Desde los inicios de la pandemia, los expertos en sanidad nos han insistido en la importancia de no tocarnos la cara con las manos sin lavar. El motivo es que el virus puede transmitirse si estas están contaminadas y se llevan hacia la boca, la nariz o los ojos. Es precisamente por eso por lo que los sanitarios y otros profesionales muy expuestos al SARS-CoV-2 utilizan gafas como parte de sus equipos de protección. ¿Pero qué pasa con la población general? ¿Son efectivas las gafas contra el coronavirus?

Esta es una pregunta que aún no tiene una respuesta clara. Sin embargo, un estudio publicado recientemente en JAMA Ophtalmology por un equipo de científicos chinos arroja algo de luz al respecto. En él, se analiza la cantidad de personas con gafas que ingresaron por coronavirus en los primeros días de brote en Wuhan y se concluye que parece ser una cifra muy baja en comparación con la proporción de la población de dicha ciudad que utiliza este instrumento óptico. El estudio encuentra una correlación, pero no una causalidad, aunque no por eso deja de ser interesante lo que concluye.

Gafas contra el coronavirus, una protección cuestionada

En este estudio se analiza la situación de 278 pacientes que ingresaron por coronavirus en Wuhan. De todos ellos, solo 16 usaban gafas durante más de 8 horas. Esto supone menos de un 6% de los ingresos, por lo que los investigadores decidieron buscar información sobre los elementos ópticos prescritos a la población total de la ciudad china.

Este dato concreto no podía saberse con seguridad. Sí que pudieron comprobar que el 31’5% de la población de la provincia de Hubei, en la que se encuentra Wuhan, tiene un diagnóstico de miopía. Si ambas proporciones fuesen equivalentes se esperarían cinco veces más ingresos de personas con gafas. Por eso, podría suponerse un efecto protector de las gafas contra el coronavirus.

No obstante, cabe destacar que el estudio cuenta con varias limitaciones. Para empezar, 278 personas no son una muestra muy representativa de una ciudad con más de 11 millones de habitantes. Además, al comparar con la cantidad de miopes se debe tener en cuenta que no todas las personas con miopía utilizan gafas durante al menos 8 horas diarias. Algunas utilizan lentillas y otras puede que tengan tan pocas dioptrías que no usen anteojos nunca o lo hagan durante un tiempo muy reducido.

Finalmente, el hecho de que solo se hayan tenido en cuenta datos de una ciudad también es una limitación.
Para establecer si realmente hay una causalidad detrás de la casualidad, sería necesario ir más allá del estudio observacional. Habría que realizar un ensayo controlado, en el que se siguiera a dos grupos de personas, con o sin gafas, en idénticas condiciones durante un tiempo determinado. Después, quedaría comprobar si se dan más infecciones en alguno de ellos.

¿Gafas para todos?

Si es cierto que podría haber un efecto protector de las gafas contra el coronavirus, ¿no deberíamos todos llevar unas con nuestra mascarilla, independientemente de si las necesitamos para ver o no?

Esta es un tema muy cuestionado. Por ahora, los expertos consideran que no es necesario para la población general. Según explicaba este verano en un artículo para The Conversation el profesor de la Escuela de Optometría de la Universidad de Montreal Langis Michaud, se ha estudiado mucho el posible papel de las lágrimas como transportadoras del virus.

Si bien se pensó que podría ser muy relevante después de que al inicio del brote un oftalmólogo de Wuhan se contagiara tratando a un paciente asintomático, hoy se piensa que no lo es tanto. Es cierto que el virus puede introducirse por las mucosas del ojo, pero el parpadeo frecuente lleva a un continuo intercambio de lágrimas, que dificulta que pueda permanecer en ellas suficiente tiempo como para generar infecciones o contagios.

Además, es importante tener en cuenta que si el virus llegara a los ojos sería habitualmente desde las manos, no a través del aire, por lo que las gafas de protección no serían necesarias. Diferente es el caso de los sanitarios, que tratan desde muy cerca a pacientes, que pueden toser o estornudar directamente en su cara o emitir aerosoles, que pudieran favorecer el contagio. Por eso, para ellos, al igual que las pantallas, las gafas pueden ser un buen EPI.

Lentillas

¿Y qué pasa con las lentillas?

Desde los inicios de la pandemia se ha hablado mucho sobre cuáles son los mejores instrumentos ópticos para personas con miopía: ¿gafas o lentillas?

Independientemente de la situación sanitaria en la que se encuentre el planeta, estas últimas requieren unas medidas de higiene muy importantes para evitar infecciones. Si estas se llevan a cabo correctamente no debería haber problema. Es cierto que muchos expertos recomiendan el uso de lentes de contacto desechables, pero no es imprescindible si se manipulan correctamente.

En cuanto a si son mejores las lentillas o las gafas, hay diferentes opiniones. Por un lado, la Academia Americana de Oftalmología recomienda recurrir preferentemente a las gafas, puesto que las personas que usan lentillas tiendan a tocarse más los ojos, tanto para ponerlas y quitarlas como si tienen alguna molestia.

En cambio, el profesor Michaud en The Conversation sostiene que los usuarios de gafas también tienden a llevar las manos a la cara cuando estas se mueven o se deslizan por la nariz. Además, recuerda que al estar muy expuestas es fácil que se contaminen.

Ahora que sabemos que la transmisión por superficies no es tan sencilla como se pensaba al principio, podemos tener algo más de tranquilidad al respecto, pero el lavado de manos sigue siendo esencial. Por eso, sea cual sea la opción elegida, nunca deberíamos llevarnos las manos a la cara sin haberlas lavado bien antes. También se pueden desinfectar las gafas si creemos que han podido estar expuestas de algún modo al virus. Teniendo todo esto en cuenta, cualquier elección puede ser adecuada. Al fin y al cabo son medidas de higiene básicas que no deberíamos olvidar nunca, ni siquiera cuando todo esto acabe.

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