Se trata de una máxima que todo fan del terror conoce: las grandes películas de terror lo son gracias a sus finales. No se trata solo de que dependan del gran cierre a la tensión para justificar su solidez, sino que seguramente será la forma en que el público aterrorizado y confuso recuerde el argumento en adelante.
Por ese motivo, hemos dedicado un poco de tiempo a reflexionar sobre las escenas finales más impactantes en las películas de terror y las que pasaron a la historia como un recorrido por mostrar nuestros peores temores en una ejecución brillante.
Un recorrido por la historia de lo terrorífico que seguramente te traerá algunos ¿buenos? recuerdos:
Los mejores finales de películas de terror
(OBVIAMENTE, HABRÁ SPOILERS)
Sleepaway Camp (Robert Hiltzik, 1983)
Seguramente no recuerdes demasiado esta película, que pasó desapercibida para la crítica y el público. Pero si lo haces, recordarás el rostro de Ángela (Felissa Rose) en ese gran primer plano que da vuelta de cabeza al guion, y que deja claro que nunca debes confiar en lo evidente.
El rostro contorsionado de la actriz, con boca y ojos muy abiertos, mientras descubre que todo lo que creyó no era cierto consigue darle cierta relevancia a una película del montón.
Freddy vs. Jason (Ronny Yu, 2003)
Sí, fue un despropósito. Sí, debe haberte irritado solo leer su nombre en esa lista. Pero hay que reconocerlo: esa toma final de Jason emergiendo del agua con la cabeza de Freddy entre las manos, solo para que el supuesto decapitado guiñe un ojo a la cámara, es la esencia del humor burlón, sangriento y paródico de la película. Fan servive al extremo.
Shaun Of The Dead (Edgar Wright, 2004)
Este clásico del horror con tintes burlones, tiene uno de los finales más agridulces de película de terror alguna: con Shaun (Simon Pegg) y Ed (Nick Frost) demostrando el valor de la amistad cualquiera sea la circunstancia — y el hedor a descomposición — el film llevó su juego entre lo terrorífico y lo extravagante a una nueva dimensión.
Insidious (James Wan, 2010)
Todo iba muy bien en este extraño experimento entre drama, terror, horror corporal y quien sabe cuantas otras referencias, hasta que (Patrick Wilson) asesina a la psíquica Elise Rainier (Lin Shaye) para descubrir al público que hay mucha tela de cortar detrás de una posesión que es mucho más de lo que parece.
El comienzo perfecto para una franquicia.
Friday The 13th (Sean S. Cunningham, 1980)
Este final viene con truco: la escena en que el terrorífico Jason Voorhees surge del lago como una especie de criatura de piel descompuesta para atacar a su primera víctima fue un agregado de última hora en la mesa de edición del film.
El efecto resultó tan chocante para el publico de prueba, que al final se decidió fuera solo un sueño. Pero aun así se tomó como el punto de partida para toda una franquicia. Una escena memorable que provocó más que un grito en salas de cine.
Tiburón (Steven Spielberg, 1975)
Un tiburón asesino gigante. No hay nada más que decir.
The Descent (Neil Marshall, 2006)
Este es otro final con truco: si vives en Inglaterra o viste la versión inglesa de la película, te encontrarás con este formidable final: Sarah (Shauna Macdonald) despierta para encontrarse de nuevo atrapada en el conjunto de cuevas del que creía haber escapado, solo para ver a su difunta hija sentada al frente.
La imagen parece consolarla mientras las criaturas de la oscuridad las rodean y se enfrenta a una muerte segura.
Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)
Por supuesto, se trata de un final emblemático que podríamos dividir en dos partes: el primero, cuando Lila Crane (Vera Miles) descubre que la madre de Norman Bates (Anthony Perkins) lleva muerta años, y por supuesto el perpetrador de todos los crímenes en el Motel no es otro que su hijo, ataviado con peluca, vestido y cuchillo para mayor efecto terrorífico.
Y el segundo, cuando la película dedica casi seis minutos a explicar paso a paso el trastorno de Norman, para terminar con un primer plano del rostro del personaje sonriendo de manera siniestra, mientras la voz de su madre se escucha entre cuchicheos. Para la historia.
Drag Me To Hell (Sam Reimi, 2009)
Christine Brown (Alison Lohman) cree que todo ha terminado para bien después de vencer la maldición, cuando ¡sorpresa! descubre que por supuesto nada es lo que parece y que las puertas del infierno están abiertas para ella.
Toda una apoteosis del final retorcido, que le da el toque exacto de tensión estrafalaria a la película.
