Las palabras también importan cuando hablamos de salud pública. Por eso, en un estudio publicado recientemente en Journal of American College Health, sus autores avisan que hablar del vapor de los cigarrillos electrónicos es incorrecto y, además, podría suponer una falsa sensación de seguridad.

El término nos lleva a pesar a que en realidad se trata de agua y que, por lo tanto, no tiene por qué afectar segundas personas. Esta es la razón por la que muchos lugares en los que está prohibido fumar sí que permiten el uso de vapeadores. Con su nuevo estudio, estos científicos pretenden que este tipo de medidas se modifiquen en un futuro, para que nadie tenga por qué soportar las sustancias nocivas que otro ha decidido inhalar. Lo haga en el formato que lo haga.

El vapor del cigarrillo electrónico en realidad no es un simple vapor de agua

El vapor se define como el estado en el que las moléculas de una sustancia interaccionan débilmente entre sí, sin formar enlaces moleculares, adoptando la forma y el volumen del recipiente que las contiene y tendiendo a expandirse todo lo posible.

En el caso del vapor de los cigarrillos electrónicos se supone que la sustancia en cuestión es el agua, puesto que es el componente más abundante con el que se cargan. Pero no el único.

Estos dispositivos se cargan con líquidos cuya composición puede ser muy variada. Algunas tienen nicotina, pero no todos. Muchos defensores del vapeo alegan que si no cuentan con este ingrediente son totalmente seguros. No obstante, también incluyen metales pesados, como el cromo o el plomo, y carbonilos como el formaldehído. Buena parte de estas sustancias son conocidas por ser agentes tóxicos o cancerígenos. Y no solo las inhala el vapeador, también se encuentran en ese vapor que en realidad no lo es. Tampoco es humo, ya que este por definición procede de la combustión, un proceso que no se da en los cigarrillos electrónicos.

Por eso, los autores de este estudio consideran que el término “aerosol” es el más adecuado. Aunque ahora la palabra nos resulte muy familiar por haberse convertido en una de las formas posibles de transmisión del coronavirus, hace referencia a algo mucho más amplio. Se trata de gases con partículas en suspensión. Y estas no tienen por qué ser necesariamente virales. Pueden ser los metales pesados o cualquiera de las sustancias mencionadas anteriormente.

¿Y ahora qué?

El objetivo de este estudio es que se deje de hablar del vapor de los cigarrillos electrónicos, para que sus consumidores tengan una mayor constancia de las sustancias que emiten.

Según otra investigación publicada en 2016, la mayoría de consumidores de cigarrillos electrónicos no se consideran a sí mismos como fumadores. De hecho, es la razón por la que se comenzó a usar el verbo “vapear”. Esto les lleva a creer que están practicando un hábito inocuo, tanto para ellos como para las personas que les rodean. Y no es así.

Por supuesto, fumar es más perjudicial y el humo del tabaco resulta mucho más dañino para consumidores pasivos. Pero, al menos, hay una mayor conciencia sobre ello. Quien fuma puede tener problemas para dejarlo, pero sabe a lo que se atiene. En cambio, si seguimos concibiendo el consumo de cigarrillos electrónicos como una actividad basada en el vapor de agua, el peligro puede pasar desapercibido.

Estos científicos piden que se considere una terminología más concreta y, así, se tenga en cuenta a la hora de legislar la prohibición de fumar en lugares públicos, ya sea cerrados o abierto al aire libre. Muchos pulmones lo agradecerían.