A pesar de ser el canal menos popular entre las plataformas por suscripción streaming de la actualidad, HULU ha sabido dotar a su catálogo de una personalidad muy definida. Y lo hace al dedicar bloques temáticos de considerable calidad que resumen la evolución del terror en formato episódico de las últimas décadas. Desde Into the Dark —su producción insigne junto con la productora Blumhouse— o la formidable Castle Rock, que se pasea a través del multiverso de las obras de Stephen King, el catálogo de HULU está lleno de opciones para reflexionar acerca de lo terrorífico desde una mirada contemporánea. Ahora, con Monsterland, su nueva serie antológica, el canal lleva su propuesta a una dimensión por completa nueva.
Producida por Mary Laws (cuyo trabajo causó desconcierto en la extraña The Neon Demon), la serie es la adaptación en ocho capítulos de la galardonada colección de cuentos terror de Nathan Ballingrud North-American Lake Monsters. Pero para más allá de reflejar el rico mundo mitológico y folclórico de Ballingrud, Mosterland se toma la salvedad de analizar el hecho de lo monstruoso y lo sobrenatural a partir de la forma en que lo humano lo percibe, una concepción que emparenta el resultado con obras como The Ghost Story (2017) de David Lowery y Ghost Stories (2018) de Andy Nyman y Jeremy Dyson.
Mosterland: terror sobrenatural
Hay una enorme delicadeza narrativa, pero en especial, una atención meticulosa a los detalles, que convierten a cada episodio en historias con aire cinematográfico que asombran por su manera de profundizar en temas tan distintos como la persistencia de la memoria después de la muerte, la concepción real sirenas hasta la aparición de “ángeles” con una singular percepción de lo divino, todo aderezado y mezclado, con la condición de la fragilidad y el temor del ser humano hacia lo que no puede comprender de inmediato.
En su libro, Ballingrud reflexiona sobre la naturaleza del bien y del mal, a través de la connotación de la criaturas que la imaginación humana crea para entenderlo. La serie toma la premisa y la lleva a un nivel nuevo: la extravagante fauna de criaturas siniestras, extraordinarias, temibles e incomprensibles que pueblan la producción, son un recorrido por la psiquis colectiva y también, por la mirada conjunta hacia un lugar definido: tanto serie como libro, apuntan a la oscuridad que esconde los lugares más intrincados de la mente humana, y lo hace a través de la percepción de lo inexplicable, como puente hacia algo más doloroso y temible.
Monsterland tiene todo tipo de referencias basadas en el cine de terror actual. Hay mucho de la percepción de Ari Aster sobre lo doméstico subvertido como una forma de entender lo terrorífico, así como la reflexión sobre el aislamiento y la locura con la que Robert Eggers ha jugado tanto en The Witch (2015) como en The Lighthouse (2019).
De hecho, cada una de las historias de la antología asumen lo inexplicable y lo sobrenatural como un hecho secundario que apuntala la idea principal del argumento: el hombre contra el hombre, los terrores de la imaginación transmutados en algo más poderoso y temible que la mera idea de lo monstruoso. De modo que la serie el toma el tiempo suficiente para reflexionar de forma directa en lo convencional: mientras Ángeles caen del cielo — y esto no es un spoiler, aunque lo parezca — el guion explora el dolor de la ausencia de la fe y la caída en desgracia de los principios emocionales, una combinación que puede resultar incómoda pero que gracias al formato episódico se revuelve con la suficiente rapidez como para avanzar hacia algo más elaborado.
Si en las historias de Ballingrud, los personajes atraviesan durísimos parajes emocionales — desde depresión hasta intentos de suicidio — en su versión para la televisión, la tensión emocional aumenta y se hace más incómoda. Lo inquietante está allí, es parte del discurso de cada uno de los capítulos pero también, es una referencia a una metáfora mucho más amplia sobre lo que lo invisible puede ser como parte de una idea profunda sobre el individuo y sus mundos personales.
Una producción semejante, hace imprescindible que cada uno de los capítulos tenga una personalidad distintiva y Monsterland lo logra, a pesar que guarda un sentido muy marcado de conjunto narrativo. Eso, a pesar que cuatro de los capítulos están escritos por Mary Laws y el episodio final — toda una sorpresa a nivel de producción y de argumento — se encuentra bajo producción ejecutiva de Babak Anvari (Wounds, Under the Shadow), cuyos estilos y percepciones sobre lo extraño son diametralmente distintos.
A pesar de eso, cada una de las historias toca elementos distintos y de hecho, puede ser disfrutada por separado, lo que brinda a la serie una interesante construcción que amalgama todos los estilos del texto original en una única propuesta. Desde el uso de la luz, el ritmo y sentido del argumento e incluso, la manera en que el guion muestra y analiza los personajes, Monsterland es una poderosa versión sobre una realidad alternativa, que además también es capaz de profundizar en situaciones tridimensionales de considerable profundidad.
Con un preciso sentido de la elegancia y la sofisticación, Monsterland no desea solo asustar: su propósito es mostrar un horizonte más amplio y complicado sobre todas las posibilidades de lo terrorífico.
Cada protagonista, historia, escenario y propuesta se toma el tiempo suficiente para llegar al núcleo de la oscuridad, lo que convierte a cada episodio en un trayecto meditado hacia algo más complejo de lo que parece en primer lugar. Por supuesto, algunos episodios son de especial belleza y fuerza: el número tres, Nueva Orleans, Luisiana no solo utiliza el misterio del lugar que da nombre al capítulo, sino que además, crea una asombrosa reflexión yuxtapuesta sobre los fenómenos paranormales y el dolor que puede provocarlos.
Plainfield, IL es quizás el más emocional del grupo de historias y el mejor desarrollado, en cuanto a su cualidad para expresar ideas coherentes sobre lo moral, lo asombroso y al final los secretos que engendran — o podrían engendrar — lo maligno.
A diferencia de la fallida Twilight Zone de Jordan Peele, Monsterland es un conjunto de actuaciones solidas, argumentos intrigantes y brillantes puestas en escenas, que no pierde de vista su cualidad para aterrorizar. Y no obstante, no es sólo el miedo que produce lo que hace extraordinario el conjunto: es también, su capacidad para conmover y desconcertar. Un raro privilegio que convierte a la serie, en quizás una de las mejores del género de este atípico 2020.