La cultura pop brinda un espacio para todo tipo de mensajes, análisis y símbolos, por lo que los diversos movimientos políticos de la historia no se encuentran demasiado lejos del lenguaje mainstream. La película I’m a Woman de la directora Unjoo Moon intenta analizar el fenómeno a través de la carrera de la cantante Helen Reddy y su canción más famosa, a la que debe su nombre la película.

No obstante, el film de Moon es una superficial combinación de buenas intenciones y un recorrido colorido por una anécdota del mundo musical, sin otra aspiración que utilizar el inevitable empujón de la visibilidad actual del feminismo para intentar sustentar o, al menos, construir una propuesta más o menos viable.

Con toda seguridad, no recuerdas muy bien quien fue Helen Reddy y no te culpamos: bajo el pomposo apelativo “The Queen of Housewife Rock”, la cantante australiana de la década de 1970 tuvo un breve pero resonante éxito cuando su canción de 1971 “I Am Woman”, se convirtió en un grito de guerra en mitad de las primeras grandes batallas de la tercera oleada del feminismo. Reddy, que en realidad no tenía intenciones de convertirse en una imagen visible de un movimiento político prominente, fue una extraña versión de la mujer de la época, que intentó comprender los cambios culturales y sociales que se producían a su alrededor, mientras su canción se convertía en una especie de himno, coreado por cientos de mujeres en todos los lugares del mundo. El estribillo “Soy mujer, escúchame rugir”, se convirtió en una frase poderosa, enmarcada en una agitación cultural inédita que, además, reflejó las inquietudes de toda una generación.

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Pero “I Am Woman” no está interesada en profundizar en ideas tan complejas, por lo que dedica buena parte de su tiempo en tratar de comprender cómo un ama de casa australiana llegó a convertirse en una super estrella. La guionista Emma Jensen plantea la mezcla del estrellato y las ideas políticas desde cierta distancia prudencial, como si la intención fuera analizar de manera práctica la percepción del poder y la relevancia mediática.

Claro está, es un punto de vista contemporáneo lo que plantea un dilema de ritmo y forma: ¿Desea Moon y Jensen mostrar la relevancia histórica de los pequeños gestos culturales? ¿O al contrario, Reddy y su trayecto a la fama es un análisis pertinente sobre los símbolos culturales al servicio de aspectos políticos?

La película no lo aclara y, quizás, es uno de sus puntos más bajos. En lugar de eso, el argumento sigue a Helen desde su juventud en Nueva York, la amistad e influencia de la periodista y escritora Lilian Roxon sobre la carrera de Redy y, al final, el fulgurante éxito que la empujó a ser el rostro visible de un movimiento casi por accidente.

Moon enfoca la percepción sobre el reconocimiento y el deber aparejado al poder de la fama, desde cierto aire estricto y una connotación un tanto moralista que la historia sostiene con dificultad y que, al final, resulta en un peso complicado de resolver para el argumento y su forma de narrar la historia.

'I Am Woman' es un 'biopic' sin mayores sobresaltos

I Am Woman” es un biopic sin mayores sobresaltos y que sigue con cuidado la línea directa de una narración al uso. La historia comienza en 1966, en una Nueva York vital y radiante, tan utópica que resulta incluso incómoda la imagen de prosperidad impostada y sensación de una vitalidad artificial. La cámara sigue a Helen que con su pequeña hija Traci a cuestas, batalla por tener la oportunidad de firmar un contrato discográfico después de ganar un concurso en su Australia natal.

El guion podría jugar con la idea del rechazo, el menosprecio y la sutil misoginia que Helen debe enfrentar para llegar a lograr su objetivo pero, en lugar de eso, parece más interesada en convertirla en epítome de la mártir suburbana. Con su corto cabello rojizo y buen humor, el personaje (interpretado por la actriz australiana Tilda Cobham-Hervey) tiene un aire a la Mary Richards de Mary Tyler Moore, pero con un toque agrio que no termina de sostenerse del todo.

¿Está Reddy luchando a brazo partido por su carrera? ¿Por algún ideal? No lo sabemos y Moon tampoco lo cuenta. Lo realmente importante para I’m a Woman es el trayecto de esta australiana desconocida en medio de un club de hombres, como la película muestra a la industria discográfica de entonces. Y aunque, es obvio, el mundo de la música de la década de los setenta era un lugar viciado por el machismo, el film no tiene los recursos suficientes para hacer una concepción realista del tema.

Cuando Helen contrae matrimonio con su segundo esposo y futuro gerente Jeff Wald (Evan Peters), la presión para llegar al ansiado proyecto de un disco y un nombre propio en la industria musical, tiene algo de deseo frustrado, antes de aspiración vocacional.

De hecho, buena parte de la película transcurre en medio de la sensación de que Helen desea llegar al estrellato de la forma más expedita posible y que su recordada canción, es una excusa para hacerlo. El argumento juega con la idea de que la inspiración provino de su amistad con la activista feminista Lilian Roxon (Danielle Macdonald) y, por supuesto, su rol como madre.

Pero la insinuación debe pasar el complicado lastre de una mirada apresurada por la ambición, las enardecidas manifestaciones que utilizaron “I’m a Woman” como estribillo de guerra y la actitud de Jeff, que interpreta el fenómeno como una veta de ganancias en bruto. En medio de múltiples narraciones que intentan mostrar el éxito de la canción, la cantante y la convulsión del feminismo, la película pierde excesivo tiempo en hacerse preguntas que no responderá.

Helen Reddy merecía un mejor homenaje

Sin duda, Helen Reddy merece el biopic y, en especial, en una época en que el feminismo como hecho mediático es parte de una extensa discusión. Pero la estrella merece un homenaje mucho más meditado, inteligente y profundo sobre una vida interesante, una corta pero fructífera carrera y un legado de interés para toda una generación de mujeres que inspiró incluso sin saberlo o quererlo.

Con algunos momentos conmovedores, otros de electrizante energía y al final, una mirada simple hacia las pequeñas grandes cosas que sostienen las batallas invisibles, “I’m a Woman” termina por ser un buen entretenimiento que como la canción en que se basa, quizás necesite de mejores recursos –y contexto– para ser apreciada.

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