La colonización de la Luna es uno de los objetivos más ambiciosos y deseados del ser humano. Desde que Neil Armstrong se convirtió en 1969 en la primera persona en poner un pie sobre el satélite, lo que sabemos acerca de él ha mejorado mucho. Es un conocimiento necesario, si queremos que llegue un día en que viajar hasta allí no sea un periplo peligroso. Por eso, los datos publicados hoy sobre las tasas de radiación en la Luna son un gran avance.

En su momento, las misiones Apollo, como la que llevó a Armstrong a dar aquel gran paso para la humanidad, llevaron dosímetros, con los que los astronautas podían medir la radiación de una forma un tanto rudimentaria. Sin embargo, era necesario tener esa información con mucha más certeza, con el fin de diseñar estrategias de protección dirigidas al peligro real que supone. Para lograrlo, algunos científicos de la Administración Espacial del Centro Aeroespacial Alemán desarrollaron el "Lunar Lander Neutron and Dosimetry" (LND), un instrumento dirigido a realizar esa misma tarea, pero de una forma mucho más exhaustiva.

Cuidado con la radiación en la Luna

Este instrumento alemán para medir la radiación en la Luna viajó hasta allí a bordo del Chang’e-4. Esta nave china se hizo mundialmente famosa en 2019, en primer lugar por ser la primera que lograba aterrizar en la cara oculta del satélite, y después por conseguir que una semilla germinara en ese ambiente tan inhóspito.

Pero su trabajo no fue solo ese. Con ella llegaron a la Luna un gran número de aparatos cuyos datos siguen analizándose a día de hoy.

En el caso del LND, la información recogida por él ha permitido a los científicos que lo idearon calcular la dosis equivalente en este escenario. Esta es una magnitud física que describe el efecto de las radiaciones ionizantes sobre los tejidos vivos. Así, se puede calcular el umbral de cada una de ellas al que se puede exponer el ser humano sin correr peligro.

En este caso se calcularon aproximadamente 60 microsieverts por hora. Es una cifra entre 5 y 10 veces mayor que la que experimentaría un ser humano en un vuelo entre Frankfurt y Nueva York y 200 veces por encima que la que tendríamos en un viaje en tierra.

Además, los astronautas pasarían allí un tiempo bastante prolongado, por lo que en conjunto la cantidad de radiación en la Luna sería muy elevada.

¿En qué pueden ayudar estos datos?

Los seres humanos no estamos preparados para soportar esos niveles de radiación en la Luna. Por eso, saberlos antes del viaje permite desarrollar estrategias de protección adecuadas para evitar daños. Además, es extrapolable a otras misiones espaciales.

Esto se debe a que la Luna no tiene ni un campo magnético protector ni una atmósfera, por lo que el campo de radiación en su superficie es similar al del espacio interplanetario. Por eso, las mediciones que se han tomado con el LND pueden servir para que, por ejemplo, las personas que en un futuro viajen a Marte se anticipen a la situación que encontrarán allí, con equipamientos de protección adecuados.