The Mist (Frank Darabont, 2008)
La película tiene quizás uno de los finales más amargos de película de terror alguna. Después de convencerse que la muerte es inevitable, David Drayton (Thomas Jane) toma la decisión de asesinar a todos los que han sobrevivido y están atrapados en el coche con él, antes que los monstruos les devoren.
La escena incluye un primer plano terrorífico del rostro del hijo de David, antes que su padre lo asesine. Un par de minutos después, David descubre que la ayuda estaba a punto de llegar y que, de hecho, solo debía esperar.
Scream (Wes Craven, 1996 final)
Como toda la película se trata de una metabroma al género que solo entenderás a cabalidad si has visto Halloween de 1978, algo que Craven y el escritor Kevin Williamson planearon a la perfección para crear un efecto de tensión que ahora, podría resultar ridículo, pero que en el universo de la película, tiene toda la extraña tensión de un último chiste contado de forma impecable.
Te retamos a encontrar la referencia.
Oculus (Mike Flanagan, 2013)
Este es un final extraordinario, que además sostiene los puntos complicados y un poco confusos de la película: finalmente, el pasado y el presente chocan en el espejo, lo que hace que de alguna forma, el bucle temporal quede completo.
Lo último que vemos es a Tim (Brenton Thwaites) ser arrastrado por la policía, mientras toda su familia (que finalmente el espejo maligno asesino y consumió) observándole desde una de las ventanas de la casa.
La incredulidad a veces sale muy cara, Tim.
It Follows (David Robert Mitchell, 2015)
Aunque es mucho más conocida por su combinación de sutiles mensajes y alegorías sobre la libertad sexual, la necesidad insatisfecha y la búsqueda de la identidad adolescente, la película tiene un final de antología que sostiene su discreta pero efectiva forma de analizar el terror.
Mientras la pareja protagonista camina por la calle, una figura les sigue. ¿Podrá ser o no el monstruo en un eterno retorno? Nunca lo sabremos y quizás, ese sea el punto exacto de tensión que la película necesitaba luego de varias escenas un poco disparatadas.
El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991)
Después de que Clarice (Jodie Foster) logra rescatar a la hija de la senadora sana y relativamente cuerda, asesina a Jame Gumb y recibe su placa como agente a pleno derecho del FBI, recibe una llamada.
El doctor Lecter (Anthony Hopkins) jamás dejaría pasar la ocasión de felicitarla ¿no es así?
El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999)
Y además de dejar una frase para la posteridad — ese “Veo gente muerta” parece ser útil para todo — la película que hizo famoso al director más extraño de Hollywood tiene un final doloroso y agridulce que marcó un hito y definió la carrera del realizador.
Cuando Malcolm (Bruce Willis) comienza a caer en la cuenta de que todos sus recuerdos, sensaciones y percepciones sobre su vida durante los últimos meses le conducen a una sola conclusión, buena parte del público (de la época) descubre que sí, también el buen doctor era un fantasma que intentó saldar una última cuenta en la tierra de los vivos.
The Wicker Man (Robin Hardy, 1973)
Nada como carbonizar a tu protagonista hasta las cenizas para asegurar una buena cosecha. ¿Alguien dijo Midsommar? No lo sé, aquí no hemos sido.
The Blair Witch Project (Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, 1999)
Nadie lo entendió, probablemente nadie lo entienda aún, pero la imagen de Joshua Leonard de espaldas a la pared mientras Heather Donahue grita su nombre a gritos y llora, sigue siendo un buen punto de debate. ¿Un timo? ¿Un final implícito? No lo sabemos.
The Thing (John Carpenter, 1982)
La película termina como empezó: con pura desconfianza, dolor y miedo, lo que es un triunfo de argumento que todavía enaltece la efectividad del guion.
El mero hecho que el espectador deba decidir si MacReady (Kurt Russell) o Childs (Keith David) son los nuevos anfitriones de la criatura, crea un terror insano e incómodo que convierte a la película en una obra maestra del género.
Night Of The Living Dead (George A. Romero, 1968)
Esta no es una película de terror sencilla y lamentablemente termina por ser temible por toda su pertinencia.
En especial, por ese final en que el personaje de Ben (Duane Jones), un hombre negro que logra sobrevivir a los zombies solo para ser asesinados a balazos por un grupo de aterrorizados hombres blancos.
Saw (James Wan, 2004)
Hay mucha sangre, gritos y violencia en esta película que ya forma parte de la historia del género, pero nada supera el final de su primera entrega y la forma en que el “juego termina” mientras Adam (Leigh Whannell) grita para enfrentarse a una muerte segura. De antología.
The Shining (Stanley Kubrick, 1980)
¿Y cuál otra palabra además de extraordinaria podría calificar a esa última toma, en la que se ve una fotografía de la celebración de año nuevo del Overlook en la que Jack Torrance sonríe para la posteridad?