que se considera una de las más adecuadas para su distribución en países subdesarrollados, pero no el único.
El reto de la temperatura de almacenamiento
Uno de los grandes factores que suponen una diferencia entre vacunas es la temperatura a la que pueden almacenarse.
El ARN mensajero es muy inestable al someterse a temperaturas elevadas, de ahí que las candidatas de Pfizer y Moderna necesitan un almacenamiento muy frío. La primera, de hecho, requiere -80ºC, algo que dificulta mucho su transporte, especialmente a zonas poco desarrolladas, con infraestructuras demasiado simples.
El caso de Moderna es algo menos complicado, ya que, al contener menos concentración de ARNm, puede permanecer hasta 6 meses a -20ºC. Y si se va a usar rápidamente es posible incluso conservarla en una nevera convencional, entre 2ºC y 8ºC, durante 30 días.
Esta es también la temperatura a la que se puede almacenar, incluso durante más tiempo, la de AstraZeneca.
En cuanto a Sputnik V, el suyo es un caso diferente. En su versión líquida necesita temperaturas de congelación, en torno a los -18ºC. No es tan baja como la de Pfizer, pero también puede suponer un problema en ciertos ambientes. No obstante, Gamaleya está poniendo en marcha un protocolo para liofilizar el producto, obteniendo un polvo que se puede conservar entre 2 y 8ºC y solo necesita hidratarse para utilizarse en su estado original.
Lo único que tienen todas en común
Existen muchas diferencias entre vacunas, pero hay algo que todas tienen en común: la ausencia de una fecha definitiva para empezar a administrarse. Por eso, aunque todas las noticias que nos llegan sobre ellas son muy positivas, debemos mantener la cautela.
Empieza a verse la luz al final del túnel, pero nuestra responsabilidad sigue siendo la única vacuna de la que disponemos. Y esa, si la usamos bien, puede tener un alto porcentaje de eficacia.