Tras la pérdida del satélite español Ingenio, los chistes al respecto no han cesado en las redes sociales. Desde que seguro que va la madre de un ingeniero y lo encuentra hasta que si los españoles no sabemos rastrear contactos de coronavirus, ¿cómo vamos a encontrar un satélite perdido en el espacio? Estos últimos son quizás los más hirientes, porque son un menosprecio a la ciencia y la ingeniería españolas sin ningún motivo para ello. Y es que no, la culpa de la pérdida de Ingenio no ha sido española.

De hecho, hablar de culpas ya de por sí no es muy apropiado. Estos son asuntos complejos, en los que intervienen muchos factores, que pueden fallar fácilmente. ¿Pero cuáles fueron en este caso concreto?

En busca de la culpa de la pérdida de Ingenio

Un satélite no puede lanzarse al espacio sin más. Necesita un cohete que actúe como propulsor.
En el caso de Ingenio, se decidió usar Vega, un sistema de lanzamiento desarrollado por la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Italiana para la puesta en marcha de pequeñas cargas útiles.

Desde que realizó su primer trabajo en 2012, han sido 17 los objetos lanzados con ayuda de este sistema. La mayoría de ellos transcurrieron con éxito, hasta que en 2019 falló en el lanzamiento de un satélite para los Emiratos Árabes Unidos. Se resarció de aquello poco después, en septiembre de este año, pero ha vuelto a dar problemas precisamente con el lanzamiento de Ingenio.

El satélite español no era el único que tenía que levantar el vuelo con ayuda de Vega. También el francés Taranis. Pero ambos se perdieron, después de que el cohete se desviara de la ruta prevista. Mucha gente en redes sociales culpa de la pérdida de Ingenio a España, pero lo cierto es que el Centro para el Desarrollo de la Tecnología Industrial (CDTI) estaba detrás del desarrollo del satélite, no del cohete que se extravió.

¿Qué ocurrió entonces?

Una vez analizada la situación, tanto la compañía con la que opera vega, Arianespace, como las agencias espaciales europea e italiana se han encargado de analizar lo ocurrido. Así, han descubierto que el desvío se debió a un fallo humano.

Al parecer, se conectaron al revés dos cables pertenecientes al motor, de modo que a la hora de tomar la ruta programada no pudo hacerlo correctamente.

Por lo tanto, Ingenio llegó sano y salvo al puerto espacial de Kuró, en Guayana Francesa. Fue el cohete el que portaba el error. La culpa de la pérdida de Ingenio no debe cargar sobre los hombros de nadie, pero mucho menos de los desarrolladores, que han visto cómo su trabajo de 13 años se perdía en solo 8 minutos. Con suerte, la próxima vez saldrá bien. La experiencia que han adquirido en este tiempo servirá para que el siguiente pueda construirse más rápido. Y quizás el gasto no alcance esos 200 millones de euros que nunca llegaron a su destino. Es un momento para sacudirse el polvo y volver a empezar, no para buscar culpables.