Aunque pueda parecernos que algunas personas siguen en las etapas más iniciales del Homo sapiens, lo cierto es que hemos cambiado mucho desde entonces. Y lo seguimos haciendo. La evolución del ser humano continúa, aunque lo hace tan despacio que, lógicamente, no podemos verlo. Uno de los ejemplos más evidentes es el de la muela del juicio, cada vez menos presente en las dentaduras de las nuevas generaciones. Pero también existen otros casos menos conocidos, que demuestran que, efectivamente, nuestro cuerpo sigue cambiando. El último caso descrito es el de arteria mediana, una arteria adicional ubicada en el brazo.

Prácticamente todas las personas la han tenido mientras se desarrollaron en el útero materno, pero nacieron ya sin ella. Sin embargo, unas pocas la mantuvieron, tanto estructural como funcionalmente, durante su etapa adulta. Esto era algo extremadamente raro en el pasado, según los registros médicos de los últimos siglos. Pero es cada vez más común en el presente.

Una arteria adicional para demostrar que evolucionamos

La arteria mediana aparece muy temprano durante la gestación, para suministrar sangre a las manos en formación.

Cuando pasan aproximadamente unas ocho semanas, comienza a retroceder, cediendo su trabajo a las arterias cubital y radial, que sí permanecen con nosotros después del nacimiento. Esta última, de hecho, es en la que normalmente se toma el pulso.

Pero no siempre desaparece en esas etapas. En algunos casos los bebés nacen aún con ella, aunque solo irriga el antebrazo. En otros sí que mantiene toda su funcionalidad y sigue con ella una vez que el individuo se convierte en adulto.

Esto es algo que se ha estudiado desde el siglo XVIII y hay numerosos registros en los que se menciona. Por eso, un equipo de científicos de varias universidades australianas, así como del Instituto de Medicina Evolutiva de Zürich, decidió comprobar si la presencia de esta arteria adicional en el brazo de las personas adultas ha cambiado con el paso del tiempo.

Para ello, analizaron los brazos de 23 cadáveres donados a la ciencia, así como otros 32 brazos individuales, de los que no se mantenía el resto del cuerpo. En total, 78 miembros superiores, procedentes de personas que en el momento de su muerte tenían entre 51 y 101 años. Tenían, por lo tanto, unos individuos nacidos en la primera mitad del siglo XX y otros ya en la segunda. El objetivo era comprobar cuántos de ellos tenían aún esta arteria adicional funcional en el momento de su muerte y compararlos con algunos trabajos sobre anatomía de épocas anteriores.

Una evolución lenta, pero sin pausa

En su estudio, publicado en Journal of Anatomy, se puede comprobar que, en base a los datos de la disección de cadáveres, había diferencias con respecto a las personas nacidas antes o después de 1940. Sin embargo, no eran diferencias significativas, pues en la primera etapa esta arteria adicional se encontraba en un 31’5% de los miembros y la segunda en el 38’1%.

Sin embargo, cuando pasaron a analizar la literatura científica, tanto antigua como actual, sobre el tema, la cosa cambiaba. Así, pudieron comprobar que, mientras que en las personas nacidas en torno a 1846 la prevalencia era de un 10%, para las que lo hicieron en 1997 ya se superaba el 30%.

Por lo tanto, algo ha llevado a que, a medida que los humanos evolucionamos, la arteria mediana se haya mantenido en un porcentaje cada vez mayor de personas.

Esto, como ocurre con otros muchos rasgos, tiene una cara positiva, pero también una negativa. La primera es que aumenta el suministro de sangre en los brazos. La segunda, en cambio, que propicia la aparición del molesto síndrome del túnel carpiano.

¿A qué se debe?

En cuanto a los motivos de la persistencia de esta arteria adicional, los investigadores aún no lo tienen claro. Según ha explicado en un comunicado la autora principal del estudio, la doctora Thegan Lucas, puede deberse a mutaciones genéticas o a algún problema de salud de la madre durante el embarazo. Quizás incluso se deba a ambos factores.

Lo que está claro es que cada vez se encontrará en más personas. De hecho, según las estimaciones de este equipo de científicos, para 2100 casi todos los recién nacidos ya tendrán este suministro extra de sangre en sus brazos.

De momento superamos el 30%. En el momento que rebase el 50% ya podrá considerarse un nuevo rasgo de la anatomía humana. Para que luego digan que no evolucionamos. Al menos anatómicamente parece que sí lo hacemos. En lo concerniente a creencias sobre salud y otros asuntos similares ya es otra cuestión.

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