La ilusión por tener una vacuna cuanto antes y el empeño de muchos gobernantes en cerrar la compra del mayor número posible de dosis en un periodo breve de tiempo ha llevado a la población a olvidar lo que se ha intentado explicar desde el principio de la pandemia: la ciencia es lenta y debe seguir unos pasos. Por eso, la noticia de la detención del ensayo clínico de la Universidad de Oxford y AstraZeneca por un posible efecto adverso ha caído sobre el público como un jarro de agua fría.

Pero lo cierto es que no se trata de algo anómalo y, de hecho, deberíamos concebirlo más como una buena noticia que como algo malo.

¿A qué se debe la detención del ensayo clínico?

La vacuna de la Universidad de Oxford y la compañía farmacéutica AstraZeneca se encuentra en la fase 3 de ensayos clínicos. Eso significa que ya se han probado su eficacia y su seguridad con un grupo reducido de personas, pero que ahora se está confirmando en una muestra de voluntarios mayor.

Cuando se prueba un fármaco, vacuna o no, esta es una fase clave antes de poder comercializarlo. En este caso, desde el pasado mes de julio se ha probado en 50.000 participantes, distribuidos en Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y Sudáfrica.

Ha sido precisamente uno de los voluntarios ingleses el que ha experimentado una afección grave, que ha requerido la detención del ensayo clínico. Una pausa que, en realidad, entra dentro de lo habitual en este tipo de procedimientos. Según han explicado AstraZeneca en un comunicado, transmitido por el medio de noticias australiano ABC, la enfermedad de este participante puede no estar ni siquiera relacionada con el fármaco.

Entre 50.000 personas, que algunas contraigan patologías inicialmente inexplicables es algo estadísticamente normal. Ahora será necesario tomar un tiempo para establecer su origen y discernir si la vacuna ha tenido algo que ver. Si es así, deberá buscarse una solución a este problema. Si no, se podrá continuar con normalidad.

¿Por qué es una buena noticia?

Dada la situación extraordinaria de estar atravesando una pandemia global, la burocracia necesaria para llevar a cabo un ensayo clínico se ha acelerado todo lo posible.

Resulta extraordinario lo rápido que han llegado esta y otras ocho formulaciones a la última fase de ensayos clínicos. Esta rapidez está llevando a algunas personas a temer ponérsela, por miedo a que en el momento que se comercialice no sea del todo segura. Sin embargo, este suceso demuestra que, a pesar de la prisa e incluso la presión por parte de algunos gobiernos, los estándares de calidad y seguridad se están siguiendo adecuadamente. Bajo la más mínima incidencia se ha sumido el procedimiento en un stand by muy necesario, que infunde una gran tranquilidad.

Por eso no debe cundir el pánico ante esta detención del ensayo clínico, que solo demuestra que las cosas se están haciendo bien. Aunque también demuestra que, como ya hemos dicho en otras ocasiones, no es momento de aventurarse a dar fechas para el inicio de la vacunación. AstraZeneca se ha propuesto producir un total de 84 millones de dosis gratuitas, que se repartirían de forma global durante el próximo año. El momento exacto dependerá del avance de esta última fase de estudio y, por supuesto, también del avance de la pandemia. Normalmente se hace un balance del beneficio-riesgo, en base a la gravedad de la situación con respecto a la enfermedad que previene la vacuna. Si esta llegara a administrarse mucho antes de que terminen los ensayos significaría que la cosa se ha puesto fea con el coronavirus. Por eso, lo mejor será que les dé tiempo a terminar.

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