Las ratas topo desnudas, también conocidas como ratopines rasurados, son animales apasionantes. Durante años han llamado la atención de los científicos por muchas de sus virtudes, desde la capacidad para vivir con concentraciones muy bajas de oxígeno hasta su método de organización, similar a las colonias de las hormigas. Para poder establecerse de esta manera, necesitan que haya en todo momento mucha comunicación entre los diferentes miembros de la “sociedad”. En el caso de las hormigas lo hacen principalmente a través de señales químicas, por tacto o mediante la detección de vibraciones. Sin embargo, el mecanismo de los ratopines es mucho más básico; ya que, simplemente, se chillan fuertemente unos a otros. Para eso lo obvio sería pensar que requieren un oído muy agudo, pero nada más lejos de la realidad, pues oyen bastante mal. Entonces, ¿a qué se debe la sordera de la rata topo desnuda?

Este ha sido precisamente el centro de la investigación de un grupo de científicos de la Universidad de Illinois, cuyos resultados se publicaron recientemente en un estudio para la revista Current Biology. En él, concluyen que estos animales están un poco sordos para no perder el oído totalmente. Puede resultar paradójico, pero en realidad es algo con mucho sentido.

Detrás de la sordera de la rata topo desnuda

El primer paso de la investigación de estos científicos fue comprobar hasta qué punto llega la sordera de la rata topo desnuda.

Para eso sometieron a varios ejemplares a una prueba similar a la que se realiza a los seres humanos para evaluar su audición. Esta consiste en la colocación en el cuero cabelludo de una serie de electrodos que captan las señales procedentes de la región del cerebro implicada en el procesamiento del sonido. Así, pudieron comprobar que sí que se recibían señales, pero que eran especialmente débiles. Básicamente, podían oír, pero de una forma tan poco eficaz que, si fueran humanas, deberían llevar audífonos.

En busca de las causas genéticas, analizaron también su ADN en busca de posibles mutaciones asociadas a la pérdida del sentido del oído. Y, efectivamente, las había. Ni más ni menos que seis diferentes. Según aclaran en el estudio, que converjan tantas mutaciones genéticas asociadas a un mismo defecto sugiere que, en realidad, se han seleccionado evolutivamente por ser adaptativas de alguna manera. Dicho de otro modo, aportan algún beneficio a estos animales, ¿pero cuál?

Chíllame fuerte, que no te oigo

El rasgo que finalmente arrojó luz sobre la sordera de la rata topo desnuda fue la carencia de un fenómeno fisiológico conocido como amplificación coclear.

Este es un proceso, mediado por las células ciliadas, que se encargan de amplificar las señales auditivas, antes de que se envíen finalmente al cerebro para ser procesadas.

El problema es que estas células, ubicadas en el oído interno, son muy sensibles a la llegada de señales muy extremas y pueden deteriorarse fácilmente. Además, en caso de hacerlo, no se regeneran, por lo que se pierden para siempre, generando una pérdida de audición que podría llegar a ser total.

Los chillidos emitidos por estos animales son especialmente intensos. Por eso, si hubiese amplificación coclear, fulminarían a las células ciliadas. La solución para que no ocurra es que no se de este proceso. Como resultado, los ratopines rasurados oyen los gritos de sus compañeros, pero muy bajito. Aun así, es suficiente para que puedan comunicarse y vivir en sociedad sin problema. Si estuviesen totalmente sordos por culpa de la intensidad de sus llamadas, otro gallo cantaría. Y a ese tampoco podrían oírlo.

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