Es la primera vez que, desde la presentación del MacBook Air, Apple sorprende en uno de sus eventos hablando del Mac. La compañía, tras varios años de trabajo, logró finalmente tomar las riendas de esta gama de productos y controlar íntegramente el diseño y la fabricación de todos los componentes de sus ordenadores con el lanzamiento del SoC M1. Este control total es de extrema importancia a la hora de brindar una experiencia única e irreplicable al consumidor en prestaciones e innovación.

Los procesadores de portátiles y equipos de sobremesa de Intel lastraron de forma asfixiante la innovación y mejora de los Mac durante años. El ritmo en el que se ha mejorado la potencia, eficiencia y capacidades en inteligencia artificial o procesado de imagen conseguido en los chips de Cupertino es abrumadoramente superior a las ínfimas mejoras incrementales realizadas en los procesadores de Intel o AMD en los últimos años. Y no sólo se trata de puro rendimiento, número de transistores o consumo. También se trata de hacer las cosas como ya no toca hacerlas: ya no tiene sentido concebir un portátil como se concebía hasta ahora, como si fuese una simple amalgama de componentes encapsulados. Es algo diferente, necesita ser algo más.

El Mac mira al iPhone para crecer

Mac - iPhone - Steve Jobs

Cuando Steve Jobs revolucionó la industria de la telefonía móvil, los más optimistas desde su presentación esperaban que, en un lejano futuro, el iPhone pudiese hacer lo que un ordenador personal era capaz de hacer en aquel momento. Trece años más tarde, lo que muchos consumidores estaban esperando hasta hoy era que el Mac pudiese hacer lo que hace el iPhone. Apple acaba de poner la primera piedra de este nuevo camino y de esta prometedora transición en arquitectura de procesadores.

Más allá de los números y las gráficas tanto de rendimiento puro como de autonomía que ha mostrado Apple en la presentación, lo más interesante es, sin lugar a duda, la puerta que se abre a la innovación en el ámbito de los ordenadores personales. Una industria que, pese al boom de ventas del que ha gozado por la obligatoriedad para muchos trabajadores de hacerlo desde sus casas por la crisis del COVID-19, ha estado aletargada mientras el móvil acaparaba los mayores avances en hardware y software durante la última década.

Lo que antes era un casi imposible, como ver correr los videojuegos más populares en macOS debido a las limitaciones del sistema operativo y arquitectura, ahora será posible y casi inmediato, pues los juegos para iPhone correrán de forma nativa en macOS. La ausencia de DirectX ya no será un limitante, y la potencia de los chips de Apple por fin podrá ser aprovechada en sus ordenadores personales.

Lo mismo ocurre con el resto de aplicaciones y servicios. El móvil es el rey, y el iPhone es el ecosistema más atractivo para el que programar. Programar para Mac ya no será muy costoso y poco lucrativo debido a su pequeña base de usuarios en comparación a los ordenadores Windows o iOS/Android, porque programar para iPhone será también programar para Mac. De esta forma, Apple ha logrado unificar toda su oferta de software, hardware y servicios no sólo por la fachada desde la llegada del sistema operativo Big Sur, sino arquitectónicamente.

Controlando cada detalle

Apple M1

Apple controla ahora mismo cada componente esencial y cada línea de código de sus equipos Mac, algo que siempre hizo con el iPhone –brindándole grandes resultados–. Surgirán problemas durante esta transición, pero la compañía ya no estará lastrada por la escasa innovación conseguida en los procesadores de portátiles ni por el desfasado planteamiento con el que se han diseñado hasta ahora.

Ya no hablaremos de procesadores, gráficas y módulos de RAM; hablaremos de qué es capaz de ofrecer un único chip que se va a encargar no sólo de operar como un ordenador, sino como un teléfono móvil bajo la premisa de servir al software, a los nuevos sensores de los que se dispondrá y a los algoritmos de aprendizaje automático que necesitará según avancen los servicios que se ejecutarán en él. Porque un portátil debe ser eso: la potencia de un ordenador con la versatilidad, posibilidades e innovación de las que gozan ahora los smartphones.