Noruega es hoy reseñado como lo más parecido a un paraíso de los coches eléctricos. Con poco más de 5 millones de habitantes, durante todo este 2020 el volumen de ventas de eléctricos e híbridos enchufables no ha bajado del 65% del total de coches que se venden cada mes en el país.
Es decir, Noruega se aproxima a velocidad de crucero a conseguir que más de la mitad de su parque móvil sea eléctrico en unos cuantos años, y ya lidera todos los rankings de penetración de la movilidad eléctrica a nivel particular. Para hacerse una idea, en comparación, el volumen de ventas en España no llega todavía al 2%.
Así las cosas, en Noruega el debate no está tanto en si eléctrico o no, sino en si elegir comprar un Tesla Model 3 o un Audi e-Tron, vehículos que se han ido repartiendo el puesto de coche más vendido en los últimos tiempos, inclinándose la balanza últimamente hacia el segundo.
Estos datos son aún más reveladores si tenemos en cuenta que hasta hace 10 año el 80% de los coches que se vendían en el país nórdico eran diésel, los cuales hoy apenas suponen el 20%.
Sin embargo, y a pesar de su ejemplo, es difícil extrapolar el caso noruego al de cualquier otro país del mundo. ¿Cómo han conseguido llegar a ese nivel de penetración del coche eléctrico en tan poco tiempo?
Un país rico gracias al petróleo
Entender el ‘milagro’ noruego supone ponerse en la piel también de un país así, como decimos, pequeño en población, y con una de las rentas per cápita más grandes del mundo. Los noruegos disfrutan hoy de uno de los mayores salarios medios de Europa y del mundo (62.000 euros anuales), más de 20.000 euros al año por encima de Alemania o más del doble que España, para hacerse una idea.
Sin embargo, hasta mitad del siglo pasado Noruega no era un país tan próspero. La fuente de su actual riqueza, que le ha permitido tener uno de los mayores fondos soberanos del mundo, está en el descubrimiento de petróleo en el Ártico en 1969.
A partir de ahí Noruega se ha convertido en uno de los mayores exportadores de crudo y gas al resto del mundo y tiene más reservas que todo el territorio de la UE en su conjunto.
Esto ha ayudado a la prosperidad del país, pero también ha sido criticado por grupos ambientalistas, que creen que Noruega tiene una doble vara de medir. Por ejemplo, mientras sigue en búsqueda de nuevos yacimientos, ha dotado a la Amazonía de un fondo de más de 1.000 millones de dólares para ayudar a su conservación. El auge de lo eléctrico no deja de ser una paradoja más.
"En ciertas áreas es un líder: tenemos las mejores políticas de automóviles eléctricos del mundo, lo cual es muy importante para el desarrollo del transporte eléctrico y somos un benefactor generoso en la protección de las selvas tropicales del mundo", le comentaba a la BBC sobre esto Truls Gulowsen, líder de Greenpeace Noruega.
El resultado: un Renault Zoe cuesta menos que un Megane
Noruega ha intentado reutilizar sus ingresos por petróleo para impulsar otros sectores que reduzcan su huella de carbono. Se ha propuesta en 2030 ser un país con cero emisiones netas y quiere que en 2025 no se vendan vehículos ligeros impulsados por combustibles fósiles.
Ahora la gran pregunta: ¿cómo han conseguido hacer que a día de hoy un eléctrico se venda más que uno de combustión?
La repuesta está en los impuestos. Como las economías nórdicas, y especialmente al ser tan rica, los noruegos también soportan una carga impositiva de las más elevadas del mundo. Esto repercute en que prácticamente el precio de un vehículo se duplique al contar los impuestos. ¿Y cómo fomentar que la gente compre eléctricos? Pues eliminándolos.
Hoy los coches noruegos no pagan IVA -que es de un 25% en el país- ni impuesto de circulación, pero hasta hace nada tampoco pagaban nada por repostar en la red de carga del país o peaje alguno por las autopistas y ferris que se deben tomar para cruzar algunos lagos insalvables en su geografía.
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Algunas de estas ventajas han ido a la baja y seguirán reduciéndose conforme los eléctricos vayan siendo mayoría, pero de momento han servido para impulsarlo y para que se den hechos como que un Renault Zoe cueste meno (24.100 euros al cambio) que su homólogo de gasolina, el Megane (que supera los 30.000).
La corriente de facilitar por medio de exenciones la compra de vehículos sostenibles viene de lejos, en concreto desde 1995, cuando comenzaron a liberalizarse peajes para coches menos contaminantes y también se gravó sobre medida el peso de los vehículos y sus emisiones de gases, algo que en otros muchos países no se empezó a hacer, como poco, hasta 15 años después.
Sin embargo, no hay que olvidar que el coche más vendido en Noruega no es un Zoe, sino un Model 3 o un e-Tron, lo que nos viene a recordar que hablamos de una sociedad rica, y cuyo ejemplo es difícilmente extrapolable, tanto a nivel del gasto de sus compradores, como de capacidad de eliminar impuestos.